Arte outsider: la filosa realidad

Raúl López Téllez

“Todo lo que puedas imaginar, es real”.
Pablo Picasso

“¿Qué podemos aprender del arte outsider? Podemos aprender muchísimo del arte, pero desafortunadamente hemos separado el arte de la sociedad. Es marginal, una gota de leche en una taza de café negro”.
Hans Looijen, director del Museo de Arte Outsider de Amsterdam

Figuras realizadas con “pedacera” de árboles, ramas que se articulan con alambres o hilos y dan paso a personajes diminutos que, sentados, algunos incompletos, son la bienvenida a la muestra de ilustraciones, pinturas, algunos objetos, que dan cuenta del paso por Morelia del llamado “art brut” o “outsider”.

Digresión, provocación, burla, arte. Arte del mostrar lo no convencional, ni lo no habitual, o en otros casos, lo inexistente de un caos que está y ha estado como un grito contenido en las galerías del llamado “arte”, para alertar del autoengaño: no todo lo que se ve bonito es lo más apacible… ni artístico.

La fuerza de este arte deriva de sus autores, todos ellos con historias particulares que estructuran su propuesta a partir de infancias difíciles, largas horas de ausencia entre la soledad o en hospitales y tratamientos. Por eso su dureza en algunos casos, pero todos válidos, desde el acercarse sin más ánimo que reflejar una visión distinta del cuerpo femenino, la obesidad en mujeres semidesnudas, hasta las muñecas color carne como juguetes candorosos, pero deformes en sus rostros y cráneos, en ámbitos fantasmales y raros de azúcar de colores.

“La infancia ha marcado en muchas maneras su obra dese el aislamiento y el desarrollo de una sexualidad a la par del sentimiento de anhelo y desprendimiento”, indica la museografía. “Aparte de su crudeza estética, lo que suele ser fascinante del arte outsider es la ambigua o desconocida intención de los artistas”.

Y bien, si es verdad que las piezas expuestas cumplen las premisas que se van marcando sobre los muros en el trayecto de la exposición en el Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce”, el espectador al final se queda con la impresión de que es o son arte, eso y más. Aunque eso ni le va ni le viene, de acuerdo a los textos del curador: “El arte outsider no busca validación y casi siempre no ofrece justificación”.

Cierto, algunos tratamientos o arrojos pueden parecer “brutales” para nuestra cándida y domesticada percepción sobre lo “artístico”, o peor, “lo bello”. Como bien nos recuerdan las referencias de esta muestra, antes de estos días y suprimidos de los grandes calendarios del arte, el rastro de los artistas con estas tendencias ya nos guiñaban el ojo: Adam Wolfi en el estelar del artista en un frenopático, escrita por Julio Cortázar en uno de sus libros miscelánea, Último Round, el rastro de aquellos que optaron por tomar el arte en sus manos y realmente (re)significarlo en lo que sea, sean las texturas que sean y los elementos en torno, eso sí, a una reflexión tras el anzuelo.

Sólo un pero, la permanencia de la exposición debería ser mayor, ya que se prevé su reemplazo en estos días. Enfrentar una experiencia como la que se expone, requiere de asimilar varios factores por el que se asoma y se interesa por estos mundos que están ahí pero no nos atrevemos a reconocer, es decir, a asimilar.


IMPULSE, colectiva de art brut o outsider, Museo de Arte Contemporáneo “Alfredo Zalce”, Bosque Cuauhtémoc, horario de 10:00 a 18:00 horas. Acceso libre y gratuito. Público: Jóvenes y adultos.

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