Destino final

Livier Fernández Topete

Todos los caminos conducen a Roma, aunque el vocablo de esta ciudad que nos remite al antiguo imperio del que Occidente se desprende no es un palíndromo, si lo leemos al revés, nos da la clave para evidenciar lo que todos necesitamos en el fondo.

No hay sendas erróneas, sino necios transitándolas. No estás equivocado, recorres lo que es preciso recorrer para tu entendimiento, pero no persistas en caminar en círculos, para romper el circuito (que a veces es vicio) se requiere coraje, salir de eso conocido, permitirle a La Rueda de la Fortuna atravesarte, es decir, tomar al toro por los cuernos, tomar esa decisión que te catapulta fuera del aro menor para integrarte con el gran uróboro que contiene y comprende toda dualidad.

Quien no elige no vive a profundidad, vive por encima, regodeándose en los límites de su limbo.

La Rueda de la Fortuna es el arcano/arqueitpo de la vida misma, a veces estamos en la cúspide, otras en el suelo derrotados, otras subiendo a punto de reinar y otras bajando al infortunio del destrono; todo se mantiene en movimiento y es imposible detener la rueca sin pincharnos con la aguja de la grandiosidad; esta energía cobijada por Las Moiras, nos muestra la compleja operación del destino humano, no como designio sino como sumatoria de tres piezas fundamentales para poner en juego: predeterminación (el contexto que rodea nuestra existencia); azar (el capricho del Universo que dispone a su antojo) y, finalmente, y esta es la más importante puesto que es en la única en donde tenemos influencia: voluntad o libre albedrío.

Retomando el mito griego de Las Moiras, estas hilanderas llamadas Cloto (la que hila la primera hebra de la vida regalando el nacimiento), Láquesis (la que teje las hebras de la vida) y Átropos (la que corta el hilo de la vida trayendo la muerte), ellas tres dan forma al sino humano, quizá nuestro único y limitado poder esté en crearnos un sitio junto a Láquesis, amistarnos con ella para que nos permita meter mano en nuestro propio entramado y, para tal tarea, debemos elegir, lo que siempre acarrea dos enormes conflictos: renunciar a otros caminos y asumir nuestro deseo. Los Amantes (me refiero al arcano mayor número seis del Tarot) son imprescindibles para el trabajo en conjunción con La Rueda, pues esta energía es la que nos muestra el potencial de nuestras decisiones a través de nuestro deseo.

Todos los caminos conducen a Roma, esta es la ciudad metáfora del deseo de cada quien. Echar raíces y pisar tierra es abrazar nuestro deseo y decidir en función de éste, sin importar la futilidad de las expectativas, La Rueda siempre se hará cargo de mostrar lo inesperado, no es posible revertir su flujo ni detener a Átropos o a Cloto, apenas crear junto a Láquesis, urdir con ella la telaraña del hado.

Hay pocas cosas que nos son permitidas, tonto es no hacer uso de la delicada y extraña capacidad de la firme intención.

No hay senda equivocada, mas tercos queriendo dar vueltas sobre su propio eje por resistirse a la pesadez de la elección. Todos los caminos conducen a Roma, pero hay que hallar el secreto a voces del revés de su nombre y acotar con valentía desde ese lugar y sentir.

La Rueda de la Fortuna, Tarot mítico.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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