Apuntes para una historia del grafiti feminista

Wendy Rufino

Los grafitis son el termómetro de la ciudad; narran, a través del aerosol, la inconformidad social, así mismo, son un colorido desafío a la propiedad privada. A pesar de su condición efímera, el grafiti desarrolla una historicidad, el paisaje urbano posibilita la expresión de diversos grupos, el tag de sus contextos, ya sea desde la clandestinidad o desde la expresión artística (anónima o no), como expresa Tere García en su artículo La historicidad de la ciudad a través del grafiti:

“La calle es un cauce de expresión donde nacen, confluyen y conviven infinidad de mensajes y expresiones que narran una realidad o un estado de ánimo desde el planeamiento de nuevas estrategias comunicativas. La calle nunca es ni debe ser neutral, sino que debe seguir conservándose como un espacio de diálogo constante entre distintos, como espacio de confrontación y de encuentro. La calle, entonces, debe también ser entendida como el soporte más inmediato para exponer y narrar ideas, visiones, ideologías y el descontento social.”

El movimiento feminista y el grafiti

La pandemia en México parece ser el menor de los males para las mujeres, y la misma contingencia ha sido un factor que favorece la violencia machista, la violencia y el acoso comienzan desde casa. Las últimas movilizaciones feministas en el país dejaron la huella de la indignación y la rabia, el rastro de las concentraciones multitudinarias, históricas, contra la violencia sistemática que sufren las mujeres y ante el aumento de los asesinatos, con 2,240 en los primeros meses de 2020, y donde, según el Instituto Nacional de Estadística, 10 mexicanas son asesinadas al día. El grafiti nos recuerda estos terribles datos.

La mayoría de las familias de las víctimas investigan los crímenes por su cuenta, sin apoyo de las autoridades, esto según el Observatorio Ciudadano Nacional del Feminicidio, dejándolos así en situación de riesgo, dos o tres veces víctima. Para muestra el caso de Marisela Escobedo, que buscó justicia por el asesinato de su hija, cuerpo que ella misma encontró en el basurero de Ciudad Juárez; más tarde, bajo amenaza de muerte, fue asesinada el 16 de diciembre del 2010, caso que se expone en el documental Las tres muertes de Marisela Escobedo, recién estrenado en la plataforma de Netflix.

El avance de los movimientos feministas ha ido escalando en hartazgo como en expresividad, de lo artístico hacía las formas más duras de la protesta (una pared, un vidrio, un monumento no sienten). El enfrentamiento, la denostación, la ausente empatía, son parte de la cultura del mexicano, frente a la autonomía de las mujeres y el reclamo, la sociedad responde con desprecio y señalamientos, ésta ha sido una constante. El ubicuo machismo parece no asimilar la idea de la mujer que rompa, queme o deje un mensaje con aerosol. Incluso el presidente Andrés Manuel López Obrador ha desvirtuado las marchas, él considera que son pagadas por sus opositores.

Sin embargo, los grafitis que han tomado las calles, recogen el enojo y la historia de la lucha política de las mujeres por su liberación, ya sea con aprobación o no por parte de la sociedad y del gobierno en turno. Las paredes han hablado.

¿Qué dicen las paredes?

En el centro de la capital michoacana y en sus alrededores, podemos leer inscripciones como: «Ni una menos», «ACAB» (All Cops Are Bastards), «Estado Cómplice», «Justicia para Jessica», «Nilda», «Fuimos todas», «Diego Asesino», «Iglesia Pederasta», «La iglesia nos viola» y la favorita de los transeúntes «¡Wey, no, mi pared!». Algunos grafitis fueron retirados con prontitud por parte de los bancos y demás establecimientos, otros permanecen para educar e informar al pueblo.

A principios de 2019, con la desaparición de Nilda Rosario, estudiante de la UMSNH, se vivieron las marchas al grito de «¡Viva se la llevaron, viva la queremos!»; le siguieron movilizaciones contra la policía con la consigna «No me cuidan me violan»; las intervenciones de “Un violador en tu camino”; la marcha de Marea Verde para exigir la despenalización del aborto y alto a la violencia contra las mujeres. Durante estas manifestaciones, algunas consignas se realizaban con gis, afiches y diamantina sobre las paredes o las banquetas. Los grafitis como «Aborto libre», «No hay nada más punk que ser mujer», «Pelea como mujer», «Vivas nos queremos», entre otros claros mensajes, comenzaban a leerse en la periferia y algunas calles cercanas al centro.

Este año las movilizaciones siguieron, ahora por los casos de Ingrid Escamilla y Fátima, de la Ciudad de México, y por Nilda, estudiante de Morelia; los tendederos de denuncia de acoso en la Universidad Michoacana que comenzaron en la Facultad de Medicina; el 8M con una convocatoria de 7 mil mujeres por la despenalización del aborto y el cese de la violencia machista. El 26 de septiembre, tuvo lugar otra multitudinaria manifestación para exigir justicia por el feminicidio de Jessica González, a la que siguieron concentraciones por Xitlali y Gaby. Las paredes y edificaciones históricas dentro del primer cuadro de la ciudad de la cantera rosa, para susto de los amantes de las piedras, se llenaron de aerosol morado, verde y rosa. ¿Comprende usted el mensaje?


Edición y corrección del estilo: Caliche Caroma

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