Hay cimas que son jaulas

Livier Fernández Topete

En la cresta de la torre un elefante tiene su nido, la construcción está envuelta en una larga escalinata, el edificio emerge de la selva, pero no es más alto que el más elevado de sus árboles, copos de luz rodean el paisaje, no se sabe si los rayos que absorben vienen del sol, de la luna o del brillo que emiten las tantas llaves metálicas que penden de las ramas; la más grande de estas es sostenida por la trompa del paquidermo, cuyo cuerpo está rodeado de barrotes que lo apresan. En el muro frontal el ojo de la cerradura permanece con su párpado abierto, despierto, vigilante, mientras la espesura de la jungla y su rey de trono carcelario duermen, en sus sueños el instrumento que descubre el interior de la torre. 

¿Abrir, derribar, lanzarse desde lo alto, esperar la debacle en el pináculo?

El cielo acecha con su piel nubosa, baobabs descansan mientras el gigante sediento no los vea, Babel se yergue, pero su lengua multiforme no alcanza lo que desea, el Goliat terrestre es la carne de su propio mito, la llave es ensoñación que esperanza, es estrella y también es pluma para reescribirlo todo.  

Twisted tower por Chris Becker

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