Capiz le apuesta a una segunda edición del Amoreljazz

Raúl López Téllez

En duda se encuentra una segunda edición del Amoreljazz, festival dedicado al jazz local realizado en el 2018 y auspiciado por el Ayuntamiento de Morelia. “Todo depende del apoyo”, señala el impulsor del evento, el baterista Efrén Capiz Castañeda, quien afirma que el ofrecimiento hasta el momento sólo existe verbalmente por parte de funcionarios de la Secretaría de Cultura municipal, quienes dice, le aseguran que sí lo habrá.

El único recurso financiero de que dispuso el jazzista, un promedio de 100 mil presos, se gastaron 50 en al pago a los músicos de los ocho ensambles y un grupo de danza participantes, y el resto en el soporte técnico, sonido. “Me dicen sí, sí se va a hacer, pero no me dicen exactamente cuándo, cómo. Yo espero que sí se haga, que se sostenga ese apoyo, aunque sea mínimo”.

Capiz, quien en mayo del 2018, durante el concierto de clausura del Jazztival -el principal foro del jazz en el estado-, se manifestara a un lado del templete con una pancarta para demandar la inclusión de músicos locales, señala que lo deseable sería en principio que el Amoreljazz tenga una continuidad y que pueda rebasar el cartel inicial de ocho bandas locales.

Dice que la administración que encabeza el morenista Raúl Morón Orozco en el gobierno de la ciudad, le apoyó con los recursos suficientes apenas para el desarrollo del evento desarrollado del 28 de noviembre al primero de diciembre, en la vía pública, a un costado del Centro Cultural Clavijero, y en plena Avenida Madero frente a la Catedral para el concierto de clausura.

Obvio, afirma que le gustaría poder tener una figura internacional que animara lo que, dice, “es el primer festival de jazz dedicado a los jazzistas del Valle de Guayangareo”, en referencia al lugar fundacional de la ciudad. Incluso talleres y otras actividades, como extensiones, que puedan abarcar municipios cercanos o la mayoría de las tenencias.

“Pero todo depende del presupuesto”, insiste. En el 2018, cuenta, terminó con aporte de sus recursos para poder sortear gastos que rebasaron los otorgados y que se pueden comprobar, indica, “peso por peso”.

Su intención, sería que otras ocho bandas participen en el segundo Amoreljazz. Habla incluso de la expectativa de armar una Big Band, “pero la cuestión es que le entre (la Facultad Popular de) Bellas Artes o el Conservatorio (de las Rosas)”, alude en cuanto a los apoyos necesarios, más allá de la logística para concretarla como las sesiones de ensayo. La agrupación la integrarían estudiantes, dice, “porque traer profesionales, ocupa dinero y la verdad sale muy cara”, reconoce.

“No sé ni cuánto dinero habría”, señala al volver al tema del presupuesto en duda. De los apoyos en el 2018, dice que fueron posibles porque se disponía de la cantidad como “remanente” de los recursos ejercidos por la Secretaría de Cultura del Ayuntamiento en el ejercicio presupuestal de la administración anterior a Morón.

“Si se puede, además de tocar en el Centro, ir a las tenencias, hay 14 tenencias, mínimo hacer presencia en unas ocho, hay plazas, hacerlo grande, pero la cuestión es si va ha haber recurso”, insiste de nuevo. “Yo no lo le quiero apostar a que sea de gratis, porque, ¿de qué vives? Si hay recurso se hacen las cosas, si no, no se hacen”.

-¿Hasta cuándo esperarías una respuesta, para saber si habrá otro Amoreljazz?

“Se supone que lo tenemos que hacer para finales de noviembre, principios de diciembre”, dice, por lo que señala que a más tardar en este mes se tendrían que empezar a concretar las posibilidades de lograrlo.

Afirma que está consciente de las limitaciones y pese a éstas dice que le apostaría por otro festival en este 2019. En la edición inaugural, cuenta, “yo mismo estuve grabando los videos, un cuate de cuates me cobraba 3 mil 500 por día, eran tres horas por día, y está muy barato… no hubiera alcanzado; del audio yo mismo me las arreglé, renté un aparato y lo hice”.

El fundador del proyecto Blurhepecha, con una trayectoria que cifra más allá de los 30 años de baterista, insiste una y otra vez: “De que se pueden hacer cosas, claro que se pueden, pero todo depende de los presupuestos, del dinero”.

Hacer otro festival dedicado al jazz “del Valle de Guayangareo”, dice, lo ha enfrentado además al dilema de no repetir a músicos, dada las características de los ensambles de jazz, que en su mayoría no cuentan con elementos formales y más bien se “prestan” entre las agrupaciones de acuerdo a necesidades u disponibilidades, más allá de recordar que el músico de jazz en Morelia gana más en la mayoría de ocasiones con grupos comerciales, en eventos sociales, que con dedicarse al ritmo sincopado. De ahí que sería importante contar con una figura externa, mínimo con una trayectoria nacional que atraiga, porque extranjero, ni pensarlo, dice.

Pese a que los recursos para los músicos se liberaron cuatro meses después y que los mismos sean pocos, “yo estoy dispuesto a trabajar con lo que se pueda”, reitera, en la intención por mantener un foro de expresión para los jazzistas locales.

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