El punk rock ya alcanza para pagar algunas cuentas

Víctor Ruiz

Una ola de adolescentes cantan canciones de desamor, alcohol y drogas. En sus reproductores musicales, suena todo el día Chingadazo de Kung Fu, la banda de punk rock mexicano que alcanzó la fama relativamente pronto y al mismo tiempo demasiado tarde. Nadie lo esperaba, ni ellos mismos.

Hace casi dos años que Marino decidió que la música iba a ser su trabajo. Alentado por su padre, su pareja y un despido inminente, el bajista y vocalista de Chingadazo de Kung Fu se lanzó a la aventura de tomarse un año tratando de sobrevivir con y por el rock and roll. Hoy confiesa a Lado A que el riesgo asumido ya alcanza para pagar algunas cuentas. 

“Todo lo que va suceder en mi semana con cuestiones laborales lo planeo en función a la música, soy un afortunado de poder cuadrar mis actividades para que mi prioridad en este momento sea la música y con ello no me refiero solo a la banda, sino a componer, vocalizar, tomar mi instrumento, organizar la merch y hasta ir a la Sociedad de Autores y Compositores”. 

Los integrantes de Chingadazo de Kung Fu se han convertido en ejemplos atípicos de lo que es alcanzar la popularidad en una edad que es poco común en el mundo del rock. Más allá de la parte romántica y de sueños cumplidos, Marino no deja de lado que todo esto es producto de un esfuerzo que implicó poner en práctica lo que otro millón de bandas no quisieron entender: la disciplina.

Reconoce que no fue sencillo en un inicio, sobre todo porque la banda nunca fue pensada para trascender más allá de locales pequeños y tragos de cerveza los fines de semana. Pero eso cambió, considera, cuando un 20 de marzo del 2017 se vieron de frente ante más de 2 mil personas en un escenario del Vive Latino. “Nos hizo darnos cuenta que podíamos tomarnos la banda más en serio”.

A partir de ahí, Marino relata que vino una labor de profesionalizar la banda en todos los sentidos y a su vez, acompañar ese camino con buenas canciones que gustaran a la gente. Lo que descubrieron fue revelador: la disciplina no le quitaba ni un gramo de diversión al punk rock. 

“En este año y medio hemos aprendido lo que es el respeto. Respetarnos a nosotros como individuos, como banda, como músicos, respetar a nuestro público, al proyecto, a las canciones, a los instrumentos y a los promotores”.  

Aunque la edad promedio de los integrantes de la banda es de 30 años, Marino admite que gran parte de su público se centra en los adolescentes, jóvenes que no rebasan los 20 años de edad. Dice que la cuestión no es tan difícil de descifrar, pues al final en cada una de las canciones de Chingadazo se abordan temas universales. 

“Son temas vivenciales y de repente sí tienen una perspectiva más de una vida adulta donde ya te metiste varios madrazos, pero creo que todos nos hemos sentido frustrados con el momento que estamos pasando en nuestras vidas, o nos hemos peleado con algún ser querido, hemos padecido la decepción y el desamor. Chingadazo es todo eso, pero dicho con un lenguaje coloquial”. 

Si bien han conformado un amplio grupo de seguidores leales por varias partes del país, también es cierto que cuentan con un número similar de detractores. Para Marino está claro, lo importante es que se esté hablando de Chingadazo, “eso hace que el proyecto sea relevante, independientemente de si les gusta o no nuestra música”. 

¿Qué haces para evitar que la fama te absorba?

“Si esto me hubiera pasado a los 18 años de edad, seguramente lo estaría abordando desde otra perspectiva, pero también es un poco entender que la música es un trabajo como cualquier otro, ya sea el de un contador, un doctor o un cerrajero. Es cierto que tiene la maravilla de que la gratificación es  inmediata porque te subes al escenario y tocas para mil personas, pero son los seres queridos quienes ayudan a que no pierdas piso”.

“Uno se pone a pensar que sí, tocaste en el Lunario y estuvo verguisíma, pero al día siguiente hay que corretear al de la basura para que se lleve las bolsas, esas cosas son las que te hacen aterrizar en el plano de que no pasa nada; además de que si tú vas perdiendo la perspectiva, la gente te deja de seguir y ya no te apoyan”.

Con nuevo disco en camino, Marino es consciente de que lo mejor de Chingadazo de Kung Fu es que es real. Está sucediendo. Tal como lo comenzó a desear a los 14 años de edad, o cuando fue a su primer Vive Latino en el año 2000 y se imaginó arriba de un escenario. 

La clave, asegura, es no dar por sentado nada. “Afortunadamente sucedió y es algo que valoro todos los días, procuro disfrutar como si fuera la primera vez y también la última, no quedarme con ganas de nada, seguir hasta donde tope”.

El 13 de octubre Chingadazo de Kung Fu fue el encargado de abrir el concierto a The Offspring, la banda que hace 20 años Marino y su mamá no pudieron ver por eventualidades que surgieron en aquel momento. “Ahora 20 años después poder llevar a mi madre y en estas circunstancias es algo increíble”. El punk rock ya alcanza para pagar algunas cuentas. 

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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