La ausencia del presente

 Juan Velasco

Desde las llamadas mañaneras el titular del ejecutivo ha establecido una ríspida relación con una parte de la prensa y los medios electrónicos que lo cuestionan y critican. Desde el atril se han alegado, para justificar la reyerta, cuatro puntos: el ejercicio del derecho de réplica, la búsqueda de un diálogo circular (sic), que los medios y sus periodistas son conservadores, y que los tiempos han cambiado -ya no es como antes-. Con todo esto se ha construido la imagen, de cara a la galería donde se encuentra su base, de un grupo de opinión, periodistas y medios que son adversarios de la cuarta transformación y por eso la critican. Para quien cache la referencia suena a una remembranza de los “emisarios del pasado”.

De ninguna manera me voy a ocupar de los cuatro puntos. Ni es el lugar, ni el espacio alcanza, ni quiero abusar de la paciencia de quien me lea. Sólo haré una pequeña provocación interrogativa sobre el primer punto y una reflexión sobre el cuarto que tiene consecuencias sobre el tercero. La noción “diálogo circular” suena tan metafísica que escapa a mi comprensión.

Según recuerdo uno de los principios rectores de las democracias constitucionales es que la ciudadanía puede hacer todo aquello que no esté expresamente prohibido por la ley. Por su parte, quien ejerce una función pública sólo tiene permitido hacer aquello que la ley manda de manera expresa. Es el principio de defensa de la libertad negativa de que habló Berlin y que Hobbes expresó en una fórmula casi poética “la libertad del ciudadano se encuentra en el silencio de la ley”.

Quien ejerce una función pública, por elección o por designación, se coloca en una posición distinta a la de la simple ciudadanía. Por ello, y para proteger la libertad de la ciudadanía, sólo puede hacer lo que la ley le manda de manera expresa y específica. De otra manera habría riesgo de abuso desde la función pública hacia la ciudadanía. Visto desde ahí va la provocación interrogativa ¿en qué norma, ley o reglamento se mandata al titular del Ejecutivo para ejercer un “derecho de réplica” frente a la prensa y los medios? Lo ignoro, aunque lo he buscado.

“Ya no es como antes, los tiempos han cambiado” se dice. Efectivamente toda narrativa tiene que ver con y manipula el tiempo. Me surge una pregunta ¿cuál es el tiempo de la narrativa que se intenta construir desde el atril mañanero? Un tiempo en el que el presente desaparece, sólo hay pasado o futuro.

Por definición, la prensa y los medios noticiosos abordan el presente. Es claro si recordamos que la primera manifestación de prensa escrita masiva se llamó y se sigue llamando “diario”. A la prensa, a los medios, les interesa lo que pasa hoy porque en eso consiste la noticia.

Otra cuestión es que su abordaje de los hechos presentes pueda ser de baja calidad o que su obsesión por el presente pueda provocar una memoria demasiado corta. El punto acá es que quien hace periodismo trabaja con y desde el presente, a veces recurre al pasado y casi nunca al futuro. Y si es profesional trabaja con información comprobable, con datos verificables.

De manera casi opuesta la narrativa que se trata de construir desde el atril mañanero ignora el presente para concentrarse en el pasado o en el futuro –además de siempre tener “otros datos”. Habla del pasado para condenarlo, para encontrar la fuente o el origen de los males y problemas que se enfrentan. Ya no es como antes pero los males y problemas siguen por culpa de los de antes; es el pasado que se resiste a abandonarnos, es la reacción que se opone a la transformación. En el futuro, cuando el pasado nos deje en paz, habrá bienestar, felicidad y valores. Será maravilloso.

Mientras, el presente de la crisis de salud, económica y de seguridad sólo puede importarle o parecerle relevante a quien se opone a la transformación. Los datos y hechos que documenta y publica la prensa –tercamente obsesionada y estacionada en el presente en lugar de mirar hacia el pasado maldito o el futuro feliz- lo único que indican es su carácter de adversarios al proyecto.

De aquí surge mi reflexión de cierre de este chilaquil ¿Será cierto que la prensa y los medios con los que se ha confrontado el ejecutivo federal son conservadores y adversarios al proyecto? ¿Será que -con mayor o menor calidad, con una agenda o con otra (ese es un debate distinto)- están realizando lo que es su objetivo y misión: registrar el presente? ¿Será que pueden estar ocurriendo ambos fenómenos de manera simultánea?

Me queda claro que la respuesta es complicada. Lo que pienso es que la insistencia de la narrativa oficial de sacarnos del presente, más allá de que pueda ser con el afán de evadir responsabilidades, puede tener consecuencias en nuestra percepción de la historia y la identidad. De ahí puede surgir una paradoja. La 4T pretende hacer historia y lo intenta pero si desaparece su presente ¿a qué historia pertenece?

Es curiosa la disyuntiva. Hacer presente al presente me hace responsable. Hacerlo ausente me permite evadir la responsabilidad. Como sea y con todo lo terrible que resulta, mientras se discute eso, hay muchas personas que inevitablemente enfrentan y tratan de sobrevivir al presente. A saber cuántos llegaremos al futuro y cómo será. En fin. Saludos.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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