El Niño 44

Gerardo Pérez Escutia

El asesino serial ha sido considerado por propios y extraños como un “producto” eminentemente estadounidense, y no es casual, ya que la pleyade norteamericana de criminales que encajan en este perfil es la más nutrida y documentada hasta la fecha, tanto en la realidad como en las obras de ficción. En esta columna hemos tocado el tema en varias ocasiones. Tanto se le considera un fenómeno típicamente estadounidense y más específicamente capitalista, que en los años de la guerra fría se utilizó esta figura por parte del aparato propagandístico de la extinta URSS para señalar la “decadencia” y “podredumbre” de la sociedad burguesa y capitalista capaz de producir estos monstruos, algo impensable en el mundo socialista de la Unión Soviética donde la revolución producía hombres “nuevos” totalmente inmunes a estos comportamientos “fruto de la decadencia imperialista”.

Pero la terca realidad como siempre se impone, y así nos enteramos que la Unión Soviética también produjo asesinos seriales, de los cuales tal vez el más conocido (o que se nos permitió conocer), fue Andrei Chikatilo quien fue un asesino, violador y canibal, que cometió asalto sexual, asesinato y mutilación de al menos 52 mujeres y niños entre 1978 y 1990 en la Rusia soviética, Ucrania soviética y Uzbekistán soviética.

Tomb Rob Smith

La historia de este asesino sirvió en gran parte como inspiración para el libro que recomiendo el día de hoy en nuestra columna “Bufete negro”. Aunque el autor sitúa su historia 2 décadas antes de que se cometieran los crímenes de Chikatilo. Se trata de El Niño 44 (Black Salamandra, 2015, ISBN 978-84-16237-05-0) de Tomb Rob Smith (Londres 1979).

Tomb Rob Smith, antes de ser escritor de novelas, primero se dedicó a escribir guiones para la TV, principalmente para la prestigiosa BBC de Londres, El niño 44 fue su primera novela logrando un éxito de ventas inusitado y una gran aceptación de la crítica especializada, obteniendo varios premios por esta extraordinaria novela. Fue llevada al cine por Ridley Scott como productor en 2015.

Está novela se desarrolla en la URSS en un rango de tiempo de 2 décadas, desde los años 30 hasta los 50 del siglo pasado en plena etapa estalinista. La historia comienza en pueblito de Ucrania en 1933, en plena hambruna (El Holodomor le llamaron los ucranianos), relatando una historia alucinante del esfuerzo de una familia para sobrevivir a la muerte por inanición. Se componía de los hermanos Pável y Andrei de 11 y 8 años, quienes descubren un gato vivo y se dan a su caza como último recurso para compartirlo con su madre y no morir de hambre. Está cacería resulta fallida y Pável, el mayor, es raptado (se cree que para asesinarlo y comerlo por otros lugareños enloquecidos por la hambruna). Andrei se queda solo con su madre casi loca por la desnutrición y la pena de la pérdida de su hijo.

La trama da un salto de 20 años y nos lleva con el protagonista principal: Leo Stepánovich Demídov, quien es un héroe condecorado de la “Gran guerra patria“ (la Segunda Guerra Mundial), quien trabaja como agente de seguridad para la NKVD -antecedente de la KGB- y es un ferviente creyente de la ideología emanada de la propaganda oficial, defensor de la patria del “hombre nuevo”, paraíso de la igualdad y donde se construye la utopía de la “dictadura del proletariado”. Leo cree que en la defensa de la revolución todo está permitido, y el participa con entusiasmo en las detenciones e interrogatorios de los “enemigos de la revolución”, de los “traidores e infiltrados del imperialismo” (en la práctica todo aquel que fuera sospechoso ante los ojos de la policía secreta), en una sociedad paranoica en la que todos son sospechosos o delatores. 

Este mundo de certezas y dogmas comienza a desmoronársele a Leo cuando lo obligan a espiar a su esposa por una delación de un supuesto traidor a la patria. Leo es degradado y expulsado de Moscú junto con su esposa Raisa, para incorporarse a la milicia en una lejana ciudad industrial. Humillado y en condiciones miserables, se topa con el asesinato de una niña que lo hace recordar otro caso sucedido en Moscú recientemente, y que por su naturaleza brutal y similitudes evidentes, parece ligarse con otros crímenes cometidos en lugares aislados, cerca del bosque y de estaciones ferroviarias. Este caso le llama poderosamente la atención ante el desinterés de las autoridades que no relacionan los asesinatos entre sí y dan por cerrado la investigación.

Aquí comienza la cacería que Leo emprende para dar con la identidad del asesino y capturarlo en una mezcla de ansia de justicia y de redención personal, la trama explota y el autor, a través de ella nos da una visión impactante de la vida en la etapa final del estalinismo, con el culto a la personalidad y la creencia en la infalibilidad del líder, del enorme aparato burocrático y de seguridad que se creó para espiar a todo el mundo y en donde cualquiera a podía ser acusado por cualquiera de traición y caer en los calabozos de la “Lubianka”, la terrible sede de la NKVD en Moscú. Nos muestra lo absurdo y Kafkiano de los procesos y de las deportaciones al Gulag, nos relata la lógica de las acusaciones y los interrogatorios en donde “la labor del investigador consistía en rascar la superficie de inocencia hasta descubrir la culpa. Si esta no aparecía, es que no se había rascado lo suficiente” yen donde ”la culpabilidad de un sospechoso pasaba a ser real en el mismo momento en que se sospechaba de él. En cuanto a las pruebas, se obtenían a lo largo del interrogatorio”.

Es evidente que el autor se documentó profusamente para escribir esta historia, pues nos transmite fielmente la paranoia y el sentido de vulnerabilidad y pequeñez del individuo frente al estado totalitario, además, construye un thriller que no tiene desperdicio, en donde el relato nos lleva de la mano por los sótanos del estalinismo plagado de personajes profundamente humanos que generan en nosotros, lectores, la empatía ante su drama y la abyección ante los horrores aquí relatados.

En esta novela hay 2 grandes villanos: el asesino despiadado de niños que recorre el país sembrando cadáveres en diversas regiones, y el estado totalitario que en su paranoia no duda en fabricar culpables y en negar los asesinatos (como realmente ocurrió con Chikatilo) para evitar el “desprestigio” de la nomenklatura y no darle argumentos a los “enemigos de la revolución”.

En la parte final de la novela como corresponde a toda buena novela negra, Leo descubre quién es el asesino de niños después de una investigación llena de zozobra y peligro en donde además de buscar al criminal, su labor más ardua fue convencer a sus superiores de la existencia del mismo; Leo va en su búsqueda y logra acorralarlo, en este punto de la historia, el autor haciendo gala de su oficio narrativo nos brinda un final inesperado que hace que encajen todas las piezas de la trama, conectándonos con la Ucrania de los años 30, y al final se atan los cabos sueltos, logrando un nivel de tensión que solo los maestros del género alcanzan, dejándonos un agridulce sabor de boca por su impactante final.

Recomiendo bastante este libro que además de ser un excelente noir nos brinda una vista privilegiada a una época, a un país y a una ideología que para bien y para mal, marcaron el siglo XX y que hasta la fecha sigue teniendo un tremendo peso ideológico en grandes sectores de la política y de la sociedad a nivel global.

Ps. Varios pasajes de este libro en su crudeza, rallan en lo alucinante y van más allá de la ficción, esto me hizo interesarme en el tema y fui a las fuentes en que se documento el autor, así encontré un libro de no ficción, Hambruna roja, un ensayo magistral sobre el “Holodomor”, la terrible hambruna que entre 1932 y 33 cobró la vida de más de 5 millones de personas en la URSS, 3.9 millones sólo en Ucrania , hecho que hoy ya se cataloga como genocidio, y que siempre se quiso ocultar, negándose su existencia por los dirigentes soviéticos y rusos (hasta la fecha es tabú). Hoy día está suficientemente documentado y se está recuperando su memoria. 

Por falta de espacio, lo reseñaré en la siguiente entrega de este “Bufete Negro”.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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