Materia oscura: Minificciones

Abraham Nuncio

Para enfrentar las señales ominosas de una guerra atómica

Las sirenas de alarma funcionarán oportunamente. Retirarse en ese momento de las ventanas (no tanto por razones de seguridad como para evitar la entrañable nostalgia de los árboles y las antenas de televisión). Despojarse de inmediato de todo objeto metálico, trátese de moneda fraccionaria, un brazalete o el revólver que pudo haber servido (lo hizo imaginariamente) para dejar como regadera a los que más se enconaron en cerrarle a uno el paso por la vida. Es necesario también alejarse de objetos fácilmente astillables o fusibles. Ponerse en posición de cuclillas para cuando aparezca en el cielo, cegador y apocalíptico, el resplandor de la detonación prevista. Meter entonces la cabeza entre las rodillas todo lo más posible y darle un beso a sus nalgas por última vez.

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Versión con literatura de unas instrucciones que la imaginación del Departamento de Seguridad de los Estados Unidos no ha podido proporcionar y que por ello, en su lugar, otros han estado difundiendo a través de sugerente pósters.

Para devolver el equilibrio a la ciudad

En el momento en que se sientan ganas y en la pared más próxima (si es de ladrillos una suerte, se logrará entonces un contraste más sonoro y espumoso), allí. Sacársela y orinar. Ah. No tardará en aparecer por la ventana de arriba una señora que en su vida esperaba descubrir espectáculo más inmoral, y como jalada por el peso de la vida se inclinará lo suficiente para cerciorarse mejor y enseguida de su boca saldrán las admoniciones vago/pelado/enojo/cochino/infeliz/bilis/amenazas/llamo a la policía. Sin interrumpirse y cuando esté en lo de propiedad privada y casa decente, todo lo que hay que hacer es ponerse a ladrar levantando al mismo tiempo una pierna. La respetable dama se tranquilizará de inmediato, apenas hará el gesto que acostumbra a la hora de la pasiflorina y se retirará de la ventana como para evitar la corriente de aire. Así se le podrán dar las tres sacudidas de rigor para no dar lugar a que se quede la gota traidora, y guardándosela se volverá al ritmo normal de las cosas.

Foto: Tom Roberts

Para funcionalizar la doma del unicornio

Los cazadores conducen a la doncella hasta lo más profundo del reforestado bosque y allí la ven quitarse, entre hábil e inexperta, una a una sus prendas: púrpura primero y al final negras. Libre de broches y cremalleras, de elásticos y listones, desnuda la colocan en la posición llamada de Indrani sobre la tierra grama. La asperjan con hippomanes y provéenla de un vibrador manual, rasuradora auto dinámica, funda seminal y pañuelos desechables, y se van. El relampagueante unicornio la huele y acude a ella y al verla sus ojos se prenden como focos y la pelambre se le pone brillante y como recién peinada con almohaza pulida por el uso. Se afana el bello endriago por encontrar en el centro de la doncella el delta velloso: sin provecho, pues en su lugar sólo se muestra un empeine devastado y cubierto por una materia ceniza que se pega a sus indecisos belfos cuando a olerla se acerca. Desconcertado y confuso el unicornio no advierte que la doncella le ha tomado el alicuerno y con él ejecuta una operación impaciente y terrible que lo ablanda y al fin estremece. Tan pronto siente la doncella que el alicuerno se ha tornado en el lamentable cartílago de un pavo y sin levantar su cerco de muslos del fino y otrora potente cuello, saca los pañuelos desechables y le enjuga al unicornio las lágrimas que ya le mojan las angulosas quijadas. Vuelven entonces los cazadores y se llevan a la atristada bestia al taller de diseño de una fábrica productora de tapices.

Para matar el tiempo

El arma no importa, puede ser un filero o una lectura condensada. La atención debe fijarse en interesarle los órganos vitales y en lo artero del golpe que además debe ser puntual.


Abraham Nuncio (Texcoco, 1941).

Licenciado en Derecho por la Universidad Autónoma de Coahuila, hizo también estudios de maestría en la Facultad de Filosofía y Letras (ffyl) de la Universidad Autónoma de Nuevo León (uanl). Fue director de la revista Deslinde, presidente de la oficina de Investigación y Difusión del Movimiento Obrero y secretario del Consejo de Administración de la editorial Claves Latinoamericanas. Ha sido colaborador de Nexos, El Machete, Excelsior y de otras publicaciones de la Ciudad de México y de Monterrey. Ha sido Director del Centro de Estudios Parlamentarios de la Universidad Autónoma de Nuevo León, y Director de la Biblioteca Vasconcelos en la CDMX.

Narrador, poeta y analista político en obras como Fábulas del poder, una parodia de la vida política y social del presidencialismo mexicano de la década de los ochenta del siglo xx. Reunida en los volúmenes En blanco y negro y Recetas para nada, su poesía destaca resumir las utopías, la rebeldía, la crítica social y las decepciones de la generación de los años sesenta en un lenguaje directo y humor corrosivo.

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