Malva Marina: Interiores

Malva Marina

Cóctel Sensorial

I

La arenosidad de las nubes caían como el tiempo en un frasco de cristal. Y la luna evidenciaba las pequeñas casas de un barrio aledaño. Me inmovilicé frente a su luz y la decepción de un viejo grito era ahora el pretexto para cambiar la mirada.

El jazz tintineaba a contratiempo de la luna y yo sólo podía ver un azul cremoso derritiéndose en el paladar de mis pupilas. Las estrellas ya no eran luces de ciudad y yo sólo podía ser lunática y escombros. Las nubes como criaturas de mar nadaban sobre nosotros y yo sólo quería ser poeta necia. Pero tan necia y ni tan poeta me atoré en la noche de una luz intermitente.

II

Al pardear su mirada en mi piel un crepúsculo neón incendió la habitación, ya no era un letrero propagandístico de cerveza sino la luz exacta de un sueño próximamente reprimido.

Torrente sanguíneo, acordeón de ideas, moscas que ya no molestan porque silban al son de un amor podrido. Hedor a vómito cantinero y yo levitando. Corrompida en el desierto de una habitación bebo la tercer espumosa y ya no veo. Sin ser ceguera de Saramago me muevo entre una luz brillante, no reconozco el espacio. Me disfraza de nostalgia infantil un aroma conocido, la insistencia de la temperatura alta alborota mis recuerdos de adolescencia y, a lo lejos, observo un encuentro anhelado por mi juventud… Y yo juraba que los besos de saliva verde eran para morir y aquella noche comencé a vivir.

III

La lluvia parecía ácida pues la sensación de derretimiento me acompañaba en su goteo fractal. Era inútil concentrarse en la música, mis ideas habían cobrado vida y las veían caminar entre las ondas sonoras, no existía tal cosa como una realidad visual alterna sólo el poder imaginativo de una mente alterada.

Había flores flotando en cubetas recicladas, era una bodega y el eco de cualquier sonido rebotaba en mi cráneo. Sólo podía sostener una conversación en mi cabeza, pero todas mis voces querían platicar. Espolvoreé más nubes con mi boca en un segundo intento de acoplarme al ambiente, pero se trabó el cassette y tuvimos que reiniciar la consola.



Las máscaras de una autopsia

En mi cerebro vive una anciana dispuesta a morir, pero no quiere deshabitar las ventajas de un cuerpo joven.

En mis dedos gobierna una adolescente intrépida, pero teme acostumbrarse a la soledad adulta.

En mi razonamiento se reproduce un efecto mariposa, pero le agobia malgastar su intuición acertada.

En mi alma reza un kamikaze idealista, pero se confunde cuando aterriza en mis pupilas.

En mis caderas danza la herencia de una historia cobriza, pero vomita el exotismo de su encanto.

En mi risa sobrevive un refugiado optimista, pero cuando la frontera de mi sonrisa se disuelve le asustan las ideas de mi seriedad.

En mi corazón late una niña, pero madura cada que respira la amargura de la ciudad.

En mi dualidad ya no hay binarios porque ya no sé qué máscara te responderá.


Malva Marina.

Pasante de la carrera Literatura Intercultural en la UNAM ENES Unidad Morelia, con el área de profundización en Semiótica. Maestra adjunta en la materia de Historia y Análisis Cinematográfico de la carrera de Historia del Arte en la UNAM ENES Unidad Morelia en el ciclo escolar 2016-2017. Editora y asistente en el Comité Editorial de la revista Montajes. Revista de análisis cinematográfico UNAM del 2015 – 2017. Freelance en el área editorial de carreras en línea de la Universidad La Salle Bajío 2017-2018. Creadora de contenido en la revista virtual Periódico 637 de la asociación civil Futura en 2019.


Imagen de portada y foto del Festival de Monólogos, Teatro Ocampo, 2018: Wendy Rufino (el-artefacto)

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