La herida y la caricia

Livier Fernández Topete Sumergirse en la gran fuente de agua salina. Emerger. Fundirse con el mar, los poros despejados, la inmensidad y la necedad del hombre. El arrebato, la fuerza brutal, lo sublime, el hombre pequeño que ignora o reconoce. El sol derritiendo su oro sobre la superficie del agua, acuarela que amanece en lienzo turquesa, brillantez y limpidez que se repiten en el espejo de los ojos. La luna que todo lo mueve, impone su vigor, desnuda sus imanes y juega el eterno juego de la seducción. Blanco fluorescente,…