Una de pintores: Pippo ruppe il culo a l’uovo

Rafa Flores

En el Renacimiento las familias poderosas y las autoridades de Florencia pretendieron que su ciudad fuera la más importante del mundo. Tal ambición requería de una obra arquitectónica que no dejara duda al respecto. Así fue que en 1296 emprendieron la construcción de la catedral de Santa María del Fiore, que tendría la cúpula más ancha, más alta y más bella del planeta. Sin embargo, la ambición de sus mecenas superaba las capacidades de sus ingenieros y arquitectos y ninguno atinó a resolver el endemoniado problema de levantar la divina cúpula. Durante 120 años el edificio permaneció con un enorme hueco de 55 metros, como ballena herida que esperaba ser rescatada. Y aquí es donde aparece en la historia Filippo Brunelleschi. «Pippo» para sus cuates, que según su biógrafo Vasari, tenía muchos. Buena gente, ciudadano ejemplar, sin vicios; arquitecto, pintor, escultor, creador de la perspectiva lineal. Un dechado de virtudes don Pippo.

La familia Medici convocó a los mejores arquitectos europeos a un concurso para definir quién ofrecía el mejor proyecto. Propusieron las ideas más descabelladas e inoperantes que puedan imaginarse, como construir una enorme columna frente al altar para soportar el peso del domo, o llenar el hueco con tierra para poder llegar a la cima, metiendo monedas entre la tierra para que los pobres se la llevaran después a su casa. Brunelleschi que, por supuesto, estaba entre los convocados, propuso una solución genial: dos cúpulas, una dentro de la otra, y 40 millones de ladrillos entretejidos en forma de espiga para sostener el peso sin armazón alguna. Se rieron de él; aquello parecía también una locura. Le pidieron explicaciones precisas para garantizar su éxito. No quiso darlas. Se reservó los detalles técnicos, temiendo que le robaran la idea. En su lugar propuso un reto sencillo que demostraría quién era el mejor. Ahí, rodeado de celebridades y mandamases, retó a todos a que colocaran un huevo parado en una mesa de mármol. Nadie pudo. El blanco ovoide se caía una y otra vez por más que lo intentaban. Entonces Brunelleschi tomó el huevo, lo mostró en alto a la concurrencia y luego lo colocó sobre la mesa con un golpecito que rompió la cáscara inferior, dejando el huevo parado, como una pequeña cúpula.
Ganó el concurso.

Vasari dice que Brunelleschi alzó los brazos y, con una amplia sonrisa, dijo:

-«Pippo ruppe il culo a l’uovo» -que quiere decir: Pippo rompió el culo del huevo.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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