Yolanda Chapa El rugido del trueno hizo que se encogiera sobre sĂ mismo, asustado. Una risa sonora y amarga saliĂł frente a Ă©l. âNo deberĂas temblar pese a lo que ahora eres. En cambio, ÂĄregocĂjate! No habrĂĄ en la tierra un sonido igual de grande. Un breve relĂĄmpago le hizo ver de nuevo a su compañero, que desde hacĂa horas lo miraba entre las sombras, recargado en la roca como si se hubiese fundido en ella. VolviĂł a escucharse otro trueno, pero este fue suave y triste, como el eco…