Cultura, locura y monarquía

Caliche Caroma

Era el Torneo de Invierno 2000, la cancha pesaba por su historia y afición, La Bombonera, estadio Nemesio Díez, los visitantes sufrían mucho en este pasto, la porra se metía en serio en el partido: “¡Chingas a tu madre, arbitro!”. Morelia contra Toluca, el marcador global fue 8-7 a favor de los michoacanos. De regreso a casa, los campeones fueron recibidos como verdaderos héroes, el pueblo se pasó el pan y el circo por el arco del triunfo y salió a festejar durante casi toda la noche de ese 13 de diciembre, la glorieta de Las Tarascas, donde copulan las avenidas Madero y Acueducto, se llenó de entusiastas eufóricos: “¡Somos campeones, somos campeones!”.

Y en este mismo lugar, Las Tarascas, se reunieron justos y pecadores la noche del cinco de diciembre de 2019, renació la esperanza para los hinchas morelianos, su equipo monárquico venció al América, 2-0. Desde temprano se veían las calles pintadas de amarillo y rojo, las conversaciones giraban en torno al esperado encuentro. Carnicerías, tienditas, transporte público y hasta los intelectuales de los portales hacían apuestas sobre lo que ocurriría en la topada frente a las Águilas. El sueño colectivo escrito en quinielas, repetir lo sucedido hace casi veinte años, el objetivo, las misas para que el apoyo no sólo fuera físico, sino metafísico: “Diosito, ¿estás ahí?”.

Después de tantos asesinatos, feminicidios, robos, secuestros, extorsiones, tomas de avenidas, aumentos en los impuestos, declaraciones estultas de las autoridades, el pueblo estaba cansado, urgía una inyección de “todo está bien”. Lo que fuera para aminorar el sufrimiento, los michoacanos pedían a gritos una buena noticia. Don Guido, vecino de la colonia Prados Verdes, trae puesta su camiseta del Morelia: “No me la voy a quitar hasta que seamos campeones de nuevo, nos lo merecemos, ahora sí, Carlitos, vas a ver”.

Puede no gustar a todos, es comprensible, el futbol es sinónimo de controversia, porras homófobas, peleas sangrientas, intereses oscuros, empresarios insaciables, Zague y otras calamidades, pero es innegable que esa pequeña alegría lograda con patadas, cabezazos, pellizcos y mentadas de madre, levanta los ánimos mejor que cualquier otro placebo social. El opio se convirtió en balón. La fotografía mental: Silvano Aureoles y El Buki con sus casacas morelianas. La Locura 81, barra muy brava, prepara sus tambores de guerra, trompetas y trombones desafinados, pasión es lo que sobra: “No somos Monarcas, somos canarios, Atlético Morelia rifa”.  

Comizzo, Morales, Darío Franco, Trujillo, algunos de los nombres que le dieron la gloria al ate y a la cantera, pasajera gloria que desfiló por la avenida principal de Morelia, confeti por las calles, los periodistas deportivos derramaban tinta sobre este hecho, el tercer milenio había comenzado con el pie derecho y hacia gol. El día de hoy, cómo han pasado los daños, Giovanni (no da apellidos porque no quiere broncas) comparte penosos momentos de aquel festejo de campeonato: “Traíamos un balón por la avenida Madero, la portería eran los comercios, no sé cuántos éramos, muchos, seguramente, entonces alguien tiraba, obvio el arquero no atrapaba la pelota y, para recuperar la bola, nos metíamos al negocio y agarrábamos los que podíamos, ¿y patas para qué las quiero? No recuerdo si hubo detenidos, pero llegué a la casa con un montón de cosas”.

¿Se repetirá la victoria y el saqueo? Nadie puede saber, aún faltan batallas, encuentros en los que el Monarcas deberá demostrar que es el rey del mundo, el más-más del balompié. La banda tocó Juan Colorado en repetidas ocasiones, los fuegos artificiales estallaron en el cielo, los perros se asustaron, muchos no querían regresar a la realidad, al trabajo, a las noticias sensacionalistas. Falta un partido, para ganar esta semifinal, y dos más para la gran final. Lo futbolero parece ser más que mero espectáculo: el llanto, la risa, los abrazos, el dinero gastado en cerveza, la reventa, golpearon a un revendedor afuera del estadio, la petición al presidente municipal para la transmisión de los 90 minutos en la plaza Melchor Ocampo, el Scooby-Doo, ¿vivirá El Semillas? Cultura, locura y monarquía, estas tres palabras no sólo definen al equipo de futbol, el estado mismo puede ser explicado con esta tríada de fonemas y morfemas. El triunfo será o no será. Ya veremos, dijo el ciego.

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