Calle Este-Oeste

Gerardo Pérez Escutia

Soy contrario a la pena de muerte, me dijo en un tono carente de emoción, excepto en el caso de mi padre.
Niklas Frank, hijo de Hans Frank, gobernador nazi de Polonia entre 1939 y 1944.

En este Bufete negro de vez en cuando nos salimos de la línea de la novela negra, hoy es una de esas veces, ya que vamos a recomendar un libro entre la memoria familiar y la indagación histórica, aunque tiene todas las virtudes literarias de una novela de misterio donde los temas y los personajes se sienten muy reales, y precisamente por ello son más impactantes.

Este libro lo encontré cuando buscaba información sobre la historia de Rusia y Ucrania, así como la del mundo occidental a partir de la Segunda Guerra Mundial, esto con la intención de tener una mejor perspectiva y comprensión de la guerra de Invasión que ocurre actualmente en Ucrania; se trata de Calle Este-Oeste (Editorial Anagrama, 2017) de Philippe Sands, (Londres, 1960).

Phillips Sands es profesor de derecho internacional y abogado de profesión, ha intervenido en destacados juicios en la Corte Penal Internacional de La Haya, incluyendo los casos de Pinochet, la guerra de Yugoslavia, la invasión de Irak y Guantánamo, es autor de múltiples ensayos sobre la tortura y crímenes contra la humanidad, además es colaborador del NYT, BBC y otras prestigiosas publicaciones.

Este libro tiene cuatro personajes principales: Hersch Lauterpach, judío catedrático de derecho internacional nacido en Zolkiew a unos cuantos kilométros de Lemberg, la actual Lviv (Ucrania); Hans Frank, alemán abogado, ministro de gobierno y gobernador de Polonia durante la ocupación nazi; Rafael Lemkin, judío fiscal y abogado polaco, estudió en Lowów (Lviv); Leon Buchholz, judío abuelo del autor, nacido en Lemberg.

Philippe Sands

Cuando el autor es invitado a Lviv, que en ese entonces pertenecía a la Polonia ocupada a dar una conferencia, descubre que en esa ciudad confluyeron a principios del siglo XX, cuatro personajes cruciales en su historia, tanto familiar como en su vocación como jurista y abogado especializado en derecho internacional. Ahí vivió su abuelo León, antes de mudarse a Viena y luego a París para escapar de la persecución nazi, en ese lugar estudiaron Hersh Lauterpach y Rafael Lemkin, ambos judíos, que por una de esas extrañas coincidencias en tiempo y lugar, fueron los pilares que le dieron forma y sustento jurídico a los conceptos de crímenes contra la humanidad (Lauterpach) y genocidio (Lemkin), conceptos nuevos y cruciales en los juicios de Nuremberg que fueron fundacionales para nuestro actual derecho penal internacional. En 1942 Hans Frank dio un discurso importante en Lviv, en pleno proceso de implementación de la “solución final” que determinó el genocidio del pueblo judío.

A partir de ese momento el autor se sumerge en una búsqueda detectivesca (estamos ya en pleno siglo XXI) para reconstruir la historia de estos cuatro personajes, sus orígenes, sus familias, su formación y las circunstancias que los llevaron a ser parte fundamental de la historia del siglo XX y en el caso de su abuelo, para recuperar la memoria de los orígenes y tribulaciones de su familia que fue marcada por la tragedia del Holocausto.

Al indagar en la vida de su abuelo, reconstruye toda su historia personal y familiar en la dimensión de una vida sencilla y sin complicaciones como la que vivieron millones de personas que fueron tocadas por la tragedia y tuvieron que huir de sus lugares de origen, logrando algunos sobrevivir y muchos otros perdiéndose en el anonimato de los campos de exterminio.

En el caso de Lauterpach y Lemkin, se conocieron ya en su madurez como abogados en Londres, donde cada uno pugnaba, basándose en su interpretación de las atrocidades cometidas en la segunda guerra y sus conocimientos del derecho internacional, para impulsar y desarrollar los conceptos de crímenes contra la humanidad y genocidio respectivamente, términos que no necesariamente se complementan y que resultaron antagónicos, por lo que fueron motivo de conflictos entre ambos en su afán de incorporarlos a la acusación y por ende, a la legislación internacional surgida de los juicios de Nuremberg. En ambos casos, el autor recaba múltiples testimonios, indaga en archivos polvorientos y reconstruye sus historias personales marcadas por la tragedia que los marcó y en la que perdieron a la mayoría de sus familiares en los campos de concentración nazi en Polonia.

El otro gran protagonista del libro es Hans Frank, abogado, hombre culto, virtuoso intérprete de Chopin al piano, coleccionista de obras de arte y amoroso padre de familia que en su juventud, seducido por la propaganda, se hizo miembro del partido Nacional Socialista y fungió como abogado personal de Hitler, quien a la postre lo nombró gobernador de la Polonia ocupada y responsable de implementar los guetos de Varsovia y Cracovia, además de dirigir la solución final. Frank coincidió físicamente en los tribunales de Nuremberg como acusado con Lauterpach y Lemkin, asesores jurídicos de Inglaterra y Estados Unidos durante estos juicios.

Debemos señalar que Lviv, Lemberg, Lvov y Lwów , son un mismo lugar, una ciudad que se encuentra hacia el oeste de Ucrania y que entre el periodo transcurrido entre 1914 y 1945 cambió ocho veces de manos, según quienes la invadieran y así estuvo en manos de la Rusia zarista , de Polonia, de la Unión Soviética, de Alemania y de Ucrania  (donde espero que siga estando). El autor utiliza esta ciudad como ejemplo de la historia de Europa en el siglo XX , donde el antisemitismo , el ultranacionalismo y los afanes hegemónicos la han jalonado para dejar una huella indeleble en su historia y arquitectura.

La otra vertiente del libro es la historia de las ideas que se fueron consolidando hasta plasmarse en los fundamentos de la actual corte penal internacional de La Haya, producto de una investigación minuciosa que ahonda en la micro y macro historia, donde el autor narra la biografía personal e intelectual de Lauterpach y Lemkin, sus afanes, sus obsesiones y como se fue gestando en ellos su gran compromiso por sentar las bases jurídicas para castigar y evitar los crímenes de la guerra.

Antes de Nuremberg no existía una legislación universal, ni mucho menos los delitos de crímenes contra la humanidad y genocidio, lo que en los hechos confería impunidad a los gobernantes que podían matar, masacrar o eliminar a individuos o a pueblos y etnias enteras dentro de sus fronteras o posesiones coloniales de manera similar a la forma en que un granjero mata a las gallinas de su corral, porque puede y porque es su dueño.

Este vacío legal y los conceptos de soberanía y autodeterminación de los países (que ya existían), permitieron la impunidad en atrocidades como las cometidas contra el pueblo armenio en 1915, los múltiples pogromos en diversos países de Europa y el Holodomor en Ucrania, sin tocar un solo pelo a los perpetradores. Todo esto cambió gracias a los juicios de Nuremberg, a la labor de los juristas protagonistas de este libro y gracias a los millones que murieron y que fueron la voz de alarma para una comunidad internacional que tuvo que intervenir frente al nacismo y sentar nuevas bases jurídicas internacionales.

De todo esto se habla en este libro, escrito con una espléndida prosa que convierte a la narración en una novela detectivesca, alcanzando cotas verdaderamente dramáticas al narrar el juicio de Nuremberg. Es una narración que indaga en lo más profundo de la psique humana , es una historia coral, pletórica de relatos y testimonios conmovedores tomados de primera mano, que convierten a este libro en un documento imprescindible.

Los invito a leerlo.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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