Los días de la comuna

Horacio Cano Camacho

Me gusta la novela histórica, aquella que cuenta acontecimientos históricos reales, pero aderezados con la imaginación del escritor. Pero cuando la historia se mezcla con la novela negra, disfruto de lo mejor de los dos mundos. Eso me pasó con El Nombre de la Rosa de Umberto Eco y luego me volvió fan de Philip Kerr que creó un personaje que busca solucionar crímenes en medio del fin del mundo. A estos dos autores le han seguido numerosos nombres, como Benjamin Black (ya comentado en este Bufete) o Ben Pastor. Todos ellos han recurrido al crimen para narrar una época, generalmente convulsa y en proceso de cambio.

El autor que ahora les presento ha incursionado con muy buen pie en esta corriente. Se trata de Hervé Le Corre, que en Bajo las llamas (Roja y Negra, Reservoir Books, 2020. ISBN 9788417910327) nos cuenta la historia de Antoine Roque, antiguo encuadernador que es elegido por el pueblo Comisario de Policía en los últimos días de La Comuna de París. La novela describe la persecución de un asesino de mujeres es esos días aciagos. En el estilo de Philip Kerr, Atoine Roque sabe que la Comuna será derrotada, pero él debe cumplir con su obligación y detener al monstruo que está matando mujeres…

Hervé Le Corre

La Comuna de París fue el primer experimento de una sociedad que se dio un gobierno socialista en Europa (1871). Luego de la caída de Napoleón III, después de la estrepitosa derrota de Francia en la Guerra franco-prusiana, se instauró la III República de la mano del llamado “gobierno de salvación nacional” que resultó en una copia del imperio, pero sin emperador. Esta simulación fue rápidamente superada por las masas, que en un contexto de miseria y hambre se organizó y en una insurrección popular instauró el autogobierno de la Ciudad, echando al gobierno “oficial”, que se refugió en el Palacio de Versalles, desde donde combatió con toda la fuerza el levantamiento. Todo con una energía superior a la mostrada para combatir al enemigo prusiano.

El experimento duró más de dos meses. La Comuna de París, que tenía como símbolo una bandera roja, instauró una serie de medidas revolucionarias que aun con su brevedad, marcaron el fin del absolutismo en Francia y construyeron los principios de la democracia participativa que aun ahora siguen vigentes: El ejército y la policía fueron reemplazados por la Guardia Nacional, integrada por ciudadanos comunes, como artesanos y jornaleros; se estableció la separación entre la Iglesia y el Estado; los cargos públicos eran sometidos a elección popular y se regían por el principio de revocación de mandato; se dejaron de impartir clases de religión en los colegios, por tratarse de un tema de decisión personal, entre otras medidas.

El pueblo cerró la ciudad de París con barricadas para proteger a la Comuna, sin embargo, la represión gubernamental acabó violentamente con el esfuerzo anticapitalista, hasta registrarse un intenso combate dentro de París que tuvo su final el 28 de mayo de 1871 con más de 20,000 muertos a manos de las fuerzas represoras.

La guerra, y en particular la civil, destacan por su crueldad. Como si matarse entre iguales, abriera el campo a todo tipo de patologías. Se conocen muchos ejemplos de personajes siniestros que aprovecharon estos contextos para ocultar sus crímenes en un ambiente en donde nadie repara en un cuerpo más. Esto es aun más terrible con las mujeres y los niños en donde claramente se ensaña la tragedia.

En Bajo las llamas, un psicópata, asesino de mujeres joven es, aprovecha el desorden para insertarse con todo su sadismo en la revolución comunitaria. Antoine Roques, encuadernador de oficio, por su solvencia moral y su compromiso con la revolución, es nombrado Comisario del Pueblo y se le encomienda la tarea de dar con el asesino. En un mundo que se derrumba, Antoine mantiene firmes sus principios morales que le llevará a enfrentarse con sus mismos compañeros de la comuna, en la que los abusos de todos lados están a la orden.

Antoine es un hombre bueno e inteligente. Sabe que su utopía no tienen futuro y se está derrumbando, pero también sabe que alguien debe hacer algo para encontrar al asesino que viola y mata a las mujeres, para de esta forma restituir, a su manera, un poco de la justicia que la Comuna reclama. Se vive en el infierno, el mundo está llegando a su fin, pero eso no disminuye que los muertos (las muertas) reclamen que su historia se conozca y no sucumban al olvido y la estadística.

La narración de Hervé Le Corre es poderosa, nos traslada a las barricadas en donde compartimos los sueños y las esperanzas de los ciudadanos de París, al mismo tiempo que va deshilando la historia, la verdadera, de ese sueño truncado que fue la Comuna de París. Todos los personajes son muy sólidos, como Nicolas Bellec, combatiente de las barricadas, cuya esposa Caroline, mujer firme y luchadora, líder de las mujeres de la revolución,  ha desaparecido y se teme sea victima de Henri Pujols, un antiguo cochero, violento y ácrata, que constituye la verdadera antítesis de la revolución y que desde las primeras páginas se muestra como el monstruo a perseguir.

Decía párrafos arriba, que esta novela muestra vasos comunicantes con el estilo de Phillip Kerr y de la escritora Ben Pastor que ya pronto comentaremos aquí. Ambos crearon personajes que viven al borde. En un mundo que parece ser el fin del mundo, intentan hacer -a su manera- un poco de justicia. Pero Bernie Gunther y Martin Bora, sus creaciones respectivas, son hombres buenos en el lado equivocado, pues ambos son policías al servicio de los nazis. Antoine Roques, como estos, busca la redención a partir de cumplir con su deber, aun a pesar de que a nadie le importe.

Es imposible no reflexionar, mientras leemos, en la situación de México -y esta, por desgracia no es una novela-. Los años de ausencia del estado, de la corrupción galopante y complicidad con el crimen, engendraron al monstruo que ahora parece devorarnos, pero ¿tenemos un Atoine Roques para reconstruir el aparato de justicia?


Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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