Cucarachas o Criaturas Frankenstein

Livier Fernández Topete

Ser un adaptado social o no serlo, esta es la cuestión, con sus necesarios matices. Si alguien se pasa de adecuado, estamos hablando de un ordinario, con su cuota más de corriente que de común; si lo inadaptado predomina, nos referimos a un engendro Frankenstein.

Muchas veces, dentro de estas dos posibilidades, es preferible quedarse con el bicho raro, pues el ordinario se figura más a cucaracha: son una plaga que camina siempre igual, en múltiples direcciones y con sus 3 a 7 y medio centímetros de integridad. Este tipo de seres, igual que cucarachas, tienen la cabeza muy pequeña y pueden sobrevivir sin ella durante un lapso de tiempo muy largo (como por ejemplo, toda su vida); son capaces de soportar dosis altas de radiactividad; prefieren alimentos con gran contenido de almidón, grasas y azúcares; son prácticamente ciegos; producen secreciones olorosas; y la mayoría de las veces, igual que estos insectos, mueren boca arriba.

En cuanto al bicho raro, este tipo es un ser innombrable, que no tiene apelativo como en la novela de Mary Shelley, es un solitario, no identificado con la especie humana y vacío (condición que lo vuelve sensible aunque no lo parezca, distante de prejuicios y con hambre e ilusión de ser). Esta criatura no esconde sus costuras, es decir, sus recuerdos, heridas, referentes y columna vertebral.

Ser un adaptado social o no serlo, esta es la cuestión. Si se pasa alguien de acoplado, lo mejor para el que quede a su lado (si es que no se trata de un par) es cuidarse la espalda, los ojos y los oídos; si lo deforme predomina, no hay que exagerar el disgusto, sino intentar la atención, pues se trata de una criatura Frankenstein: un sin nombre desolado, inconforme, anti natura; podríamos estar incluso a punto de rozar el aliento de un inmortal monstruo divino.

*Fotografías del collage: de la serie “Sobrevivientes-1” / Roberto Fabelo y “Frankenstein” / Pilar Puyana

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