La crisis le quita espacios a la máscara y la danza rituales: Turok

Raúl López Téllez

Aunque mantiene su vigencia y todos sus simbolismos, la máscara se encuentra amenazada por la crisis económica, al limitar la continuidad de fiestas patronales en comunidades y pueblos mexicanos y por ende la participación cultural que incluye fiestas y danzas en las que se involucra este ornamento. “No está muriendo la danza, no está muriendo el personaje, está muriendo esta capacidad creativa, de crear y recrear para futuras generaciones, las máscaras”, alertó al hablar de otros riesgos como el uso del plástico o su comercialización como objeto decorativo.

Así lo consideró la antropóloga Marta Turok, quien esta mañana ofreció una conferencia en torno a la máscara, de la que además, consideró, no existe un catálogo o inventario a conciencia de su riqueza en todo el país y de la que mostró variados ejemplos, centrada obviamente en aquellas máscaras que se usan como parte de danzas en rituales o ceremonias propiciatorias, como la del pescado en Michoacán y en Guerrero, hasta otras que se comparten entre etnias como la figura del jaguar, en su mayoría ligadas a la cosmovisión indígena, y posteriores a la llegada del conquistador español con una carga incluso de sometimiento, señaló, como en la “Danza de Moros y Cristianos”.

¿Qué hay atrás de la máscara?, fue una pregunta que se hizo Turok. “Son rituales, mientras no sean decorativas. Eso es fundamental, no es un objeto, no es una artesanía, su intención es que forme parte de la danza y están asociada a la fiesta, siempre hay una fiesta donde se va a crear un sistema simbólico, capas de significados, no es solo lo que vemos a primera vista, sino tenemos un poco que rascarle y tener que ir pelando las capas de significados. La fiesta no se da de manera aislada, forma parte de un ciclo festivo de las comunidades y Michoacán es un ejemplo, donde hay una gran vigencia de los ciclos festivos”. Las danzas propiciatorias, dijo, se realizan en Carnaval y en Semana Santa, “que es la época de secas” y donde estas ceremonias buscan el inicio de las lluvias.

La investigadora participó dentro del encuentro “Grandes Maestros Artesanos y Artesanas”, que inició este jueves en el Centro Cultural UNAM y concluirá mañana, donde señaló que los mayordomos como representantes de las comunidades ya se niegan a realizarlas pastorelas y otras fiestas tradicionales, dada la alta inversión en pago de músicos y danzantes y lo difícil de recaudar los fondos, factor que diluye un punto de encuentro entre manifestaciones culturales y donde la máscara adquiere su sentido.

“Estamos encontrando que en Chiapas hay problemas, en Yucatán hay problemas para realizar las fiestas, gente que dice no me puedo echar esta responsabilidad; estamos empezando a ver una erosión en esto que ha sido el sostén y lo que pasa es que se endrogan, tienen que pagar flores, cuetes, comida, la banda alimentar a los danzantes y a los músicos”, dijo al destacar el estricto sentido comunitario que mantiene los festejos.

No obstante la tradición se mantiene y aunque no exista una cifra concreta sobre cantidad y carácter de las máscaras éstas se mantienen en la escenografía popular del festejo, lo que incluye los bailes que a su vez crearon los indígenas para burlarse del conquistador, apuntó la especialista del Centro de Arte Popular Ruth de Lechuga.

Del mundo prehispánico, dijo que la mayoría de las máscaras son mortuorias, además de su reflejo en murales como los de Cacaxtla, con el Mictlantecuhtli, el dios de los muertos. El jaguar, dijo, “es un personaje mítico desde los olmecas, 500 años antes de nuestra era ya había efigies de los jaguares, Teotihuacan, que es el Clásico, imagínense al jaguar tocando una concha trompeta, es decir, con atributos humanizados, aspectos que se le atribuyen, por un lado, de que es Sol de la noche y por otro asociado a Tezcatlipoca, nos dice que el culto al jaguar también es de muy antiguo y continuó en épocas presentes”.

Máscaras para representar al murciélago, otro animal sagrado para las culturas indígenas, otras hechas con el hueso iliaco de una res o de elementos vegetales que después de ser usadas se sumergen en los ríos, “la naturaleza que se trasforma en un rito”, al igual que una máscara con piel de venado, no la cabeza, formaron parte las imágenes mostradas por Turok, quien destacó que el “mascarero” juega un papel fundamental, ya que se tiene que ceñir a patrones originales dictados por la memoria y que corresponda estrictamente a la danza en que se incluye, así como se encarga de repararlas o rehacerlas. “Imagínense una máscara con el título de ´tiempo´”, dijo al aludir a un objeto arquetípico, “en cuanto a que lo que representa va mucho más allá de lo que vemos”, al mostrar una máscara que tiene tres rostros, dos masculinos y uno femenino.  

Señaló que a la par de la permanencia de las máscaras rituales, existe el fenómeno de su falsificación o pretendida originalidad basada en aditamentos o tamaños descomunales, al igual que como amenaza se ha tornado la prohibición del uso de la madera para su confección, como ya sucede en Colima. “No está muriendo la danza, no está muriendo el personaje, está muriendo esta capacidad creativa, de crear y recrear para futuras generaciones, las máscaras”.

Turok comentó el importante papel que jugó Ruth de Lechuga en la colección y catalogación de máscaras, de las que logró reunir más de mil 400. Sin ser una especialista o antropóloga, sino una apasionada del arte popular desde su profesión de médico, llegó a ser una “gran etnógrafa” que viajó hasta los estados, a pueblos y comunidades, para presenciar las fiestas, hablar con mascareros y danzantes, levantar un registro y adquirir piezas para su colección. De la tendencia a elaborar máscaras decorativas con presuntos tonos de originalidad, aludió a la descalificación que hacia la misma Ruth, “están contribuyendo a la mitificación, al fetichismo”.

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