Treno

Caliche Caroma

Entre 1975 y 1976 hay más de 20 años de diferencia, está escrito en Los detectives salvajes de Roberto Bolaño. En las manos que escriben estos párrafos, una copia de la editorial Anagrama, colección Compactos, cuarta edición, diciembre de 2003. Cinco meses antes de la citada reedición, el 15 de julio, Roberto Bolaño murió, apagada la lámpara del escritor que fue todo, menos poeta y chileno.

“Como tantos mexicanos, yo también abandoné la poesía. Como tantos miles de mexicanos, yo también le di la espalda a la poesía. Como tantos cientos de miles de mexicanos, yo también, llegado el momento, dejé de escribir y de leer poesía”, así se lamenta uno de los personajes de Bolaño en Los detectives salvajes; quiso ser poeta, pero abandonó el camino, se le quebraron las rodillas de la poesía. Alfaguara editó un libro con sus poemas reunidos, «Bolaño muerto ha resultado un gran negocio», la canción después de la desgracia, la melodía del fracaso.

Tres veces se menciona la palabra «treno» en Los detectives salvajes, páginas 564, 565 y 605. 2 de febrero: «No sé si hoy es el 2 de febrero o el 3. Puede que sea el 4 de febrero, tal vez incluso el 5 o el 6. Pero para mis propósitos lo mismo da. Éste es nuestro treno». El treno es, dentro de la lírica griega, una lamentación a modo de canción que se hace para evocar un evento desafortunado, del nacimiento a la muerte, no confundirlo con el epicedio, para el cual es necesario la presencia del cadáver, declamación de cuerpo presente.

Cada fecha contenida en este cuaderno de bitácora es funesta, aun las que (a)parecen festivas. Escrito a modo de engañosa novela negra, este libro es un gordo muestrario de tropiezos, físicos y metafísicos, de la comunidad literaria, principal pero no exclusivamente, en lengua española. Ficción y no ficción, mas no verdad. El escritor es el detective salvaje por antonomasia, lo único que encontrará son problemas y esto parece no importarle, anda como loco preguntando a todo el mundo. Y sigue buscando, ¿buscando qué? A pesar de las advertencias: “Prohibido pasar”, «Peligro», «Área restringida». No es lo más importante aquello que se busca, sino la búsqueda en sí misma, el trayecto de la averiguación desaforada que el escritor despliega con los recursos disponibles, una servilleta o un premio Nobel.

“Hablo de lo que mejor conozco”, respuesta de Roberto Bolaño a la pregunta de Cristián Warnken sobre Los detectives salvajes en el programa La belleza de pensar, ¿de qué va esta novela? El 2 de noviembre de 1975 Juan García Madero entró a formar parte de los real visceralistas. A partir del 3 de noviembre comienza una delirante indagación para dar con el paradero de una tal Cesárea Tinajero, fundadora de Caborca, revista de literatura que, al igual que a la poetisa, nadie ha visto ni nadie ha leído, un misterio. El argumento apenas es un un recuerdo, casi desaparecido de la memoria, ¿conoce usted a esta persona?  «Y durante un rato nos quedamos en silencio, ellos de pie, yo sentado, bebiendo y paladeando cada gota del mezcal Los Suicidas y pensando vaya uno a acordarse de qué. Y entonces uno de ellos dijo señor Salvatierra, queríamos hablar de Cesárea Tinajero. Y el otro dijo: y de la revista Caborca. Pinches muchachos. Tenían las mentes y las lenguas intercomunicadas».

Arturo Belano, Ulises Lima, Lupe y el novel realviceralista viajarán por el norte del país para encontrar a Cesárea Tinajero. Luego los investigadores se convierten en investigados, dios usa pistola y es un padrote. Rastrear para ser rastreado para rastrear de nuevo. Son exactamente 21 años el tiempo que pasa en estas detectivescas acciones. Dividido en tres partes: Mexicanos perdidos en México (1975). Los detectives salvajes (1976-1996) y Los desiertos de Sonora (1976). Este libro tiene 609 páginas y algunos viajes sin pasaporte, además de México, Estados Unidos, Francia, Israel, Liberia, Italia, España… Santa Teresa.

¡Nombres, nombres, chingada madre! Ulises Lima y Arturo Belano, Mario Santiago Papasquiaro y Roberto Bolaño, Octavio Paz, Pancho Rodríguez, calle Rubén Darío, Perla Avilés, Manuel Maples Arce, Germán List Arzubide, María Font, calle República de Venezuela, Cicerón, Los bastardos de Sor Juana, Amadeo Salvatierra, Lee Harvey Oswald, Piel Divina, Quim, Carlos Monsiváis:

Imagen de Xavier Espinosa, Pixabay

«Dos jóvenes que no llegarían a los veintitrés, los dos con el pelo larguísimo, más largo que el de cualquier otro poeta (y yo puedo dar fe de la longitud de la cabellera de todos), obstinados en no reconocerle a Paz ningún mérito, con una terquedad infantil, no me gusta porque no me gusta, capaces de negar lo evidente, en algún momento de debilidad (mental, supongo), me recordaron a José Agustín, a Gustavo Sainz, pero sin el talento de nuestros dos excepcionales novelistas, en realidad sin nada de nada, ni dinero para pagar los cafés que nos tomamos (los tuve que pagar yo), ni argumentos de peso, ni originalidad en sus planteamientos. Dos perdidos, dos extraviados».

Todo lo que comienza como una búsqueda infructuosa, termina como una novela multipremiada. Pero qué importa que sea multipremiada, el libro será leído o no será. Falso, mil veces falso. Novela que se lee sin leerse, le pasa a todas, El Quijote, Rayuela, Cien años de soledad: «¿Los detectives salvajes?, aunque no la he leído, me parece pretenciosa, prefiero a Houellebecq”. Después las reacciones que provoca, “lo que se dice de”, la ira, el puño sobre la mesa, la descalificación en los talleres literarios, “Bolaño es un pendejo”, el culto irracional, el precio, la cantidad de hojas, la fama, el desprecio, después de esto el lector adquiere su copia y apenas llega a la página 21, cuando decide abandonarla investigación, 7 de noviembre:

“La Ciudad de México tiene catorce millones de habitantes. No volveré a ver a los real visceralistas. Tampoco volveré a la facultad ni al taller de Álamo. Ya veremos cómo me las arreglo con mis tíos. He terminado el libro de Louys, Afrodita, y ahora estoy leyendo a los poetas mexicanos muertos, mis futuros colegas”.

¿Recomendable el libro Los detectives salvajes? La pregunta exige una respuesta más o menos seria, pues salvajes detectives también los lectores, bueno o malo, el interrogatorio es duro, las manos escriben que sí, pero sólo para aquellos dispuestos a perderse, a sentirse inseguros, irse de veras, voluntad de extravío, y, es lo más seguro, con dolor en los glúteos: “Luego levanté la mano y antes de que me contestaran les serví más mezcal Los Suicidas y luego me senté en el borde del sillón y en las meras nalgas sentí, lo juro, como si me hubiera sentado en el borde de una hoja de afeitar”.


Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

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2 comentarios sobre «Treno»

  1. Abraham Martínez

    Es una obra enorme en muchos sentidos, como dices, para quien esté dispuesto a perderse, de pronto sin saber dónde comenzó la historia o qué sigue. Lo mejor en mi opinión, el trabajo con las diferentes voces que usa Bolaño además de la insumable cantidad de referencias bibliográficas.
    Quien se anime a leerla, diría que tiene que llegar al final para encontrar el sentido de la obra.

    1. Caliche Caroma

      Así es Abraham, coincido con tu comentario, y considero que el sentido de la obra está en el trayecto mismo. Un abrazo.

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