El mural, la biblioteca y Juan O’Gorman

Caliche Caroma

A pesar de la publicidad institucional que ataca al visitante recién entra, donde se presume la última manita de gato al edificio, el deterioro es inocultable, un espacio desaprovechado, menospreciado, los pocos lectores se distraen por el ruido de la calle, las encargadas del lugar platican de sus asuntos, el acervo de esta biblioteca, aunque parco, tiene algunos títulos interesantes, eso sí, bastantes descuidados, cualquiera puede hurtar un libro sin ser detectado. Todo lo anterior se soporta, digamos que pasa desapercibido ante la monumental pared frontal, la boca abierta, la narración del transcurrir de un pueblo mágico y, al mismo tiempo, trágico. Juan O’Gorman estuvo aquí, el tag.

Edgar Kaufmann le encargó a Juan O’Gorman que pintara un mural en la antigua iglesia de San Agustín (1576), declarada Biblioteca Pública por Lázaro Cárdenas del Río en 1938, en el Centro de Pátzcuaro. El fresco titulado La historia de Michoacán se terminó el 10 de febrero de 1942. A pesar del esfuerzo que O’Gorman puso en el escudriñamiento de La Relación de Michoacán y otros textos históricos, en la interpretación visual que propuso, así como del derroche de las capacidades técnicas del autor y su equipo para que se conservara lo mejor posible en el clima húmedo y frío de Pátzcuaro, hoy presenta daños por un olvido sistemático de las autoridades y de la sociedad del espectáculo. El visitante perspicaz se pregunta cuánto más durará esta representación artística, el paso de los días corroe las creaciones de la humanidad, la caca de las palomas son las lágrimas del tiempo.

La historia de Michoacán se divide en cuatro franjas: La creación según los purépechas, el sol y la luna son los protagonistas de esta primera parte, los grandes lagos y montañas el escenario, volcanes en erupción, trombas que repartan el agua hacia otras latitudes. La vida indígena antes de la conquista, segunda sección, donde la felicidad reina en los bosques de pino (sin aguacates), las danzas de agradecimiento llegan al éxtasis, ritos fértiles, la creación de ídolos, la sensual pleitesía a los dioses, pescados como ofrendas, Naraxán y Zacán, los prisioneros de Taximaroa. Los conquistadores españoles, tercera franja, con la momia en la raíz del árbol, símbolo del fin del esplendor y comienzo de la carnicería, Eréndira la heroína, la tortura de Tanganxoan, Nuño de Guzmán y sus huestes, el monstruo cabeza de mano y manos de serpientes, la brutalidad es el sino (narcomantas aparte). Y cuarta, Hechos históricos, al centro Vasco de Quiroga, a la izquierda del espectador aparece la esclavitud, en el extremo derecho Morelos, Zapata y María Gertrudis Bocanegra Mendoza vestida de blanco y sangrando; Gertrudis Bocanegra también es el nombre que llevan la biblioteca y la plaza, antes Teatro de Pátzcuaro.

En la última franja del mural, Juan O’Gorman se pinta a sí mismo junto a su compañera de ese momento, en sus manos sostiene un documento en donde se lee lo siguiente: “Han pasado los años, los siglos, y los indios no están vencidos, a pesar de la conquista que acabó con lo mejor de su población; no los ha abatido la explotación, la miseria y las enfermedades, no han muerto de hambre. Han resistido el trabajo en las minas, carreteras y ferrocarriles. Han labrado la tierra con sus manos para darnos de comer. Les robaron sus tesoros, vieron caer sus templos. Cargaron piedras sobre sus espaldas adoloridas para levantar miles de iglesias. Pero su resistencia es una fuerza latente, que algún día, ya libres de las cadenas de la opresión, producirá un arte y una cultura extraordinarios como un gigantesco volcán en erupción”.

Muchos más detalles en el mural: los perros debajo de la mesa se preguntan “¿Con qué así es la famosa civilización humana?”, la caricatura del mexicano que porta la frase “Así es la vida, la injusticia humana y la maldad existen”, Fray Juan Bautista Moya, Juan de San Miguel, la horca que utilizan los purépechas para sus prisioneros, la inquisición, los encomenderos, la hoguera, el fuego lo consume y lo consumirá todo, la mujer con la hoz. Nada como ir a verla, conocerla, La historia de Michoacán está ahí para todos, es nuestra historia.  

Juan O’Gorman

El documental de Alfredo Robert, Como una pintura nos iremos borrando, nos presenta al ser humano y al artista, al gruñón, sin pelos en la lengua y con los pinceles en la mano se burla del arte puñetero que es la pintura: “Es más importante dormir bien que pintar bien”. Sus influencias son Leonora Carrington, Remedios Varo, Frida Kahlo, Diego Rivera: “No voy a ocultarlo”. O’Gorman tuvo varias épocas, en la última etapa de su existencia se consideraba un obrero del óleo: “Yo soy un pintor mexicano, fundamentalmente mexicano”.

“Hacer posible la expresión neta, clara y exacta de las mayorías”, el significado de lo popular en O’Gorman. Su abuela Ángela lo motivó a pintar, fue la primera que le proporcionó una pared para que hiciera arte con ella. El hijo rebelde plasma murales en las pulquerías, las más famosas son Entre violetas, Mi oficina y Los Fifís. En la arquitectura tomó aspectos de Le Corbusier y Frank Lloyd Wright, aunque su funcionalismo tomará otros caminos más orgánicos. ¿Quién no recuerda la alucinante Biblioteca Central de la UNAM? Una vida que se llenó de tristeza ante la barbarie del capitalismo y la idiotez de la política mundial. Se pregunta y se contesta a sí mismo: “¿Por qué se es pintor? Muchas veces por idiota. Yo soy pintor porque es mi terapia ocupacional”.  

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