Ochoa, el sisífico arte de cargar con la literatura I

José Agustín Solórzano

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Existe esta idea de que la obra o un manuscrito siempre es «ensuciado» por los principios monstruosos del mercado y por el editor insensato. No hay nada más alejado de la realidad. Si a un libro le va bien al editor le va bien dentro de los límites materiales de cada editorial.

Sidharta, eres una mujer que escribe y edita libros. De entrada, eso nos hace suponer que vives para la literatura, pero qué tanto de esta aseveración es cierto, ¿vives PARA la literatura o DE la literatura?, ¿o ambas? Y en todo caso qué significa vivir para y de la literatura en un mundo como el nuestro; sobre todo en un país como el nuestro. ¿Se puede vivir de la literatura o para ella?

Fíjate que hace unas semanas, en la Feria del Libro de Guadalajara, un amigo editor hacía una acotación sobre Walter Benjamín y su muerte. Decía que mientras huía de los nazis cruzando los Pirineos junto con Lisa Fitkko llevaba una maleta consigo ¡llena de sus manuscritos! Quiere decir que huía cargando semejante mamotreto. Quizá uno de los más valiosos de la filosofía contemporánea. Ya sabemos todos que la historia termina con el suicidio de Benjamin. Pero este detalle me sacudió y se me salieron las lágrimas. ¡Cargar con sus manuscritos aun cuando estaba en peligro de muerte! Muchos editores ponen su vida al servicio del libro. No solo en épocas de dictadura. Me refiero al acto de cargar los libros. Me refiero a vivir para el libro aunque ningún nazi te persiga. A poner tu energía en el libro. El ecosistema del libro no siempre es visible. Con el esfuerzo económico y físico que esto implica. El acto de Benjamin lo resume. Hay una carga física y simbólica monumental en el libro. Yo he echado a perder maletas por el peso de los libros. Bolsas. He perdido al menos dos aviones. Me he angustiado tremendamente por razones que tienen que ver con el libro. El esposo de una amiga y poeta que colabora conmigo no sé cuántos kilos de libros ha tenido que cargar este año. En la misma feria yo ya no podía cargar con más títulos y terminé rompiendo dos bolsas. Llegando a mi casa me esperaba una caja arruinada por el sistema de mensajería. Se salvaron todos los títulos. La misión es que el libro llegue al público. Pelear por algún puntito de venta …y sin embargo los esfuerzos siempre parecieran pocos. Nadie puede entender el ecosistema del libro salvo aquel que ha editado. Incluso el autor. Quizá Benjamin sí.

Por otro lado, vivir con la literatura ha sido el tema que me trajo a la edición y que toda mi vida gire en torno a eso. En mi caso la escritura es un registro colateral de la vida y sus metáforas. Pero esto es solo una parte del proceso. Escribir, porque si no escribes pierdes el sentido. O un equilibrio que siempre ha sido precario en mi vida. Sin el acto de escritura que involucra a la psiquis, quién sabe dónde estaríamos muchos. Así que sí, vivir de la literatura con las dificultades que esto implica, y para la literatura.

Empezamos la charla con bastante energía. El tema Libro es muy apasionante; claro, para alguien que ha dedicado su vida a ellos, pero también se trata de un tema complejo. En ocasiones, se le aborda de manera simbólica, incluso se cuentan anécdotas, historias, casi parábolas en las que el libro es el centro de la trama, como la que acabas de referir de Benjamin, pero no siempre vemos al libro desde su dimensión física, como el “objeto libro”. Creo que para una persona que se dedica a “hacer” libros, no sólo a escribirlos, sino a editarlos, a venderlos, a “buscar un público” como tú misma lo dijiste, el libro es, además de un signo de cultura y de conocimiento, un producto, un objeto de consumo. Es bien interesante ese tema, porque generalmente el autor está peleado con el editor por razones de ese tipo, mientras el escritor considera su manuscrito un bien intangible (muchas veces incluso invaluable), el editor debe verlo como un objeto de consumo, algo que hay que “vender” o “acomodar” en un mercado. Tú eres ambas cosas, escribes, como dices, para no perder el sentido, pero también editas y vendes libros. ¿Hay una Sidharta escritora y una editora? ¿Puede, por ejemplo, una editora como tú, que además escribe, entender mejor a sus autores, o al menos tratar de lidiar mejor con sus caprichos narcisistas?

Creo que has dado en un punto fundamental. Entre las grandes anécdotas de la historia de la literatura está siempre la figura antagónica del editor y el autor. El editor como un burdo mercader o un prepotente exquisito. Alguien que no entiende el valor real de la literatura. Sino sólo el valor del objeto. Creo que cuando menos sólo se ha contado una parte de la historia. El autor como productor y ay, otra vez vuelvo a Benjamin; es el actor principal en la existencia del libro. Pero no es el único. Existe esta idea de que la obra o un manuscrito siempre es «ensuciado» por los principios monstruosos del mercado y por el editor insensato. No hay nada más alejado de la realidad. Si a un libro le va bien al editor le va bien dentro de los límites materiales de cada editorial. Por otro lado, como autora he tenido tres editores y jamás se me ocurrió cuestionarlos duramente. Por eso se me hace más complicado lidiar con los caprichos personales de cada autor. La lógica del libro es distinta a la de cualquier otro artículo de consumo. Lleva tiempo que se cree valor en torno a él. Estas lógicas las desconocen muchos autores. Muchas veces los editores operamos en deuda porque no hay retribución; por ejemplo, de las librerías administradas por el Estado, y en muchos casos tampoco por parte de las librerías privadas. Pienso en John Kennedy Toole cuya madre culpó al editor Robert Gottlieb del suicidio de su hijo a causa de un rechazo editorial. Imagínate.

El error de Gottlieb fue responderle correos al autor desconocido. Si lo hubiera ignorado completamente no se le responsabilizaría de su muerte. A veces cometemos grandes errores al darle espacio a voces que eventualmente te reclamarán todo lo hecho mal. No sé… es una relación compleja.

Tocas un tema que me parece fundamental en esta charla: el rechazo editorial. Es un tema bastante complejo que comienza desde la gestación de la obra. El autor, al menos ese autor al que consideramos “profesional”, es decir, uno que quiere dedicar su vida a la literatura, desde que crea su obra lo hace pensando en que en algún momento se publicará. Sabemos, como personas que llevan años en el medio, que esa parte, que para el autor puede parecer el “fin natural de la obra” no siempre sucede; me atrevo a decir que la mayoría de las veces la tan ansiada publicación no llega. Hay muchas anécdotas (unas divertidas, otras fatales) que tienen que ver con rechazos editoriales de grandes obras o grandes autores, incluso de libros que luego se volverían un bestseller (Harry Potter). Al menos en México, desde que comienzas a dar tus primeros pasos en el mundo editorial te advierten que habrá muchos rechazos, pero te invitan a mantenerte terco y trabajando: la escritura, te dicen, es lo esencial, la publicación vendrá después, como una consecuencia natural. Y ahí comienza a gestarse la frustración del autor, y hay dos opciones: o te acostumbras al rechazo y al fracaso, o terminas aborreciendo el medio y, dependiendo de tu situación vital, como pasó con Toole puedes llegar hasta el suicidio. ¿Porque qué pasa cuando estás seguro que tu misión en la vida es la literatura y lo entregas todo a esta empresa durante años sólo para recibir rechazo tras rechazo? El editor, lamentablemente, es el portador de la palabra no, o simple y llanamente, como tú dices, del silencio que precede a los correos y a los manuscritos enviados a dictamen. ¿Así como el autor debe acostumbrarse al rechazo, el editor debe acostumbrarse al odio?, ¿qué opciones crees que haya para un escritor en México? Yo veo la autopublicación, las editoriales pequeñas y los certámenes literarios como las opciones para la publicación, ¿tú qué opinas?

Definitivamente hay caminos alternos para la existencia del libro además de recurrir a un editor. Pienso que muchas veces libros que llegan a la lista de los mejores no venden ni una fracción de muchos libros auto publicados por YouTubers e influencers. El libro que he editado y que vende más en línea de manera sostenida durante los últimos dos años es de una chica influencer (editado en otro sello distinto a Abismos). Por un lado el mercado de los libros es inexistente para la mayoría de los autores en México. Es costoso llegar a un punto de venta o moverlos de A a B en una feria o evento para solamente vender dos o tres ejemplares. Las editoriales, así como las refinerías, siempre están al borde de la bancarrota. Luego a las editoriales independientes se les acusa de depender del Estado. Mi experiencia en ese sentido es que no se podría sobrevivir con subsidio cero y que muchas veces llegar a obtener un subsidio requiere un esfuerzo titánico. No se trata de una casta mimada. Los certámenes deben fortalecerse e incentivarse. Así como las becas a escritores.

Por otro lado, el rechazo editorial es como una relación amorosa. No sabes cómo te va a ir en la feria hasta que te va. Nada puede proteger al autor del rechazo …y debe ser terrible tener que lidiar con el rechazo de los pares o de quienes se admira. Puede ocasionar amargura.

Pienso que no hay un sistema que opera contra el autor talentoso. Muchas veces esta idea está difundida entre autores y editores que no han sido muy exitosos. Chale, ya me escucho wishful thinker o neoliberal. Pararé.

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Un comentario sobre «Ochoa, el sisífico arte de cargar con la literatura I»

  1. Oscar Alonso

    Muy interesante.¡y la parte II?

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