25 instantáneas de Ramón López Castro

Héctor Alvarado Díaz

1. ¿Tienes otras pasiones, además de la literatura y el cine?

En estos días de pandemia, la única pasión interesante es vivir. Pero encuentro mucho placer en la historia universal. Nunca se puede menospreciar ni la estupidez humana ni su inteligencia; para ello, nada como voltear la mirada al pasado. Aunque es más entretenida la historia de la estupidez.

2. ¿Qué tan importante es la Historia en tus relatos?

Creo que es fundamental —habida cuenta que es una de mis pasiones—, aunque durante muchos años tenía la duda de si la historia de la humanidad es el jardín de unos cuantos hombres y mujeres (la minoría creadora) o fuerzas ciegas que nos empujan de un lado a otro. Pienso que la literatura es un intento de balancear esas posturas. El cuento se presta para narrar la epopeya o decadencia de un ser humano y hacerlo memorable, aunque sea un personaje vulgar; la novela en cambio permite rendirle tributo a esas manos del destino que barren con nosotros. Al fin y al cabo, el novelista es una de esas fuerzas, es el demiurgo.

3. ¿Te complicas la existencia?

Soy escritor. Es inevitable complicarse la existencia si quieres hacer literatura.

4. ¿Organizado o desorganizado?

Depende de la actividad que estoy desempeñando. El ejercicio de la abogacía cobra cara la desorganización; la literatura la puede usar como herramienta creativa. La lectura, por otra parte, no puede existir sin el caos y el azar.

5. ¿Estas orgulloso de tus amigos?

Si son mis amigos o amigas, sin duda. La pregunta complicada es si ellos o ellas están orgullosos de mí.

6. Si no hubieras sido escritor, serías…

Alguien distinto a lo que soy.

7. ¿Hay una regla que nunca rompes?

En la vida hay muchas reglas que nunca rompemos. Vaya, mi vida como abogado es vivir de reglas y normas. En la literatura hay normas; pero como en el Derecho no se trata de romperlas, sino de interpretarlas. Hacerlas dúctiles.

8. ¿El ensayista es a la vez una suerte de crítico?

Sólo si se critica a sí mismo y a su percepción del mundo que lo rodea.

9. ¿Cómo empezó tu incursión en las letras?

Imaginándome el final o la continuación de sagas. En mi adolescencia compraba mucha literatura de aventuras, ciencia ficción, horror o fantasía; a veces series de novelas que tenían arcos narrativos que abarcaban varios libros (Salgari era experto en eso: de hecho, el folletín no era más que un truco de magia para prolongar lo más posible las tramas). A veces tenía el dinero para comprar la continuación de alguna saga (la del Corsario Negro, digamos), a veces no. O simplemente el libro no estaba disponible en las librerías que frecuentaba. Así que me ponía a imaginar cuál habrá sido el destino de Emilio de Roccanera, señor de Ventimiglia, en las peligrosas aguas del Caribe. Y así empecé a soñar despierto. De ahí a consignarlo en papel no hubo muchos pasos.

10. ¿Confías en los concursos?

Tanto como confío en los jueces y en las leyes. Es decir: sí, ma non troppo. Con moderación.

11. ¿Cerveza o whisky?

Ambos, pero nunca mezclado o al mismo tiempo.

12. ¿Cuándo sabes que un cuento da en el blanco?

Casi nunca. Sospecho que dan en el blanco cuando me levanto del escritorio con una sensación de plenitud desconocida (y esto no es mío sino de José Emilio Pacheco en “La fiesta brava”). Recapacito de dicha plenitud cuando lo veo en letra de imprenta, ya en el libro. Escribir no es un acto que provea de muchas certezas. Pero la duda está bien para seguir creando.

13. ¿Nos expulsará el planeta?

Debería hacerlo. Pero nosotros los seres humanos somos capaces de prenderle fuego a nuestra casa con tal de que nadie viva jamás en ella.

14. ¿Te sientes parte de una generación de escritores?

No. Pero he estado en compañía de muchos compañeros y compañeras de viaje. Tengo afinidad por diversas generaciones o grupos o cofradías. Pero cada quien hace el camino de Santiago en solitario, aunque vaya en multitud por él.

15. ¿Cómo fuiste a dar a Monterrey?

Mi familia necesitaba trabajo y ahí lo encontramos. Me refiero por supuesto a mi padre y a mi madre. Cuando llegué a Monterrey, mi hermano y yo solo nos dedicábamos a estudiar. Tuve una buena adolescencia regiomontana gracias a la honrosa medianía (no juarista ni vidaurrista, simplemente clasemediera) que mi madre y mi padre pudieron darme. Creo que mi hermano puede dar fe de lo mismo.

16. ¿Auto, bicicleta, patín del diablo?

Nunca en patín del diablo. Automóvil casi siempre; pero en mi descargo diré que mi infancia y adolescencia fue de bicicleta. Y el transporte público tiene su encanto: sin proponérmelo lo uso cada vez más. Tengo además una relación entrañable con el ferrocarril, toda vez que uno de mis abuelos fue ferrocarrilero.

17. ¿Te seduce la tecnología?

Sí, aunque es un amor no correspondido. Vivimos en una época de prodigios caros.

18. ¿Has escrito guiones?

Sí. Aunque no me satisfacen. Mejores guionistas que yo me han señalado sus errores. Es un lenguaje que todavía no manejo con soltura y en el mejor de los casos son balbuceos muy enjundiosos.

19. Cinco filmes esenciales:

2001, una odisea del espacio (Kubrick)

Solaris (la de Tarkovski)

Barry Lyndon (Kubrick, empate con Los duelistas, de Ridley Scott)

Los siete samuráis (cualquier película de Kurosawa, pero en particular esa)

El veredicto (Sidney Lumet. Paul Newman es la quintaescencia del abogado litigante).

20. ¿Por qué la fantasía y la ciencia ficción son pocos valoradas en México?

Tienen el estigma de la novela de aventuras, del folletín y lo rocambolesco. Además, son muy irreverentes. Pueden decir lo que otras obras literarias no se atreven. Y falta, creo, que el escritor o escritora de ciencia ficción/fantasía mexicana tengan el valor para hacer literatura; sin adjetivos. De excelente calidad. Así a nadie le importará si tiene o no algún elementos estético o teleológico de lo fantástico.

21. Sigue presente la violencia ¿debe escribirse más sobre ella?

No sé si “más”. Simplemente el tema no debe evadirse. Es parte del ecosistema mexicano. Negarse a tocar la violencia en la literatura es de timoratos; obsesionarse con ella de sadomasoquistas. Creo que un timorato puede escribir —aunque no se atreva a publicar—; pero el oficio de narrador o narradora algo de sadomasoquismo tiene en su esencia. Por ahí podemos encontrar un punto medio, supongo yo.

22. Cinco novelas para una isla desierta.

El conde de Montecristo.

Moby Dick.

Neuromante.

Morirás lejos.

El último lector (o Evangelia).

23. ¿Qué te hace explotar?

Los feligreses de Donald Trump. Y los mexicanos o mexicanas que admiran al Zar Putin.

24. ¿Eres desvelado?

Mi oficio de escritor y mi profesión de abogado son muy celosas del sueño; suelen florecer en la madrugada. Pero es un vicio que debe combatirse con ejercicio y disciplina para planchar oreja en la almohada.

25. ¿Tus libros te han dado satisfacciones?

Me han dado vidas por vivir que no son las mías. No puedo pedir otra satisfacción más allá de eso (aunque también se agradecen las regalías cual agua en el desierto).


Ramón López Castro (Tlalnepantla de Baz, Estado de México, 1971). 

Ha recibido los siguientes premios: Premio Nacional de Cuento Universidad de Monterrey, Premio de Literatura Nuevo León y Premio Alfonso Reyes de Ensayo.

Sus obras publicadas son: El sol sea con nosotros, cuentos; El salmo del milenio, novela; Soldados de la incertidumbre, cuentos; Expedición a la ciencia ficción mexicana, ensayo; El corto verano del cuervo, ensayo; A rostro desnudo, ensayo y Sol de la incertidumbre, cuentos.

Es miembro del Seminario de Estéticas de la Ciencia Ficción, creado por el Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas del INBAL.

Cofundador del Círculo Lovecraftiano y de Horror Ciudad de México.

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