Astillas en la piel

Gerardo Pérez Escutia

No cabe duda de que España se ha convertido en una tierra muy fértil como productora de una nueva generación de excelentes escritores de novela negra, entre los que destacan: Juan Gómez Jurado, Carmen Mola (recientemente revelado el misterio de quienes están atrás de este seudónimo), Javier Cercas y César Pérez Gellida; en este Bufete negro ya hemos hablado y reseñado excelentes novelas de estos autores y hoy le toca nuevamente a Cesar Pérez Gellida (Valladolid, España 1974), de quien en su momento reseñamos su muy interesante novela La suerte del enano, hoy hablaremos de su más reciente novela Astillas en la piel (Penguin Random House, 2021), un thriller psicológico, independiente de sus anteriores entregas.

Cesar Pérez Gellida

Álvaro Rodríguez López es un exitoso y joven escritor de novela negra que escribe bajo el seudónimo de Álvaro Vázquez de Aro y ha desarrollado un estilo de escritura con el que tiene enganchados a miles de lectores. En sus novelas, se prescinde de la incógnita (asesinato, robo o cualquier otro misterio) desde un principio, esto lo hace frente al lector, pero no entre sus personajes, por lo que la trama no pierde nervio ni interés. Ha creado un personaje icónico, Suso, un asesino serial despiadado en quien se centran sus historias y que materialmente es el que lleva la carga de la trama y el interés que suscita entre sus múltiples lectores. Álvaro no siempre fue el exitoso escritor que es ahora, tiene sus demonios y esqueletos guardados, como el trauma que le causó un accidente automovilístico que le dejó la mano derecha paralizada en forma de “garra”, lo que contribuye a su carácter cínico y con una alta dosis de misantropía.

Mateo Cabrera uno de los poquísimos amigos de Álvaro y con quien compartió años de niñez y adolescencia en el internado de San Nicolás de Bari en la sierra de Guadarrama, donde siempre fue sujeto de abusos y burlas de los “matones” que nunca faltan en lugares así, haciendo de él una persona introvertida de carácter tímido y huraño. Actualmente tiene el oficio de crucigramista, en el que ha ganado cierto prestigio que le permite subsistir “decentemente”.

Álvaro recibe una inesperada llamada de Mateo quien lo cita en el pueblo de Ureña, en Valladolid, mejor conocido como la «Villa del libro», por haber más librerías que habitantes, un lugar de origen medieval de esos que se están muriendo por falta de habitantes, pero que conserva rasgos históricos y arquitectónicos que le confieren atractivo a los turistas de fin de semana. La llamada de Mateo a Álvaro despertó en él añejos sentimientos de culpa que le hacen imposible negarse a acudir al llamado de su amigo que no ha visto en años. Ambos con un pasado en común y un futuro marcado por la infancia, regresan al origen para cerrar ciclos o quizá perseguir alguna venganza.

Mateo cita a Álvaro en una librería de viejo en el pueblo, en donde conocerá al tercer personaje de la historia: Teófilo Sáez del Amo, anciano dueño de la librería. Con estos tres personajes, el autor prácticamente construye toda la novela.

El encuentro entre Álvaro, Mateo y el librero será el detonante de la trama donde los intensos y descarnados diálogos nos irán hundiendo literalmente en una historia de lo más oscura, en la que saldrán uno a uno los fantasmas y demonios de los personajes, que además por sus características nos llevan por toda una gama de temas que le dan una gran solidez y profundidad.

Vemos en las páginas de la novela disertaciones sobre el futuro del libro y la creación de una novela; la negra historia de torturas y castigos del medioevo español; las oscuras motivaciones de un asesino; los traumas infantiles y su huella en los personajes; así como un largo etcétera, que hacen de esta novela una delicia con un gran misterio como ingrediente adicional, y  nos mantiene incapaces de despegarnos de las páginas.

Una de las características más destacables de esta historia es que el autor no escatima en descripciones duras y a veces escatológicas, lo que reafirma el carácter negro de la narración y aunque en momentos incomoda, su estilo le confiere una veracidad a las situaciones descritas que prácticamente podemos ver, oler y palpar en medio de la crudeza de los hechos narrados.

En esta novela no hay personajes moralmente rescatables, hay personajes realistas con los que en momentos empatizamos pese su degradación, y a diferencia de muchas novelas del género negro no hay salidas a modo, ni actos de expiación que justifiquen los hechos narrados, aquí todo es crudo y cínico.

Pese a la dureza de la novela, el autor mantiene en muchos momentos un tono coloquial y hasta divertido con el que nos engancha, nos seduce con multitud de anécdotas y referencias que nosotros los lectores hispanohablantes reconoceremos de inmediato que nos harán sentir cómo en casa.

Como buena novela negra hay crímenes, misterios, enigmas por resolver y por si fuera poco, un crucigrama que tendremos que resolver capítulo a capítulo.

Léanla, no se arrepentirán.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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