Zalce en enero

Caliche Caroma 

Alfredo Zalce Torres firmaba sus obras con las iniciales de su nombre y primer apellido, A. Z. En enero nació (12, Pátzcuaro, 1908) y en enero murió (19, Morelia, 2003). Uno de los orgullos michoacanos más presumidos en el exterior, aunque formado en la Ciudad de México, las palabras de su hija Beatriz: “Luego el niño Alfredo decidió hermosear el piso de mosaico del patio de su casa en Tacubaya”. Inés Amor se refiere a él en sus Memorias como el güero Zalce, un hombre al que la vida trató mal y él respondió con estoicismo, menos ad hominem y más ecce homo: “Zalce me ha narrado los acontecimientos de su vida, por cierto, bastante trágicos; su vida ha sido sumamente difícil”.

Alfredo Zalce

En la intersección de la calzada Juárez y el Libramiento moreliano/avenida Camelinas se encuentran las Estelas de la Constitución, obras monumentales y algo maltratadas de Alfredo Zalce, otros trabajos de él en la capital michoacana pueden apreciarse en la Casa Natal de Morelos, el Museo de Arte Contemporáneo (que lleva su nombre), el Palacio de Gobierno, en el restaurante Emiliano’s, en las casas de algunos pudientes y avezados coleccionados, etcétera del artista que experimentó con muchas técnicas, del mural al óleo, grabado, fotografía, telares, esculturas, un hombre al que le gustaba ser maestro, otra cita del libro Una mujer en el arte mexicano. Memorias de Inés Amor, escrito por Teresa del Conde y Jorge Alberto Manrique, editorial UNAM, primera edición, 15 de julio de 1987:

“Para mis adentros, siempre había yo deseado que Zalce dejara la escuela, por el tiempo que le quitaba estar siempre buscando nuevos medios y métodos de aprendizaje. Pero él tenía vocación de maestro, disfrutaba de la enseñanza, estaba orgulloso de muchos de sus discípulos y tenía fama bien cimentada que le traía alumnos becados de otros países”.   

Se pueden decir tantas cosas de Zalce y, al mismo tiempo no decir nada, por ejemplo, los chismes posteriores a su muerte. En Prados Verdes, semibrava colonia moreliana, cerca de la secundaria #9, en la esquina de Paseo del Tabachín y Galeana, se rumorea que habitó el pintor junto con una compañera desconocida, incluso se dice que él diseñó esa casa, por cierto, muy bonita, con muchas plantas. O los otros chismes, los de los infaltables buitres que han rondado su trabajo y fama, los especialistas de alto copete, o el caso de la fundación o patronato o lo que sea, su casa-taller, hoy absorbida por la inefable Secretaría de Cultura de Michoacán.

Homenajes, calles, avenidas y plazas que llevan su nombre, controvertidos premios… Pero mejor, para no darle tantas vueltas al asunto, las palabras de algunos artistas que lo conocieron, que lo vieron vivo, creando, personas que hablaron con él o que tienen cierta deferencia hacia su obra y persona. Vaya, pues, este recuerdo a la memoria colectiva, iluminado de anécdotas y nostalgia.

Rafa Flores

Yo llegué a Morelia cuando Zalce estaba en su última década. Me tocó exponer tres veces con él en exposiciones colectivas. Asistí durante un mes a un curso de grabado en madera que impartió en la Casa de la Cultura. Un día nos invitó a Gilberto Ramírez, «el bigotón», y a mí en Santa Clara para ver un espacio donde le sugerían hacer un mural, que por cierto no se llegó a hacer. Me perdí el chance de colaborar con él en un mural. De regreso, en la carretera casi nos matamos, porque la combi en que veníamos se salió gacho de la carretera. No fui tan cercano a él, me daba un poco de cosa acercarme o hacerle perder su tiempo. Era amable. Tuve amistad con su hijo Xavier, coincidimos en una cosa que se llamó Salón de la Plástica Michoacana, era interesante su pintura, hacía unos paisajes un poco geometrizados, muy chidos. Se murió bien joven. Hubiera sido un pintorazo.

Soledad Tafolla

Cuando regresé de Lázaro Cárdenas, donde tenía un pequeño taller al que le puse Alfredo Zalce, hace como 28 Años, lo primero que hice fue ir a conocerlo, sabía que era difícil o casi imposible. Pero me dijeron dónde vivía y llegué. Entré al patio donde está la cochera y la puerta de su taller. Estaba entreabierta, toqué y nada. Ya cuando me regresaba a la calle salió y me preguntó “¿Qué se te ofrece Niña?”. Le dije: “Quiero aprender a Grabar”. Y él respondió: “Pasa”. Me dio una tabla, sus gubias y un plumón. Me pidió que hiciera un dibujo. Lo hice rápido. “Ponte a grabar, menos donde están las líneas”, así me indicó y se fue. Yo sentía que me estallaba la cabeza. No le entendía, no podía, pero traté y lo logré al fin. A la hora regresó y me miró y contento habló: “Así graban los chinos. Muy bien”. Empecé a asistir desde ese día y durante tres años a su taller. Un hombre verdaderamente artista, generoso y excelente maestro. Un día para halagarlo le conté lo que mi taller llevaba su nombre y me dijo: “¡Qué vergüenza, Soledad! ¿Por qué le pusiste así?”.

Miguel Rincón Pasaye

Circunstancialmente nos encontramos 2-3 veces. Realizó una obra plástica muy importante, muy tradicional para mi gusto, de su obra me gusta lo último de su producción, obras de carácter geométrico, casi cubistas, todo un ejemplo a seguir, todo mi respeto.

Alejandro Delgado

Me inclino a pensar que Alfredo Zalce es una de las pocas excepciones de existencia que ha logrado captar la esencia no solamente del trabajo, sino del trabajo creador y transformador de su mundo. El trabajo creativo y transformador, tan caro a la mayoría, tan negado a la generalidad, es privilegio y goce del artista, él es un ser que se auto genera a cada momento en el juego que se da, a veces árido y otras, fluido, entre la sensibilidad y la razón, entre la intencionalidad y el hacer.






Caliche Caroma

Escritor putrefacto que deja el alma en cada tecla, a veces es grasa esa alma. Ganador dos veces consecutivas del premio «Mejor dedícate a otra cosa». En su casa lo conocen como Panchito porque baila el cha cha cha. Quiere adelgazar, pero no puede.

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