Atlanta o el arte de fracasar

Caliche Caroma

De Atlanta sólo hay dos temporadas en Netflix, ni pepe, además de tratar el fracaso con gran tino, nos introduce al racismo soft, lo afroamericano como artículo de venta, el negocio del hip hop, la decadencia gringa, todo esto con unas imágenes poético urbanas que a Tarkovski le hubieran gustado; no faltan los «toques» de buen humor ¿negro?, pollo frito y pistolas.

Recomendaba, sin que me lo pidiera, Atlanta al ingeniero y escritor Luis Fabián Fuentes Cortés, a lo que él contestó: “En alguna ocasión me tocó visitar Atlanta y, sin ver la serie, con la descripción que te aventaste, me recordó el paisaje y la onda que se respira en las calles. Banda afroamericana indigente cantando a pulmón R&B junto al monumento a Luther King. Blancos mirando por debajo del hombro a todo lo que tenga color, el acento del sureste, al rato me la chuto”.

El equilibrio del universo se rompería si no existieran los perdedores, con sus continuos tropiezos y armonizan la existencia, así hablan los fantasmas en Atlanta, andan en camión y están acompañados por un perro pastor australiano.  Atlanta o de la derrota: Earn, el personaje central, intenta recuperar a su esposa e hija, a la par que quiere lanzar a las grandes ligas la carrera de su primo rapero semiganster, Alfred «Paper Boi» Miles, y hace todo esto para demostrarles a sus seres queridos (padres, compañera, amigos) que, aun después de haber abandonado la universidad, lo único para lo que era bueno, puede triunfar.

Las cosas empeoran casi casi por naturaleza, ¡estúpido y sensual guionista!, capítulo tras capítulo una rayita de más-peor, ¿que es imposible tanto madrazo?, para este hombre el fracaso no tiene límites. Defraudar una y otra vez a los demás y a sí mismo. Earn no se cansa de intentarlo, carismático, agarra vuelo, planea, parece que va bien, pero en realidad avanza desesperadamente porque sus alas están rotas. El golpe contra el pavimento no lo detiene, se levanta, sacude el polvo de su playera, aguanta el dolor, se acomoda los auriculares, pone play a la música (muy buena) y sigue con la intentona aerodinámica.

Gerardo Farías, conocedor del idioma inglés, da este dato sobre el nombre del personaje principal de Atlanta: “La palabra earnest es un adjetivo que significa serio, determinado. Como cuadrado y que no puede reírse de sí mismo. El nombre es Ernest, pero Wilde lo escribe Earnest (The Importance of Being Earnest/La importancia de llamarse Ernesto, 1895); igual el nombre tiene el mismo origen-significado”.

Creada, codirigida, escrita y protagonizada por Donald Glover, Atlanta es una serie que juega con el formato narrativo, aunque Earn es el personaje principal, a veces no aparece, sin embargo, sostiene la trama. Glover utiliza la etimología de la palabra para que Earn, que el mismo interpreta, vaya contándonos sus peripecias, sin tener que recurrir al recurso de hablarle a la cámara como una especie de coro griego que resume las acciones. Su cara, sus gestos, su rostro es la imposibilidad de dejar que las cosas sean, la frustración no podría tener mejor semblante, y es que su ayuda no sirve de mucho. ¡Vamos, hermano, ríete de ti mismo!  

La sublimación de la derrota no proviene de los personajes, son los espectadores, a través de sendas fumadas de hierba (opcional), los que transforman el agua en refresco de naranja, un sillón en medio del jardín. Las referencias a la cultura afroamericana vienen cargadas de crítica, autocrítica, Glover es afroamericano (y también produce y hace hip hop en la vida dizque real) y sabe bien de lo que habla.

El director de origen japonés, Hiro Murai, hace magia (poesía) con los paisajes atlantescos, un traficante llorando, un partido de basquetbol con raperos, un peluquero hablanchín que necesita de todo un capítulo para realizar un corte. Nada que falte, nada que sobre, lo cotidiano y lo mediocre alcanzan la catarsis, comerciales para gente negra. Los diálogos más que inteligentes son precisos, la desconfianza vuelve suspicaz a la gente y las palabras pisan con cuidado el camino del significado, mierda de perro, el camino del significado tiene mierda de perro y Earn la pisó, a pesar de que casi no habla.

Paráfrasis visual: En algún momento de “Atlanta”, Earn visita a sus papás para preguntarles sobre la dirección de su primo Paper Boi, antes de que ponga un pie en la casa familiar, el padre lo frena, la mamá ni siquiera voltea a verlo, sigue haciendo lo que sea que esté haciendo: “¿No me vas a invitar a pasar?”. “No, me sale muy caro”. “Soy su hijo, ¿recuerdan que vivía aquí?”. “Es bueno que eso haya terminado, además no bajabas la palanca del baño”. “No fui yo”. “Sí, fuiste tú, revisé con un palo, deberías dejar de comer tanto caramelo”.

Ritmo en esta producción, gran parte de los capítulos involucran a cantantes de rimas egocéntricos y varias marcas de audífonos para quedarse sordo. La música acertada, Ludwig Göransson nos llena de hip hop, rap, trap y alguno que otro tema pop. Una mención especial para el actor Lakeith Stanfield (Get Out, Straight Outta Compton, entre otras películas), que interpreta a Darius, el alucinante amigo de Paper Boi, un tipo fuera de serie que hace preguntas como “Señor, ¿podría medir su árbol?”. Darius come cereal azucarado, a la espera de que alguien más vea la serie.

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