Yo soy Alejandro Delgado

Caliche Caroma

Baja del taxi, él propuso hacer la entrevista en este café desde el que se admira la vieja Catedral moreliana, avenida Madero y Guillermo Prieto; la quijotesca figura es inconfundible, flaco, moreno, bigote, el humo del cigarrillo lo acompaña fielmente a donde quiera que va, como una nube gris que pronostica la tormenta llamada Alejandro Delgado.  

Nació en 1951, pero él se considera alguien sin generación: “Cuando empecé a estudiar de forma autodidacta esto del arte, mis compañeros en teatro ya estaban más grandes, era un chiquillo. En teatro estaban inscritos muchos de los líderes del 66, es curioso, quizá para hablar mejor ante las masas, qué sé yo (Alejandro se ríe). En esos años andaba en la onda de traer el pelo largo, nos perseguía la gente, no nos dejaban entrar a lugares, nos gritaban ¡maricones!”.

Le toma a su café, fuma, propone decirles a los tres señores gorditos que hablan de política a un lado de nosotros que se retiren un poco, Alejandro Delgado considera que están muy cerca: “Mi formación ha sido básicamente autodidacta, esto vino dándose de forma natural desde niño, me preguntas que qué hacía yo en la primaria, pues dibujaba, escuchaba música, leía, mi padre leía mucho, me dejó esa herencia. Soy el mismo de alguna forma, he cambiado algunas cosas, como pasa en todo el mundo, en la actualidad mi percepción de mí mismo es como de un judío errante en su propia tierra”, las sirenas de las patrullas que pasan por la avenida sirven para cambiar de clip.

En los años setentas, Alejandro Delgado irrumpió en la escena moreliana con un grupo de anónimo teatreros, él los llama nosotros: “La vanguardia. Nos atraía mucho este concepto. Vanguardia era lo que iba adelante, lo que se adelantaba a lo que estaba establecido y vigente. Teníamos muchas influencias, experimentamos mucho, hicimos cosas que ahora se presumen como nuevas cuando ya las habíamos hecho nosotros. Lo que ahora llaman performance, nosotros lo llamamos happening. Hicimos una obra teatro con sonido cuadrafónico, pantallas de proyección, el escenario era desplegable, La muerte de la muerte muerta, era el nombre de esta obra de vanguardia, la pusimos aquí en Morelia y fuimos los primeros en Latinoamérica en hacer esto. En aquel entonces el conservadurismo, la censura, la derecha estaban más fuertes que ahora, nosotros abrimos el camino para los jóvenes de hoy”.

Un todólogo, según sus propias palabras, se sabe señalado por colegas, aunque eso no lo detiene, al contrario, lo alienta a seguir creando: “Desde niño me dio por mezclar el lápiz con la acuarela. Esto me ha marcado, soy una especie de explorador, experimentador, en la plástica, pero también en el lenguaje, teatro, en lo digital, las primeras cosas digitales que salieron en Morelia las hice yo. He sido objeto de mucha crítica, me están haciendo más caso afuera que en mi propio lugar, hay mucho rechazo de mi obra en mi propia ciudad, Morelia”. Más detalles de sus exploraciones pueden consultarse en la investigación que realizó Nancy Vázque López, Engendros del azar y el tiempo, editorial UMSNH, abril de 2014.

Sobre la crítica y, a su vez, criticando, Alejandro Delgado les da rienda suelta a sus palabras: “Después de debatir mucho con uno mismo y con los demás, la crítica debe ser (aunque se escuche feo eso de debe, ahora se usa más puede) un puente entre la obra y el público. Un puente que contextúa a la obra con referentes, con influencias, la historia, la política, la sensibilidad y también con la posibilidad. Yo soy de los que piensan que el arte es intemporal. Hay obras de otras épocas que siguen vigentes, perturbadoras y conmovedoras. Esa idea de que todo lo nuevo es valioso, me parece absurda. No conocemos toda la pintura, toda la música, todo el teatro. De repente escuchas algo del medievo que no conoces y te parece contemporáneo. No acepto esa exigencia de que tenga que existir una autoridad del arte. Las circunstancias de cada artista son diferentes. No entiendo esa especie de autoridad (llámale crítica). Para mí la crítica es un puente que relaciona, una reflexión que puede abrir otras formas de ver una obra de arte y no una disciplina o práctica que condena, autoriza o valida una obra de arte. La crítica es vinculatoria, posibilitante”.

¿Le rinde pleitesía Alejandro Delgado a otros autores?: “Esa pregunta tengo dificultad en contestarla. Aprendí desde muy joven a vivir la vida sin establecer jerarquías. Las jerarquías que pudieran existir en mí son más bien preferencias, aunque me cuesta trabajo establecerlas. Cuál es el pintor que más te gusta, me preguntan, bueno, depende de qué época. Intento vivir sin justificar a los demás y a mí mismo. Localmente ha habido gente que han experimentado, con las que he convivido, intercambiado, hemos hecho algunas cosas juntos. Efraín Vargas, su generación es anterior a mí, pero ya hacía cosas con ellos, hicimos monotipos con fotografías. Otro fue Rodríguez Oñate. Rafa Flores, Jesús Cervantes, José Luis Rodríguez Ávalos. No sólo en la cuestión de pintar, sino en el cómo difundir nuestra producción. Al mismo tiempo trabajaba con músicos, escritores, compartíamos, hacíamos revistas (El Tercer Verbo, Viento)”.

Y Alejandro Delgado se hizo de palabras: “En la poesía, yo, francamente, no me considero poeta, incluso no considero poetas a muchos que llaman poetas. Es cuestión de gusto, más que de juicios de valor. Escribía desde niño lo que se me ocurría, lo que soñaba, imaginaba, etcétera. El primer concurso estatal de poesía que sacaron en Michoacán lo gané, un compañero mío, Armando Soto (ya fallecido), me dijo que le dejara escoger de mis cosas que escribía. Él hizo la selección y el día que estaba escogiendo mis textos, yo me sentí cursi para entrar a un concurso sin considerarme poeta. Me fui al extremo, le dije que nos pusiéramos a escribir toda una noche con vino tinto, cada quien escribió su poemario para el concurso. Utilicé un pseudónimo con nombre de mujer.  Cuando se supo el resultado, coincidió con la inauguración de una exposición mía, llegó un funcionario del Instituto Michoacano de Cultura a la muestra y me dijo ‘doble felicitación”, se me hizo muy raro y le contesté que no era mi cumpleaños, él me informó que era por el premio de poesía estatal. Ganamos, Armando el segundo y yo el primer lugar. Lo demás ha sido circunstancial”.

La conversación fue larga, muy larga, estos párrafos se quedan cortos para todo lo que Alejandro Delgado compartió aquel mediodía moreliano en un café de origen veracruzano. Faltó decir que vivió muchos años en Estados Unidos, en donde también fue vanguardia, verbigracia, en 1973 obtuvo el primer lugar en el Concurso de Fotografía Kodak International Newspaper Snapshots Award, con su trabajo Oscuridad de la Fe (Darkness of Faith), en Sommerville, Nueva Jersey. No se mencionaron sus diseños y elaboración de carteles, las instalaciones e intervenciones en Morelia, sus nominaciones al Festival Internacional de Cine de Morelia. Quizá habría que decir lo que él nos estuvo diciendo todo el tiempo sin decirlo, “yo soy la vanguardia”, pero no llegó a tanto.

Cineasta, poeta, artista visual y digital, teatrero, crítico político, trotamundos, activista en las redes sociales, se considera a sí mismo un outsider del arte en general, dispuesto a ponerse los guantes de la argumentación en cualquier ring y a cualquier hora, ¿quién quiere pelear con Alejandro Delgado?

Algunos premios, algunas obras, algo de algo

1969: Primera exposición en la Escuela Popular de Bellas Artes en Morelia, Michoacán

1981:  Inauguración de la Galería Collage, Monterrey, Nuevo León, con obra de Alejandro Delgado

1983: Opaco, poemario ganador del primer lugar en el Premio Estatal de Poesía, Instituto Michoacano de Cultura

1986: El Hombre de la Rata, obra de teatro nombrada como la Mejor Puesta en Escena en el Concurso Estatal Universitario y en Encuentro Regional de Teatro, Guadalajara, Jalisco

1994: Diálogo con la Sombra Luminosa, videoarte alrededor de la obra y persona de Ramón Martínez Ocaranza

1997: Gráfica Prehispánica de Michoacán, beca del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes

2005: Pulsión de la Ciudad, Mención Honorífica en el Concurso Estatal de Crónica, Secretaría de Cultura de Michoacán

2010: Herencia del Viento, poemario, editado por la UMSNH

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