25 Instantáneas de Gabriela Riveros Elizondo o Y cuando está rockanroleando, es la reina del lugar

Héctor Alvarado Díaz

1. ¿Has soñado algún texto que luego escribiste?

Sí. Desde que inicié a escribir —hace más de treinta años— me han intrigado y asombrado las “narrativas” de los sueños, la antiestructura, la antirazón que los nutren. Me parecen una maravilla, me deslumbran. Ya en mi primer libro Tiempos de arcilla recuerdo un texto titulado “Carrusel” en el que intenté transcribir un sueño. Durante mis años de estudiante, incluso al despertar apuntaba sueños; después, dejé de hacerlo. Creo que lo que ha permanecido en mí es el intento de construir textos donde imágenes y palabras evoquen universos con una lógica propia, sucesos y emociones con peligro de esfumarse, que dejen en el lector más dudas que aciertos, al igual que los sueños.

2. ¿Te ha servido viajar?

Muchísimo. Soy una viajera empedernida. Ahorita mismo, mientras escribo esto, viajo. Viajar es una manera más de leer el mundo, de escudriñar en él y en los otros. Viajo y observo. Viajo e investigo. Viajo e interpreto. Viajo y almaceno un montón de lugares. De manera que viajar no sólo detona la imaginación, la posibilidad de dialogar con los otros, sino que se vuelve una cuenta de ahorro, un almacén de materia prima para la escritura; una vez que requieres un pueblo, una calle, una ciudad o un personaje para tu escritura, ahí está todo en el archivo de la memoria para echar mano.

3. ¿Escribes para alguien?


En primera instancia escribo para mí. Aunque nadie leyera el texto, yo escribiría. Es una necesidad vital. Mientras escribo no pienso en un lector en particular, más bien me sumerjo en ese otro “universo” o “realidad”. Sin embargo, en los procesos de reescritura, de corrección, me mudo a otro sitio… Me vuelvo una combinación de autora-correctora-lectora y entonces vislumbro un lector abstracto, un receptor que debiera tener la posibilidad de decodificar mis textos, de interpretarlos. Y en ese segundo plano, sí existe la intención de lograr un equilibrio entre la claridad de una historia o de un sentimiento versus el secreto que debe permanecer oculto para que un lector lo desentrañe. En este segundo plano se podría decir que escribo también para comunicarme con otros, aunque habiten tiempos y espacios dispersos. Escribo para aquellos a quienes mi escritura pueda trastocar, resignificar algún aspecto de su vida o ayudar a comprender su propia realidad.

4. ¿Tienes un lugar especial?

Un lugar en donde pueda concentrarme tomando un buen café con leche, algo para picar, música sin voces, una ventana con luz. Reuniendo eso entonces puede ser en mi casa, en un café, en un tren, un avión, un auto, un parque, donde sea.

5. ¿Cinera, teatrera, fan de la música?

Cinera, sí, me sigue gustado la experiencia de ir a sumergirme a la sala del cine. Teatrera poco, aunque me gusta mucho y me conmueve, finalmente el teatro es literatura en escena. La energía de los actores, las palabras en voz alta, —la oralidad, el ritmo, la fuerza— crean una complicidad entre el espectador y la obra: la “catársis” a la que los griegos hacían referencia. Fan de la música, por supuesto. ¡Podría escribir páginas y páginas al respecto! La música está presente en todo lo que escribo. La novela recién publicada, Destierros, es mi respuesta a esta pregunta.

Aprendí a leer a los cinco años como consecuencia de aprender a leer notas musicales. Signos oscuros colocados de manera horizontal que, hilvanados al silencio y al ritmo, nos remiten a la construcción de otros mundos. Las notas y las letras para elaborar frases y universos.

El resto sólo ha sido tratar de poner en palabras aquello que la música evoca.

Aquí comparto 7 fragmentos de mi novela Destierros en donde mi relación con la música queda mostrada:

“Cuando abuelita terminaba en un acorde prolongado, el sonido del piano desaparecía y se hacía un silencio después del silencio. Un halo de nada, un momento indeterminado que me causaba enorme placer. Mi abuela retiraba sus manos del teclado.

Una tarde y otra más de escucharla tocar el piano terminaron por trastocar mi mirada sobre las cosas. La música anidó dentro de mí. Eso era lo mío. La música me hablaba desde el insomnio, desde esos instantes diminutos, ajenos al registro del tiempo, en que una visión se cristaliza.

          –Abue, yo también quiero aprender a tocar el piano.

          Esa decisión cambió el rumbo de mi vida.”

“La música era el hilo que me recorría por dentro; era uno de los escasos parajes donde podía estar conmigo misma.”

“Ahí, la música vasta nos vuelve vulnerables, nos hermana, nos quita las máscaras. La música crece, la música colma.”

“Creo que hay muchas maneras de amar. De crear un proyecto de vida. Elige siempre el amor, Julia, porque el amor expande y el miedo contrae. La música que tú haces es una manera de amar y de dejar huella en los otros. La música te eligió a ti primero. Debes serle fiel. Escoge las compañías que te permitan extenderte, ser grande.”

“A veces, mi única compañía es la música. Me sucede lo mismo desde niña. Su voz entrañable suena a piano y a violín, a coros que vierten en mí un lenguaje vasto que me da sosiego y me reconcilia conmigo misma. Hay en ese sonido del piano un lenguaje mío y de muchos que transgrede mis fronteras.”

“Ya dentro de la Sala Chopin, con luces apagadas y entrados en el recital, Helena se queda perpleja ante la experiencia de la música. Fija sus ojos ambarinos en las manos de la joven que toca.

El paso del tiempo, de todos sus tiempos, se detiene ahí de súbito.

No todos somos iguales. No puede ser que todos sintamos esto de la misma manera. La música tiene, para algunos, una voz absoluta, avasalladora, insuficiente para las palabras y los cuerpos.

Helena suspira. Sólo así la ciudad deja de rugir. Sólo así las voces se acallan, enmudecen para dar paso a ese caudal que es la música. La acaricia, la penetra, afloja sus músculos cansados, mallugados por el trabajo y el cansancio, afloja los dedos que sostienen las manos de Maripaz y de Beto. Hipnotizados, ellos también reciben las vibraciones, el ritmo, la melodía. Helena quiere habitar dentro de esa música, quiere que sea su guarida.

Por si fuera poco, la joven que toca el piano es tan parecida a su hija, a Maripaz.”

“Los aplausos resquebrajan el éxtasis de Helena.

Los aplausos la devuelven a la realidad, al nudo en la boca del estómago. Aplaude con fuerza, casi con furia, casi feliz, con una emoción devastadora que hace años no sentía. Helena sabe de pronto que ha permanecido dormida durante años, que su vida está cubierta por una capa espesa de algo que no la deja sentir. Y la música, certera como un aguijón, logró traspasar esa coraza. Helena aplaude con lágrimas en los ojos. Se vuelve sonriente a ver a Maripaz y Beto.

Un escalofrío la recorre cuando la concertista se pone de pie junto al piano y la ve de frente. Ésta criatura, Julia, podría ser hija mía. Increíble el parecido a mi Maripaz.”

6. ¿Te consideras feminista?

Por supuesto; abogo por deconstuir los esquemas de poder que permiten y/o promueven que unas personas —sin importar su género, sexo, origen, edad, condición— sean sometidas por otras. El feminismo es una manera muy amplia de mirar la vida; también libera a los varones de esquemas que los limitan. El feminismo es un nuevo humanismo, es ya una manera irreversible de entender las relaciones humanas.

7. ¿Tienes algún truco?

La música, el café, la capacidad de “retirada” hacia donde la voz interna habita (aunque esté rodeada de otras personas).

8. ¿Qué te desalienta?

La crueldad y la violencia… la incapacidad de comunicarnos, de sintonizar, con aquellos que amamos. La indiferencia.

9. Lista de tus cinco modelos de mujeres.

Estas dos preguntas me hacen ruido: la 9 y 10.

No tengo “modelos” o “ideales” o “modelos a seguir” de hombres ni de mujeres; el término “modelo” suena a “perfección” y no creo que un ser humano lo sea.

Podría nombrar escritoras y escritores que admiro, o activistas, músicos, exploradores o científicos. Sin embargo, no son “modelos” de personas para mí; quizá solo los admiramos por una pieza del rompecabezas que los componen.
Hay mujeres/varones a quienes admiro por sus logros, su trabajo, su visión, su carácter, o por su capacidad de combinar el desarrollo profesional con la vida familiar, o por la manera en que vivieron la vida, pero sería difícil saber si todo en ellos sería “imitable” (a eso suena la palabra modelo).

Casi todas las mujeres en quienes pienso han sufrido por ser fieles a su vocación, unas más, otras menos: Sor Juana Inés de la Cruz, Rosario Castellanos, Marie Curie, Angela Merkel,  María Luisa Bombal, Cristina Rivera Garza.

10. Lista de tus cinco modelos de hombres.

Misma respuesta que la anterior.

11. ¿Has explotado?

Todos hemos explotado, je, je.

Es manifestación de ser humano.

Nacer y llorar es la primera explosión y simboliza vida.

He de confesar que nunca he cruzado la línea. Siempre he explotado desde mi humanidad, no desde la monstruosidad que duerme dentro de todos.

12. ¿Dónde está tu centro?

En el silencio, en la contemplación del instante.

Dentro de mí misma.

En el sitio a donde llego mientras escribo literatura.

13. ¿Qué te carga de energía?

Escribir, escuchar buena música, cantar mucho, comer rico, conocer un lugar caminando, contemplar la naturaleza.

Conocer nuevas personas, convivir con la gente que quiero: mi familia, mis amigos.

Tener buenas conversaciones.

Los proyectos que me apasionan, no importa lo lejos que parezcan, lo difíciles.

14. ¿De dónde surgen tus títulos?

La mayoría surgen durante el proceso de escritura, quizá una frase, una palabra, una idea; casi siempre surgen mucho tiempo antes de que el texto esté terminado.

15. ¿Cuándo empezó todo?

Acostada sobre el suelo, debajo del piano de cola mientras mi abuelita Zoila Elizondo, interpretaba Juventino Rosas, Mendellsohn, Chopin. Soy de una generación que tuvo la fortuna de tener tiempo para contemplar la nada, infancias serenas en donde el tiempo se detenía.

16. ¿Qué tan importante es la memoria?

Otro de los temas que me persiguen. La memoria es un anzuelo para escribir. La escritura es un acto de resistencia en muchos sentidos, y uno de ellos, es la resistencia contra el olvido.

Citas de mi novela Destierros donde se menciona la memoria:

“Tú fuiste la menor de los rarámuris, un rostro de lechuza y viento y ojos amarillos que nos observan por las noches, batiendo el polvo ancestral con esas alas tuyas que han terminado por ahuyentarnos la memoria.”

“Yo soy Helena con hache. Y eso nadie me lo va a quitar, ni este mar de blancura, ni este brillo que me deslumbra. Hay vivencias que a uno no se le olvidan, se le quedan pegadas a la memoria, y muchas de ellas están ahí, debajo de los párpados desde que uno es niña, historias que uno vio y que también a uno le contaron, con cariño, con paciencia, así como las abuelas cuentan.

Yo por eso te cuento, porque por lo menos, mientras lo pongo en palabras, mi vida y mi memoria existen, y yo con ellas; no importa si son recuerdos de mi Tita o míos. Yo soy Helena con hache. Soy como un puente, como un puente de historias, pero también soy una guarida de voces…”

“El sonido penetra en Julia y se queda cautivo, rumiando ese espacio indeterminado, un espacio sin tiempo, casi sin vida. Un espacio de presencias, de una memoria que amenaza con apagarse.”

“Y el sonido es un dardo certero e insidioso que se abre paso en los estrechos pasillos de tu memoria.”

“Aquellas palabras y las de tantas tardes de la adolescencia se diluyeron en capas de memoria y de olvido. De aquel momento, recuerdo la emoción que disimulé, la alegría que se abrió paso dentro de mí.”

“Tu vida reducida al paso lento de un caracol que cruza la carretera recorriendo tu memoria.”

“El olvido es más pertinaz que la memoria.”

“Helena exhala y en el aire liberado flotan suspendidas innumerables volutas de historias fragmentadas, silenciadas por el paso severo de días y noches y años, de cuerpos y vidas. Silenciadas porque a veces es mejor hacer a un lado ciertos pasajes de la vida, negarlos, camuflarlos, sacudirlos como una basura que nos ensucia o una mosca obstinada; porque hay tradiciones familiares que infunden la perversa obsesión de despojar los cuerpos de memoria, de arrancar de cuajo conversaciones, susurros, miradas, caricias, olores y deseos, aunque las llagas queden expuestas.”

17. ¿Era mejor antes?

No creo en ese lugar común. Unas cosas por otras.

18. ¿Hay niños en tus textos?

Muchos. En mis ocho libros (4 de literatura infantil, cuento, poesía y novela) están los personajes niños y lo que es más, la mirada desde la infancia para narrar.

19. Breve crónica de un día normal.

No puede ser breve: mis días son de 20 horas despierta y a veces semejan a los de Jack Bauer de la serie “Twenty four”, je je. ¿De verdad quieres esa crónica?

20 ¿Pecas con frecuencia?

Nada más poquito, je je. Y con los años, lo que antes era pecado, ahora es deleite.
Entonces la respuesta es no.

21. ¿Tuviste buenos maestros?

Estupendos. Fui muy afortunada. No nada más me contagiaron su pasión por lo que hacían y por aprender, sino que además detectaron madera en mí para el quehacer artístico, me lo hicieron saber y me apoyaron.

22. ¿Escribes a diario?

No y sí. A diario dedico por lo menos 4-6 horas a la escritura —las contabilizo con cronómetro— que no siempre consiste en escribir literalmente; a veces en investigar, leer, responder entrevistas, je je, escribir sobre la obra de otros, responder mensajes de lectores.

23. ¿Obtienes buenas regalías?

Las regalías son sólo un porcentaje pequeño del ingreso de un escritor. Mis ingresos provienen de clases que imparto en el Tecnológico de Monterrey, becas que he obtenido concursando con proyectos de creación, de participar como jurado, de conferencias y clases de literatura que imparto, etc.

24. ¿Te has topado con callejones sin salida?

Por supuesto. La vida consiste en sortear uno y otro y otro… y otro más. Y la escritura no es la excepción. Por supuesto que he estado ahí, pasmada frente al callejón, pero soy muy terca. Y claro, la imaginación siempre encuentra la manera, nos salva en todos los sentidos. Sólo podemos hacer, sentir o crear aquello que primero imaginamos.

25. ¿Monterrey es una novela?

Monterrey es muchas novelas, algunas ya escritas y muchas otras por venir.


Gabriela Riveros Elizondo (Monterrey, 1973).

Es autora de los libros de cuento Tiempos de arcilla y Ciudad Mía; de la novela Destierros, publicada en el sello Lumen de Penguin Random House y de cuatro libros de literatura infantil, entre ellos El encargo de Fernanda, Mi hermano Paco y Don Florencio de Polvorín. Su primer poemario: En la orilla de las cosas, fue recientemente publicado por Vaso Roto Editores.

Su obra le ha merecido más de una docena de premios nacionales e internacionales –como el Premio Internacional Universidad Externado de Colombia y el Premio Literario de la Deutsche Welle de Alemania 1995– y se ha publicado en México, España, Argentina, Colombia, Alemania y Estados Unidos. Actualmente es profesora de Escritura Creativa en el Tecnológico de Monterrey.


Héctor Alvarado Díaz

Es originario de Monterrey. Cursó la carrera de Letras en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha publicado 11 libros (6 novelas, 4 libros de cuentos y uno de entrevistas a escritores de Nuevo León). Por su trabajo literario ha recibido premios nacionales e internacionales. Fue Director de la Editorial de la Universidad Michoacana de 2013 a 2017. Su más reciente novela publicada: Supercolonia (UANL-Textofilia, 2019).

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