La movida madrileña

El movimiento cultural que coqueteó con la frivolidad y las drogas: Bárbara Ouka Leele, en retrospectiva.

Liliana David

Madrid, España – Mejor conocida como “Ouka Leele”, la fotógrafa española, Bárbara Allende, es la única mujer artista que figura entre una lista de hombres que hoy sigue siendo un referente de aquel grupo de fotógrafos que formaron parte de “La movida”, un variopinto movimiento cultural, surgido en España después de la dictadura franquista, a finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, con epicentro en Madrid.

“A finales de los años 70, se ‘montaban’ locales de música y ahí se realizaban encuentros de arte de todo tipo. A esta generación no nos hacía falta el lujo, bastaban cuatro paredes donde encerrarse una noche para compartir en ese espacio las visiones de músicos, pintores, fotógrafos, directores de cine y escultores, bajo el motivo del encuentro y la creación”, cuenta en entrevista, realizada desde su estudio ubicado cerca de la estación de metro “Tribunal”, en la capital española.

Ouka Leele

Poco más de cuatro décadas son las que han pasado desde el surgimiento de “la movida madrileña” y Ouka Leele recuerda esos locales o bares (como el Rock-Ola o la Vía Láctea) donde llegó a encontrarse con Pedro Almodóvar (para quien realizó los diseños de los sombreros de su película Laberinto de pasiones) y con quien rara vez aún se telefonea.

Sin embargo, Bárbara se percibe a sí misma muy distante de todo aquel movimiento cultural que por entonces la sedujo como a muchos otros, quienes, igualmente, se sintieron atraídos por la necesidad de expresarse sin cortapisas, motivados por el frenético y único deseo de experimentar una libertad sin ideologías, ni reivindicaciones políticas.

De hecho, puede decirse que esa falta de compromiso sociopolítico sigue siendo actualmente uno de los principales motivos que algunos autores critican de aquel movimiento cultural, en el cual no ven sino una forma superficial de rebeldía que sirvió para introducir en España, y bajo el gobierno del Partido Socialista, un modelo de vida neoliberal, seducido por el dinero, la fama así como por las capacidades de expresión y consumo de un individuo atomizado y aislado, incapaz ya de reclamar un vínculo profundo con su entorno social. Pero sobre esto, puede leerse más en el reciente libro de Víctor Lenore, Espectros de la movida (Akal) o el de José Luis Moreno-Ruiz, La movida modernosa: crónica de una imbecilidad política (La Felguera).    

El caso de Ouka Leele fue entre muchos, uno de los que supo bien reciclar cierta influencia del surrealismo en su obra fotográfica, mezclada con una predominante presencia del arte pop, así como del influjo de ciertos movimientos musicales provenientes de un lugar tan cosmopolita como Londres. Fue en 1985 cuando realizó también la portada de disco para el grupo “Peor Imposible”.

Serie Peluquería. Ángela Pallín, Ouka Leele

Asimismo, en aquellos años, los artistas de la movida madrileña hacían eco de cada uno de sus pasos, gracias a la proliferación de los medios de comunicación masiva y, particularmente, a las televisoras españolas que veían y retrataban en esa movida generación unas ganas alegres de exploración creativa que los identificó: una libertad donde cabía todo, dice Bárbara.

“Fue un movimiento que nos cautivó porque soñábamos con cosas que, quizá, no podían ser realidad. Aunque hubo mucha libertad creativa y eso marcó la diferencia con respecto de las anteriores generaciones que eran muy políticas, nosotros estábamos cansados de esa guerra absurda en España. Imagínate, la guerra dejó un pozo desagradable del cual muchos querían sacar la cabeza y respirar, eso fue ‘la movida’ también. Pero, por otro lado, había un gran terreno cenagoso, sobre todo por las cosas horribles que trajeron las drogas. Las personas podían destrozarse de un día para otro: tener, por ejemplo, a tu mejor amiga y, al poco tiempo, verla morir por haberse metido a la heroína. Todo eso fue muy duro. La verdad, estábamos renegando de nuestros padres que hablaban de la guerra como de una vivencia increíble y nosotros no queríamos saber ya nada de eso, pero nuestra juventud se mató igual o peor. No puedo no decir las cosas que veía entonces.  Y yo quería estar y no estar, a la vez”.

En esa contradicción, en esa mezcla de ambigüedad es como se mira en retrospectiva Bárbara “Ouka Leele”, como una espectadora de aquella chica de poco más de 20 años impresionada por el autorretrato de la que fue y que ya no es, “como si estuviera viendo a otra persona, pero de la que también me admiro porque lo que me gustó mucho de esa primera época fue la ácida y sarcástica adolescente que, a través de sus ojos, contaba el mundo con sus horrores y banalidades;  tenía mucha fuerza y gracia”, afirma la artista.

No obstante, –prosigue -, a veces, pienso que debería hacer una rueda de prensa para decir públicamente que reniego de ´la movida´, porque hay cosas que me espantaron tanto, que siento necesidad de renegar de ella, porque vi algo muy oscuro, que nunca me gustó. Pero así fueron los años 70, los 80. Cuando eres joven, hay necesidad de no sentirse solo, estar al lado de otro nos dio fuerza.  Así que, como éramos muchos, pensamos que podíamos hacer cosas”.

El beso, Ouka Leele

En sus inicios, no fue la fotografía su primera búsqueda, ya que Bárbara quería ser pintora. Pero pronto se integró a la escuela Photocentro donde la empezaron a llamar “la nueva promesa de la fotografía española. Así, envuelta en el fenómeno de aquellos años, rechazó la oferta de sus padres para irse a estudiar Bellas Artes en Nueva York.

No obstante, hoy sigue siendo una reconocida artista, muchas veces invitada a exponer su obra visual en diferentes sitios, fuera y dentro de España. Su más reciente reconocimiento internacional ha venido de la emblemática ciudad de Arles (Francia), donde viviera Vincent Van Gogh y donde se inauguró en octubre de 2019 una exposición retrospectiva de La movida madrileña, bajo el título La Movida. Chronique d’une agitation, 1978-1988.

Por este y otros motivos, ante los ojos de los demás, sigue siendo una de las más famosas representantes de ese movimiento, “en el que me quedé atrapada porque tenía que vivirlo”.

Sin embargo, ve con extrañeza que no haya hoy en día muchos movimientos artísticos, como si “La movida” hubiese sido el último coletazo en su país: “Todos los ismos con los que crecimos han desaparecido y ahora no oigo hablar de ningún movimiento. Considero que el artista ha dejado su poder a los gestores, a los críticos de arte, a los galeristas que ahora se creen los artistas”.

Serie Peluquería, Ouka Leele

En ese sentido, asumiendo su carrera en solitario y fuera de los grandes circuitos culturales de la actualidad, Ouka Leele ha tomado, con 63 años de edad, otro rumbo en su búsqueda artística. Su misión en el arte y en la vida es aportar belleza, pues “hay demasiados horrores en la televisión, muchas crueldades como para que los artistas expresemos también horror”.

Por ello, su quehacer se debe ahora a una máxima: “ser como una flor, porque las flores son catedráticas de belleza. Me interesa ahondar en el mundo espiritual y místico, tener una mayor conexión con el tema de la naturaleza. Para mí, fue difícil estar en la movida porque siendo como soy no encajé con esa especie de visión de La movida frívola y urbana y muy coqueta con las drogas”.

Más sobre su trayectoria artística

En 1987, Bárbara realiza el gran montaje de La Cibeles representando el mito de Atalanta e Hipómenes, una exposición retrospectiva en el Museo Español de Arte Contemporáneo.

En 1988 se instala en París para realizar la serie de polaroids gigantes para la Fondation Cartier. Recibe el Primer Premio Nacional de Bibliofilia (2003) por “El Cantar de los Cantares” con sus serigrafías y dibujos.

Realiza por los mismos años un mural en Ceutí, Murcia: “Mi jardín metafísico” de 300 metros cuadrados y edita el nuevo libro de bibliofilia “Floraleza” con sus poemas y serigrafías íntimamente relacionados con el mural.

En 2004 recibe el Premio de Cultura de la Comunidad de Madrid y se realiza una exposición retrospectiva de su obra: “Pulpo’s Boulevard”. En 2005 le es otorgado el Premio Nacional de Fotografía que le lleva a retomar la fotografía. En 2007 realiza las obras “La menina ingrávida” y “Mi cuerpo es mi territorio”, que expone en el Museo del Prado formando parte de la colección: “12 artistas en el Museo del Prado”.

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