25 Instantáneas de Víctor Barrera Enderle o Meneaito, meneaito, meneaito

Héctor Alvarado

1. ¿Qué libro te hubiera gustado escribir?

Muchos y de todos los géneros. Si me detengo a pensar resultaría una lista muy larga.  Pero hay uno en particular: Vidas imaginarias, de Marcel Schwob. Creo que toda la historia de la literatura (una historia de encuentros y desencuentros fortuitos) late en las páginas de ese breve volumen de relatos.

2. ¿Trabajas o estudias?

Creo que he hecho del estudio mi trabajo. Y así es como afronto mi trabajo en la investigación, la escritura y la docencia, como una forma de estudio y una manera de vivir, de afrontar lo cotidiano. No doy nada por sentado, y trato de aprender todo el tiempo.

3. ¿La tecnología echa las cosas a perder?

No precisamente; las transforma. La escritura y la lectura han requerido siempre soportes y mediaciones tecnológicas: desde la piedra  y el papiro, hasta el papel y la pantalla. El problema es cuando terminamos por alabar el soporte en lugar del contenido, que suele pasar con mucha frecuencia. La tecnología es un medio, no un fin. Recordé ese poema de Machado, “Guitarra del mesón”, que un día sonaba de una manera y otro de otra, según quien la tocara: “no fuiste nunca ni serás poeta”, dice uno de los versos…

4. ¿Hay escritores en tu familia?

Sí, aunque de géneros y registros inusuales, como la dramaturgia y la historia.

5. ¿Mandas tu ropa a la lavandería?

No. Yo mismo voy cada fin de semana a una lavandería que nunca cierra: veinticuatro horas, siete días a la semana. Generalmente acudo los domingos temprano, cuando no hay nadie. Es un lugar fascinante para leer y meditar sobre cualquier cosas mientras escuchas a las maquinas girar y girar en el ciclo de centrifugado. No me considero una persona espiritual, pero debo decir que lo más cercano a la meditación es para mí ir a la lavandería: un momento de retraimiento necesario.

6. ¿Escribes poesía a escondidas?

No, me encanta leer poesía, pero no considero que lo poético sea exclusivo de la poesía. Para mí la escritura puede ser bella en sí, sin importar el tipo de registro. A veces me emociona más la página de un libro de historia que un poema.

7. ¿Los libros te llevan al pasado?

Sí, y también a la inversa: traen el pasado al presente, o, mejor dicho, me confrontan con el presente. El tiempo de la lectura es un tiempo suspendido, una manera de poner al mundo entre paréntesis.

8. ¿El cine, la música, el teatro?

Los tres, y añadiría: la radio. Leer, escribir, ver cine y escuchar música son, sin duda, mis actividades favoritas. He tenido la fortuna de vincular mi trabajo profesional con buena parte de ellas.

9. ¿Te has llegado a hartar?

Suelo vivir en el límite del hartazgo (Monterrey es un lugar ideal para potenciar esa sensación), pero luego intento parar un poco y distanciarme de todo. Es una suerte de deporte extremo. El hartazgo te permite la posibilidad de evaluar lo realizado, de ejercer la autocrítica.

10. ¿Qué opinas de las entrevistas?

Para mí son un género literario en sí; un género poco frecuentado en la actualidad, por desgracia. La entrevista era una manera de completar una imagen u obra, que se sólo se conocía parcialmente.  Ahora que estamos expuestos a la sobreinformación y todo se exhibe sin ningún tipo de filtro, se echa de menos ese tipo de interlocución.

11. En otra vida ¿serías…?

Cualquier actividad que me permitiera leer: bibliotecario, empleado de un estacionamiento, proyector de películas en un cine.

12. ¿Hay crítica sana?

Sin duda; la crítica es, de hecho, parte sustancial del proceso creativo. Se suele decir que sin literatura no hay crítica, pero también sucede a la inversa: sin crítica no hay literatura (solo existiría una masa informe de textos y autores). El problema es que se suele confundir crítica con diatriba, que sí es insana); el ataque personal  no es crítica.

13. ¿Cómo llegaste al ensayo?

Creo que fue por la mirada, es decir, por una manera de leer mi entorno, que fui aprendiendo y perfeccionando desde la adolescencia. Me gustaba encontrar las relaciones entre dos o más cosas distintas. Y solía pasarme (y todavía me pasa mucho, de hecho) que al mirar algún programa en la televisión, o al leer algo, aparecía un tema que llamaba mi atención; y al poco tiempo empezaba a encontrar elementos relacionados a ese tema en otras partes (la radio, la prensa, las charlas con amigos) hasta que me abocaba de llena a investigar sobre el asunto en cuestión.  Era como descubrir la urdimbre invisible de un tejido monumental. La literatura es para mí la máxima expresión de ese tipo de experiencia. Sin embargo, una cosa es experimentar esa sensación y otra muy distinta trasmitirla.  El ensayo me ha permitido reunir en un solo registro infinidad de gustos y obsesiones para tratar de hacer visibles las redes que los unen.

14. ¿Eres tempranero?

Sí, y suelo escribir más por las mañanas. Si logro escribir desde temprano,  para el mediodía siento que he aprovechado el día, suena muy horaciano, pero es la verdad.

15. ¿Usas tenis?

Sí, casi todo el tiempo, porque, además, soy peatón empedernido (usos el carro sólo unos tres días a la semana): caminar es para mí no sólo un medio de transporte, sino una manera de rumiar ideas y ensayos. Una forma de tomarle el pulso a la ciudad.

16. ¿Tienes el don de lenguas?

No tanto como quisiera, aunque a veces siento que una palabra o frase extranjera me dice tanto como lo haría una de mi propia lengua: y a la inversa, en ocasiones experimento mi propio idioma como una forma de extrañeza.

17. ¿Qué te hace sentir más vivo?

Puede sonar contradictorio, y tal vez lo sea, pero una de las cosas que me hacen sentir la vida es la memoria del pasado. La vida es para mí una cierta manifestación de la consciencia más que una sensación física.

18. ¿Te seduce la política?

No me seduce nada. No tengo ni la vocación ni la desfachatez necesarias. Eso no quiere decir, sin embargo, que no me interese lo político, que es una dimensión inherente a casi cualquier actividad humana (incluida, por supuesto, la literatura).

19. ¿Eras un niño aplicado?

No; nunca fui dado a la disciplina; desde la infancia he hecho las cosas que me gustan. En mi etapa infantil fui de un extremo a otro: de la conducta ejemplar a la más llana rebeldía.  A veces me interesaba el estudio y me dedicaba a eso; a veces prefería salirme de clase, y me iba a vagar por el barrio. Disfruté mi niñez, y creo que fui aplicado cuando debía serlo.  

20. ¿Alere flamman veritatis?

Siempre he creído que esa sentencia debería bajarse de su pedestal e incorporarse a nuestra vida cotidiana; me explico: “Alentar la flama de la verdad” es el lema de mi universidad, pero debería ser la consigna que nos lleváramos a la calle una vez salidos de sus aulas.

21. ¿Qué te quita el sueño?

Soy proclive al insomnio, así que muchas cosas lo espantan. Las preocupaciones pueden ir del orden de lo cotidiano hasta lo existencial, o, mejor dicho, el sueño se me quita cuando establezco conexiones entre lo cotidiano y lo existencial y hago más patente mi condición mortal y efímera.

22. ¿Reyes o Borges?

Reyes. Y la elección no demerita en nada mi admiración por Borges. El argentino andaba el camino de lo individual a lo universal; Reyes lo hacía a la inversa: iba de lo universal a lo particular. En ese sentido, podríamos decir que Borges era platónico y Reyes aristotélico. Dos formas de lectura y escritura que se complementaban.

23. Biblioteca ideal.

La que se va armando en el tiempo y en el espacio, a través de una vida de lecturas, porque ahí cada libro adquiere un significado especial y marca un momento en la vida del lector.

24. ¿Tienes buena letra?

No, mi letra es de hormiga. Y veces puede resultar ilegible incluso para mí, lo cual es un gran problema, pues, por lo general, el primer borrador siempre lo escribo a mano. En todo caso, he aprendido a disfrutar el proceso paleográfico con mis propios textos: es una forma de relectura y corrección.

25. ¿De qué va tu próximo libro?

Trata sobre los comportamientos y conductas en el campo literario mexicano.  Es un ensayo sobre la “legislación” en la literatura, un conjunto de reglas no escritas, pero que se suelen obedecer ciegamente.

Víctor Barrera Enderle (Monterrey, 1972).

Escritor. Trabaja con diversos registros, como el ensayo, la crítica, la historiografía de la literatura, la crónica, el diario, el diálogo, la epístola y la biografía.  

Obtuvo el Certamen Nacional de Ensayo “Alfonso Reyes” en 2005, y el Premio Internacional de Ensayo “Ezequiel Martínez Estrada” en 2013. En 2017 fue reconocido con el Premio a las Artes por la Universidad Autónoma de Nuevo León en el área de Artes Literarias. Fue director de la revista Armas y Letras y Coordinador del Centro de Escritores de Nuevo León.

Ha publicado, entre otros, los siguientes libros: De la amistad literaria, Lectores insurgentes, La formación de la crítica literaria hispanoamericana (1810-1870), El centauro ante el espejo (Charlas y apuntes sobre el ensayo) y La conquista de la vocación. Vida de Alfonso Reyes entres ensayos.  

Escribe mensualmente su columna “Aristarquía” en la revista Levadura (revistalevadura.mx). Se desempeña como investigador de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UANL. Pertenece al Sistema Nacional de Investigadores.




Héctor Alvarado Díaz

Es originario de Monterrey. Cursó la carrera de Letras en la Universidad Autónoma de Nuevo León. Ha publicado 11 libros (6 novelas, 4 libros de cuentos y uno de entrevistas a escritores de Nuevo León). Por su trabajo literario ha recibido premios nacionales e internacionales. Fue Director de la Editorial de la Universidad Michoacana de 2013 a 2017. Su más reciente novela publicada: Supercolonia (UANL-Textofilia, 2019).

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