A cada cual, lo suyo

Gerardo Pérez Escutia

En este bufete negro no sólo damos cuenta de las novedades de la novela negra, también nos gusta revisitar los clásicos de este subgénero literario, lo cual, además de darnos una mejor perspectiva de la evolución del noir, nos brinda momentos de intenso placer, con su respectiva dosis de nostalgia y cierta melancolía por los tiempos pasados.

En esta ocasión hablaremos de un libro escrito en 1966 por el escritor italiano Leonardo Sciascia (Racalmuto, Agrigento, 1921- Palermo, 1989), se trata de A cada cual lo suyo, que al año siguiente de su publicación fue llevado al cine con las actuaciones de Gian Maria Volonté e Irene Papas. Leonardo Sciascia es uno de los más importantes escritores italianos del siglo XX, trascendió en la vida pública de su país por su influencia cultural y por su intervención en la comisión de investigación sobre el secuestro y asesinato de Aldo Moro, que derivó en la publicación de su libro El caso Moro (1978), además de haber sido diputado europeo y diputado en el congreso italiano.

Leonardo Sciascia

Una tarde de agosto, Manno, el farmacéutico de una comuna sicililana de los años sesenta, recibe un anónimo que lo amenaza de muerte, pero al principio no le da importancia ya que “no estaba peleado con nadie”, esto debido a su fama de buen talante y disposición por ayudar a quien lo necesitara, amén de que sus preferencias políticas las tenía bien guardadas, a tal grado que los de derechas lo creían de derechas y los de izquierdas, de izquierdas. Tan confiado se siente que les comunica a sus conocidos sobre la amenaza, desatando en el pueblo mil teorías, convirtiéndose en el tema del momento para la comunidad.

Manno comienza a preguntarse por el motivo de quien envió el anónimo, al ser un buen cazador, es sabido que entre los del gremio, la envidia y la maledicencia campean a sus anchas, por lo que sus sospechas se encaminan hacia sus viejos conocidos: Don Luigi Corvaia, el doctor Roscio, el notario Pecorilla, el abogado Rosello y el profesor Laurana, entre otros ilustres vecinos del pueblo.

Al inicio de la temporada de caza, el farmacéutico es asesinado a balazos en el monte, junto al respetado doctor Roscio quien era su compañero de afición, y que, al menos en apariencia pasa a ser víctima colateral de quien amenazó y cumplió con la muerte de Manno.

El asesinato conmociona al pueblo al tratarse de dos personas honradas, respetadas, queridas, de buena posición y familia influyente. Los encargados del caso son el coronel, el comisario de policía y los carabineros. La investigación comienza y trastoca la plácida vida de la localidad, ya que casi todas las personas cercanas a ellos son sospechoso. Paralelamente, el profesor Laurana, amigo de Manno y Roscio, hace su propia investigación del crimen, asumiendo un papel central en esta historia por su perspicacia, tozudez y otras características personales; es considerado en la comuna como una persona honrada, meticulosa, triste, no muy inteligente, y a veces hasta francamente necio, a sus casi 40 años aún vive con su posesiva madre, su vida amorosa es platónica y culpigena, poblada de fantasías con sus alumnas y una que otra colega del instituto en donde imparte clases.

Leonardo Sciascia se muestra como un profundo conocedor de la naturaleza humana, habla con sus personajes como quien habla de sus viejos amigos y conocidos. Por las páginas del libro desfilan algunos de los conflictos políticos de la época en Italia, expresados en las posturas de algunos personajes, así como en los rencores y conflictos no resueltos en una sociedad rural, políticamente polarizada que aún se sacude los estertores del fascismo y sus consecuencias.

En este microcosmos juegan papeles importantes el político corrupto apoyado por la mafia, el arcipreste conservador, enemigo de todo aquel que huela a comunismo o socialismo; el cura depositario de secretos y culpas de los habitantes del pueblo, junto a un largo etcétera que enriquece y convierte en un verdadero manjar literario a esta historia.

Conforme el profesor Laurana avanza en su investigación privada se va revelando que nada es lo que parece y que en el asesinato efectivamente puede estar involucrado cualquiera, aspecto de la novela que nos lleva a obras de un Simenon o de Ágatha Christie, aderezada por el característico sabor, humor, y erotismo mediterráneo, lo cual se agradece, pues otorga una ligereza y un carácter muy peculiares a las obras de los autores oriundos de estos lares como Petros Markaris y Andrea Camilleri que seguro leyeron a Sciascia.

 A cada cual lo suyo está escrita con mucha malicia, y un estilo que quita solemnidad aún a lo mórbido, que nos arranca una sonrisa a cada vuelta de página, se regodea en los detalles personales de los seres pequeños condenados a vivir en su estrecho universo, y que nos muestran casi con candor a las habladurías que campean en todo pequeño pueblo. Al final, el maestro Sciascia nos brinda un cierre que nunca previmos, como digno colofón de esta deliciosa historia.

Esta novela es una muestra incomparable de la maestría del gran autor que fue Leonardo Sciascia, si aún no conocen su obra, esta es una gran oportunidad, no se arrepentirán.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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