Échale una manita al amor

Caliche Caroma

Llegaron desde temprano a Morelia, el día anterior tocaron en Chalmita. Estuvieron en un par de programas de la radio local con Yazmín David y Antonio Monter, locutores de lo cultural, hablaron de su proyecto vital que es la música. Por la tarde, cuando el sol se muestra más amable con las cabezas de los distraídos, llevaron instrumentos y demás enseres a Giraluna. Su combi los transportó, vehículo blanco con calcamonías y tipografías donde, si uno pone atención, se lee Chalanes del Amor. El dueto musical visitó la capital michoacana el pasado 6 de diciembre-2019, el concierto estaba anunciado para después de las nueve de la noche, la gente llegó temprano para presenciar este Zafarrancho y Aires de la costa.

Es la segunda vez que Chalanes del Amor se presentan en Giraluna, foro galería con sabroso mezcal, en ambos conciertos la magia ha ocurrido, conexión de alta velocidad. Estos artistas tienen el sabor tropical que se necesita para que la patita se mueva involuntariamente, mucho “canchis-canchis”. Mariel Henry Rojo y Diego Corvalán Buskovic, nombres de la pareja sonora que hacen de lo jarocho, montuno, vallenato, cumbia y hasta del despreciado pero sensual reguetón, un rico cóctel que sabe a lo que suena. Le echan una manita al amor con su existencia musical.

El concierto comenzó a pesar de que la luz del lugar estaba fallando, la intensidad de las lámparas iba y venía, quizá como memoria eléctrica de esa Cuba de los apagones o tal vez por la vibrota chida que se sentía en el ambiente: “Ya van a comenzar, no manches”. Los Chalanes del Amor se la aventaron así, como cuando se lanzan al río en el video de su versión de La Bamba. Desde el inicio, la marímbula vibró con sabor, las cuerdas de la jarana, requinto jarocho, tres y guitarra se fundieron con las voces; eran dos, pero sonaban como seis. Estos sí son Ritmos de Acercamiento: “Y el cántaro de agua va a tu corazón/Arroyito de agua dame tu verde canción”.

Éxitos desconocidos que fueron coreados por los presentes, lo que quiere decir que no eran tan desconocidos. El pianissimo es dominado por este asombroso par, lo llevan hasta sus últimas consecuencias, la audiencia atenta a lo que pasa en el escenario, se escucha la respiración: “Ahora mental”. Transmiten el gozo con el que hacen la música, la música también los hace ellos, es un movimiento de ida y vuelta, un flujo de amor bailable. Mariel toma vino tinto, dice salud y el público levanta sus bebidas, sonríe sin pena ni miedo, riadas de alegría. Diego ha perdido el acento chileno, su voz se asemeja más a la de un tlacotalpeño o un habanero o un chilangocosteño, ciudadanos del cosmos. Tocaron una pirekua, era una promesa del año anterior. Cumplieron lo acordado, cord, cordis, corazón.  

Dos horas de concierto que fueron aplaudidas como se merecía, dos músicos sinceros y sencillos, dos almas resonando en la armonía de las esferas, dos astros en el fandango del universo, el sol y la luna bailando tumbado. Mariel: “Estamos muy contentos de regresar de nuevo por acá, hace un poquito más de un año la primera vez; bien agradecidos de que vengan al concierto y de que las puertas se abran, que la banda se prenda”. Y Diego: “Expectativa ahí bonita, la gente trae ganas de vernos, nosotros de tocarles; es la segunda vez para los dos. Nos vamos a conectar en una sintonía que todos necesitamos, en la buena onda y en la música”.

Al casi final, en la penúltima rola, los Chalanes del Amor invitaron a quien quisiera y se animara a tocar la marímbula, ¿quién se anima?, ¿usted, señor? El señor está en los cielos y Juan Sebastián Lach se subió a tocar La Bamba: “Yo a las morenas quiero desde que supe que morena es la Virgen de Guadalupe”. Los hasta luego se repitieron hasta el abrazo, vino la cena, un poco de descanso y a cargar de nuevo los instrumentos a la combi blanca, porque el siguiente destino es Troncones, Guerrero, luego Jalisco y así siempre, chalaneando ese bello sentimiento que hace que las cosas se unan.

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