Materia oscura: Ya no tenemos cementerios

Edgar Chávez

Debería haber una ley que obligara a los muertos a dormir. Están siempre despiertos, a todas horas, esperando que sus huéspedes abran los ojos para conversar o para pedir cosas. Aparecen en el celular, la televisión, el coche o hasta la Alexa. Siempre contando historias de cuando estaban vivos.

Ayer en la mañana Mariana me pegó un susto cuando estaba cocinando; me dijo que ella no freía los huevos así, que siempre esperaba a que el aceite estuviera mas caliente para que no se pegaran; luego comenzó a monologar recordando a su tía Rosita que le había regalado esa sartén y no se cuántas cosas más.

Quisiera tener momentos de soledad, poder sentarme a gusto a beber una cerveza mirando a la calle, la pared, el cielo o el mar sin que Mariana comente conmigo algo.

Estar muerto es tener muchísimo tiempo libre, todo el tiempo del mundo en realidad. Por eso siempre están de visita. Yo no sé si a los demás les pasa lo mismo o si será porque siempre he sido reservado. Con los vivos es mas fácil, simplemente les cierras la puerta o no los invitas a las fiestas. Con los vivos no tengo problema.

Cada vez que Mariana me colma la paciencia juro que yo no seré así, enfadoso y desconsiderado. Desde siempre se ha dicho que todo tiempo pasado fue mejor; pero yo creo que ahora más que nunca es cierto. Antes los muertos se quedaban muertos, ausentes para siempre. Recordados, sí, pero no presentes; siempre presentes.

Convivir con los muertos es como tener una extensión de la conciencia, como tener pensamientos independientes, alguien siempre opinando, siempre dando razones para tal o cual cosa. No me imagino cómo es estar muerto, saber que ya no tienes un cuerpo; pero estás consciente, puedes ver el mundo a través de cámaras en la Nube, escuchar a través de micrófonos, viajar de un lugar a otro, simplemente cambiando de dispositivo. No puedes disfrutar de una comida, una cerveza o el sol o la brisa en la piel.

Bueno, eso no estrictamente cierto. Mariana me contó que le ofrecieron el servicio que simula muchos sentidos. Es caro, tendría que encontrar un trabajo mejor pagado para tenerlos. Su trabajo no paga tanto, es tutora de unos niños (unos niños vivos, creo), les ayuda con las tareas y a veces se queda a jugar con ellos. Son hijos de un matrimonio de ricos. Nosotros no tenemos suficiente dinero como para pagar el servicio “Ultra” en la Nube. Nos tenemos que conformar con un procesador compartido que alcanza para activar muy pocos servicios, a nosotros sólo voz; ni siquiera imágenes sintéticas, ya no digamos un robot físico.

Confieso que hay veces que preferiría vivir en otros tiempos, en el pasado, para poder ser viudo propiamente, para buscar otra pareja. Ahora estoy a medias, como muchas otras personas. Ni estoy soltero ni estoy casado.

Ahora que lo pienso, me parece chistoso que antes hubiera una frase hecha: “hasta que la muerte los separe”, decían en las bodas. Ahora la muerte no separa, nomás nos deja a medias. No la puedo correr, no le puedo decir que ya estoy harto de no poder estar solo. Cuando estaba viva nos íbamos a trabajar, a pasear con los amigos, a algún restaurante o a pasear por el malecón. Entiendo que es la falta de dinero lo que hace que no pueda convivir con ella más que platicando. Me encantaría poder verla a los ojos, sentir su olor y la suavidad de su piel. Estoy harto de sólo poder escucharla y no poder hacer mas.

Si el dinero llegara a escasear más, no tendría mas remedio que ponerla a hibernar, eso es mas barato que un procesador compartido. He escuchado que eso puede dañar el circuito cuántico que es donde realmente vive. Ella necesita estímulos, mantenerse activa para que no se apague en definitiva su consciencia. Es su derecho mantenerse a perpetuidad en la morgue; pero alguien tiene que pagar por el procesador con el que va a interactuar en el mundo real.

Esa es la parte complicada. Los ricos se pueden dar ese lujo, hay unos robots tan realistas que uno bien podría decir que son personas vivas. Cada uno de ellos gasta tanta energía en la Nube en una hora como lo que gasta Mariana en nosotros en varios años.

Siendo rico sí vale la pena estar muerto. En la tele luego hay historias de ricos y famosos que tienen varios cuerpos (aunque sólo pueden tener uno activo, al parecer tiene que ver con algo de mecánica cuántica que no puedan activar dos cuerpos al mismo tiempo). Qué desperdicio y qué coraje.

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Mariana consiguió trabajo en Starlink, al parecer es la compañía que tienen los papás de sus tutorados. Parece que tienen una Nube muy poderosa, en sus horas de trabajo tiene acceso a un cuerpo de última generación. Estoy tan contento. El sueldo es muy bueno; quizá pronto la podré ver cuando conversemos. Me emociona pensar que en algún tiempo ella podría tener un cuerpo propio y dinero para pagar servicios “Ultra” en la Nube.

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Es curioso que teniendo ya tiempo libre, con Mariana trabajando en Starlink, ahora la extraño. No me importa que sea sólo conversar, o escucharla. Trabaja turnos de veinte horas, a veces me visita cuando estoy dormido o cuando estoy trabajando. Como los muertos no necesitan comer, descansar o dormir, pueden trabajar continuamente. Ojalá pronto pueda verla, me dijo que ya le faltaba poco para completar el pago del servicio “Ultra”. Una ventaja de trabajar en donde tienen muchos recursos es que su cubo cuántico se mantiene aprendiendo, evolucionando.

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No sé si es mi imaginación, o si Jeanine me vio con ternura hoy en la oficina. Estábamos tomando café, cerca de la cocina. Me acerqué al mostrador para alcanzarle una galleta y vi su reflejo en la puerta de cristal del mueble. Me miraba fijamente. Quizá siempre me ha visto así y apenas le puse atención ahora que no ando cargando para todos lados a Mariana en el celular.

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A Mariana ya no le gusta regresar a casa. Me puedo dar cuenta. Se escucha desganada en la app, despidiéndose con prisa después de una conversación. Sólo me dice “me llamaron del trabajo, me tengo que ir, hay una emergencia”.  Sí debe ser mucha diferencia poder deambular con un cuerpo físico y no en una app en el teléfono.

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Hoy fui a comer con Jeanine. Qué agradable sobremesa tuvimos. Regresamos a casa a ver una película. Se quedó a dormir. Hace varias semanas que no veo a Mariana.


Edgar Chávez.

Es originario de Morelia, vecino de Ensenada y es feliz desde 1964.

Sabe leer, escribir y hacer cuentas, e incluso se dice que guarda muy bien su faceta de experto en computadoras porque lo busca la unidad cyberpolicíaca de la CIA.

Imágenes: Emil Melmoth

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