Elizabeth Bishop: El arte de perder

Elizabeth Bishop

Conversación

El tumulto en el corazón
sigue haciendo preguntas.
Y luego se detiene y se compromete a responder
en el mismo tono de voz.
Nadie puede notar la diferencia.

Sin inocencia, estas conversaciones empiezan,
y luego cautivan los sentidos,
como sin quererlo.
Y luego no hay opción,
y luego no hay sentido;

hasta que un nombre
y toda su connotación son lo mismo.


Ciudad nocturna

No hay pie que lo pudiera resistir,
los zapatos son demasiado frágiles.
Cristal roto, botellas rotas,
que se queman a montones.
Sobre aquellos neumáticos
nadie podría caminar:
aquellos ácidos llameantes
y sangres jaspeadas.
La ciudad hace arder lágrimas.
Un lago acumulado
de aguamarina
comienza a humear.
La ciudad hace arder culpas.
—Para la eliminación de culpas
el calor central
debe ser de esa intensidad.
Diáfana linfa,
sangre turgente y brillante,
salpica
en coágulos dorados
adonde, fundidos, fluyen,
por los oscuros alrededores,
verdes y luminosos
ríos de silicio.
Un charco de asfalto
un magnate
lloró por sí mismo,
una luna ennegrecida.
Otro levantó
un rascacielos con su llanto.
¡Mira! Sus cables
chorrean, incandescentes.
La conflagración
lucha por aire
en medio de un vacío espantoso.
El cielo está muerto.
(Sin embargo, hay criaturas,
cuidadosas, más adelante.
Ponen sus pies en el suelo, caminan:
verde, roja; verde, roja).


Un arte

El arte de perder no es difícil de dominar;
tantas cosas parecen cargadas con la intención
de perderse, que su pérdida no es una catástrofe.

Pierde algo cada día. Acepta el bajón
de perder las llaves, de la pérdida de tiempo.
El arte de perder no es difícil de dominar.

Después practica perder más lejos y más rápido
lugares y nombres, y donde pensabas viajar.
Nada de esto será una catástrofe.

Perdí el reloj de mi mamá. ¡Y mira! Se fue
mi última o mi anteúltima casa, de las tres que tanto amé.
El arte de perder no es difícil de dominar.

Perdí dos ciudades, las amaba. Y, más aún,
algunos reinos que poseía, dos ríos, un continente.
Los extraño, pero no fue una catástrofe.

–Incluso al perderte a ti (la voz graciosa, el gesto
que amo) no habré mentido. Es evidente
que el arte de perder no es difícil de dominar
aunque pueda parecer (¡escríbelo ya!) una catástrofe.


Elizabeth Bishop (1911-1979), poeta estadounidense. Algunas de sus obras son: Una locura cotidiana, Antología poética y Norte [y] sur.

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