El club del crimen de los jueves

Horacio Cano Camacho

Ya hemos dicho que hay autores y personajes de la novela negra que proyectan bonhomía y leerlos se traduce en buenos sentimientos y una sonrisa en los lectores. Puedo decir eso de Andrea Camilleri y su Montalbano, Petros Márkaris y su comisario Kostas Jaritos, Donna Leon y el comisario Brunetti o la misma Fred Vargas con el comisario Adamsberg. A mi me encanta leerlos, porque a pesar de lo complejo de las tramas, siempre hay espacio para la ternura, la comida, la sonrisa.

Hoy quiero hablar de una muy grata sorpresa en la novela negra que me pareció deliciosa y disfrute desde el inicio y recomiendo, sobre todo para estos días terribles de cuarentena. La de hoy es una historia centrada en una colonia de retiro para jubilados y sus protagonistas, un grupo de ancianos que sin otra cosa que hacer, se reúne los jueves para analizar crímenes (de papel) y tratar de resolverlos. Hasta que un verdadero asesinato se comete allí y es el primero de muchos más…

Cuatro personajes totalmente distintos entre sí, a los que une su curiosidad, el sentido de lo maravilloso y… ser octogenarios:  un antigua y misteriosa espía (Elizabeth), un psicoanalista (Ibrahim), un exlíder obrero (Ron “el rojo”) y una enfermera (Joyce) se reúnen a compartir sus días. Los cuatro viven en Coopers Chase, “la primera comunidad de lujo para jubilados en Gran Bretaña”, decididos a seguir dándole a su vida un sentido.

Richard Osman

Se trata de El club del crimen de los jueves, primera novela de Richard Osman, un presentador de televisión famoso en el Reino Unido (Espasa, 2020). La novela sigue el corte clásico de las novelas policiácas, hay un crimen y se le debe encontrar el quién, el cómo y el por qué. Su historia es sencilla, pero su construcción es realmente compleja. Es como conseguir una lista en la que vas descartando sospechosos, y  cada logro te arranca sonrisas.

En la comunidad de jubilados cada día hay actividades, unos se reúnen a jugar golf, otros cartas, unos más a cultivar su jardín, otros a tomar el sol o chismorrear, otros, simplemente a esperar. Nuestro grupo se junta a beber un buen vino mientras revisa viejos casos y juntos hacen el ejercicio de descubrir al asesino donde la policía no pudo. A pesar de lo simpático de las situaciones, en realidad es un intento de mantener a raya los fantasmas puesto que aquí “La perdida de la memoria es el fantasma que acecha a la comunidad. Olvido, distracción, confusión de nombres…”.

Coopers Chase se edificó sobre un antiguo convento y su éxito se convierte en una jugosa oferta de dinero para el dueño, quien con los métodos de todos los empresarios consigue el permiso para ampliar el complejo, avanzando sobre los espacios históricos y sagrados que aún quedan, comenzando por el cementerio donde reposan las monjas desde hace 150 años. Este hecho genera revuelo en la comunidad que ve por unos instantes romperse la rutina y llevarlos a protestar y oponerse, no porque les importen las monjas o el crecimiento. Bloquear las máquinas, dar discursos encendidos, atarse a los árboles les hace regresar a sus días juveniles… Entonces ocurre un crimen y todo apunta a que está relacionado con el negocio, o no. En este sentido es una novela de misterio en toda la regla.

Los personajes son maravillosos y es lo mejor del libro. Tienen una enorme fuerza y son encantadores, además de inteligentes. Reúnen la experiencia y la sagacidad. Elizabeth es la líder indudable, la fuerza detrás del club. Es misteriosa, tiene infinidad de contactos y es arrojada. Ibrahim es metódico, muy racional y disciplinado. Joyce es ingenua (en apariencia) y pasa desapercibida, pero esa es su principal cualidad, puede conseguir información y convencer y tal vez ello fue lo que llevó a Elizabeth a invitarla al club, lleva un diario y este, intercalado en la historia sirve de contrapunto perfecto. Finalmente esta Ron, el único miembro del club que llegó por su cuenta y se impuso, porque es contestatario y allí se cocinaba algo que él tenía que conocer, pero es fuerte, decidido y muy objetivo.

Los cuatro eran viejos solitarios porque cada uno, a su manera están sólos, “ya no existe la pandilla. Dos cánceres y un infarto”. De manera que encuentran en el club una nueva vitalidad. Creo que en estos tiempos es una novela fundamental. Y tal vez esté mal decirlo, pero a los de mi edad o mayores nos esté dando mucho por meditar en el “futuro” y de tanto tiempo en emergencia comenzamos a pensar más de lo que deseamos en cómo nos veremos en algunos pocos años.

Elizabeth dice en algún momento y es toda una declaración: “¿Para qué he venido aquí?, los nietos se ríen de ti, y los hijos e hijas también lo toman a broma, pero te vigilan. De vez en cuando te despiertas en la noche con sudores fríos. De todo lo que se puede perder, ¿por qué la cabeza? Una pierna o un pulmón, de acuerdo. Pero la cabeza no. Cualquier cosa antes de convertirse en la “pobre Rosemary” o el “pobre Franck”, sentados al sol como una sombra de lo que fueron. Antes que quedarse sin los viajes, sin los juegos, o sin el Club del Crimen de los Jueves. Antes de dejar de ser una misma”. Ciertamente la novela nos enseña que en esta vida tienes que aprender a valorar los días buenos, guardártelos en el bolsillo y llevarlos contigo a todas partes.

Es un libro encantador, sin duda alguna, pero también nos mueve el tapete a los que andamos rebasando la media. Aunque no se crea que es una novela para “maduros”, realmente todos la disfrutaremos… No se lo pierda, seguro les va a encantar.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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