Hosne, incorrectamente político III

José Agustín Solórzano

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Carl Sagan […] se pone a compartir su amor por la ciencia, la historia, las artes y termina haciéndote sentir parte del universo, ¡siendo sólo un x que está sentado en el sofá viendo tele! Él mismo decía que guardarse el conocimiento era inmoral, que cuando uno descubre algo (repito de memoria), quiere contárselo a todo el mundo, como cuando está enamorado.

Dos cosas, ya que estamos en esas: ¿qué hay de la autoayuda?, vaya palabreja, cómo puede un libro autoayudarnos, cómo puede alguien autoayudarse. La lectura da más preguntas que respuestas y para prueba la charla que estamos teniendo, entonces, cómo puede ayudarte una pregunta más al saco cuando estás atiborrado de ellas. Y la otra: recordando a Michael o a Manguel, ¿quién está del otro lado? ¿A quién sí le comprabas la idea de la cultura?

Mejor no meterse con la autoayuda, nació corrupta, ja. Pero si debemos criticar algo -siempre es divertido hacerlo-, podríamos comentar los talleres que surgieron en los últimos años, esos enseñan a escribir “autobiografía”. O sea, parten de la base que no sabés escribir, que no leés, que la literatura te importa un carajo pero que tu vida vale ser contada. Para que no la lea nadie, huelga aclarar. Eso vendría a ser la versión pseudoliteraria de la autoayuda. Un verdadero horror. Y conozco gente capaz que da esos talleres. Por hambre, supongo.

Respecto a las preguntas que genera la lectura, la literatura, creo que hay que tomar las preguntas con más cariño y menos desconfianza. Me refiero a las preguntas en general, no sólo la que generan los textos, las preguntas de la vida diaria. La búsqueda de respuestas es necesaria, pero creer que uno va a encontrarlas forjadas en piedra es una ingenuidad. Uno encuentra respuestas todos los días, y al poco tiempo pueden perder vigencia o pueden olvidarse. Son las preguntas las que te mantienen vivo. No quiero decir con esto que hay que fingirse un falso zen y quedarse con pura pregunta, sobre todo si uno no tiene el temple para creerse zen (yo, al menos, no lo tengo), pero sí siento que son un motor, y que las respuestas varían según la experiencia y el momento que se está viviendo. La buena literatura te plantea preguntas que no envejecen, incluso maduran con las relecturas. Quizá sean preguntas en forma de estímulos, de percepciones o emociones que, igual que en la vida, no podemos entender del todo y que son las que nos hacen andar.

Tomando la momificada idea de la cultura… mmh, repito que la cultura en sí no vale nada, es museográfica, pero sí vale el arte cuando te estimula. Lo que valoro muchísimo, de verdad muchísimo, es cuando un escritor/a te entusiasma al comentar a tal o cual autor/a, tal o cual lectura, y te pasa su amor. Es un amor vivo, una invitación a leer. Lo podés ver en mucha gente. En Borges, por ejemplo, con todo lo soberbio que era, sin duda te contagiaba su amor por la literatura, te hacía parte de ella, en sus charlas, en sus discusiones. Lo acusan de erudito pero es todo lo contrario, te transmite su pasión y te despierta interés, ¿qué más se puede pedir? Igual con Ricardo Piglia, que compartía sus pasiones, no sólo sus ideas, o hacía ideas de sus pasiones. Escuchar a Kurt Vonnegut también te llena de buena onda, leer las charlas de Marguerite Yourcenar sobre la literatura y la vida te recargan las pilas como nada. En fin, eso es lo valioso de los escritores/as que comparten sus amores, no los que dictan cátedra o quieran fijar su posición. Nunca leí a Bloom y su canon occidental, ¿qué carajo me importa eso? O escuchar a figuras menores y agrandadas como César Aira, un bluff típicamente argentino, que critica a medio mundo y no dice nada interesante, o a Nabokov, tratando de pisotear a todos los escritores de la tierra para quedar en pie solamente él, etc. La persona que te contagia su pasión es la persona a la que hay que agradecerle. Alejándonos un poco de la literatura, eso mismo hizo Carl Sagan en Cosmos. El tipo, un científico grosso, una eminencia, se pone a compartir su amor por la ciencia, la historia, las artes y termina haciéndote sentir parte del universo, ¡siendo sólo un x que está sentado en el sofá viendo tele! No dejo de agradecerle, cuarenta años después de que salió la serie, su generosidad, su inmenso talento compartido. Él mismo decía que guardarse el conocimiento era inmoral, que cuando uno descubre algo (repito de memoria), quiere contárselo a todo el mundo, como cuando está enamorado. Veo que mencioné muchas veces la palabra amor. Qué bueno, ja.

En todas las disciplinas se topa uno con estos dos: el que busca dar cátedra y el que contagia (o transmite) su pasión. Me parece que estás en el segundo caso, no sólo en tu trabajo como literato, si no en la forma en la que te comunicas o charlas; un ejemplo: esta pequeña plática que estamos teniendo de manera virtual. El caso es que es este entusiasmo, este amor el que logra salvarnos de lo banal que puede llegar a ser la vida, tal vez de esa manera puede uno ayudarse a sí mismo: transmitiendo la certidumbre de que el mundo es una mierda, o de que el Universo es inmenso y nosotros apenas insignificantes (aprovechando tu referencia a Sagan).

En este punto de la charla me gustaría, para ir cerrando, y para molestarte un poco, hacerte una pregunta de entrevistador de Feria (de Libro si quieres), ¿qué les dices a las nuevas voces, a estos jóvenes que empiezan a escribir y aspiran a “hacer literatura”?

¡Uh, esas preguntas, ja, ja! Bueno, les diría que si son jóvenes y están escuchando consejos no están haciendo valer su juventud.

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