De una canción profunda: Citlali Martínez

Caliche Caroma

A unos pasos de la avenida Lázaro Cárdenas, en la capital michoacana, se encuentra la última casa que habitó y donde fue velado, antes de ser llevado al Primitivo y Nacional Colegio de San Nicolás de Hidalgo, el poeta Ramón Martínez Ocaranza. A un costado vive su hija, Citlali Martínez. Hasta ese lugar llegamos para realizar la entrevista y tomar las fotografías. A Citlali la acompaña y asiste su nieto Horus Hirepan, fue él el encargado de la edición de la primera parte de sus memorias, Cuéntame tus historias (el título surge de la petición de Juan de la Cabada a Citlali, cuando el cuentista se encontraba muy enfermo), texto que apareció bajo el sello editorial Silla Vacía en 2018. De este libro y de los audios registrados la mañana del 7 de julio de 2020 se conforman los siguientes párrafos, aproximación a un ser humano que tiene mucho qué contarnos.

Y antes de acercarse a la hija, mujer, madre, abuela, escritora y luchadora social, un fragmento de Notas para un poema a mi hija Rosa Citlali: “Rosa de luz; / Citlali de ventura; / Caracolito blanco / Que vas sobre la nieve / Formando los teoremas / De una canción profunda; celeste maravilla / Del ruiseñor del mundo; / Canción; extensa nota / De ruiseñores verdes”.

Ella. Muchas gracias por venir, ésta es su casa. Mi nombre es Rosa Citlali Martínez Cervantes. Nací el 30 de julio de 1948 en la Ciudad de México, donde se casaron mis papás. Recién nacida nos trasladamos a Xiquilpan (grafía utilizada por Ocaranza), ahí viví mis dos primeros años. En 1950 llegamos a Morelia porque mi papá entró a dar clases a la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH).

José el bautista. José Revueltas llegó a mi casa cuando yo acababa de nacer. Mi mamá, Ofelia Cervantes, me había puesto Coatlicue, Revueltas dijo: “¡Cómo le van a echar esa mole encima a la pobre creatura!”. Decidió ponerme Citlali. Salieron los tres, mis padres y el autor de Los muros de agua, hacia el Museo de Antropología e Historia, frente a la diosa Coatlicue, José Revueltas me bautizó con tequila.

La Madre. Desde niña, siempre me encantó acompañar a mi mamá en su activismo político y cultural: recuerdo, muy vagamente, su participación en el Movimiento de Liberación Nacional y en una organización Feminista. Pero el personaje más importante en esta etapa de mi vida, siguió siendo mi mamá, a la que siempre he asociado con la figura del personaje de La Madre de Máximo Gorki, Pelagueia Vlásova.

Confieso que he vivido. Me cuentan también que un día fuimos a visitar a Pablo Neruda, que estaba enfermo, en cama. Al verme pidió que me pusieran en sus brazos y dice mi mamá que me dijo palabras muy tiernas que ya no recordaba. (RMO escribe en su Autobiografía: “Cuando viví en la casa de Pablo, continué estudiando Residencia en la tierra. Era el mejor homenaje que le podía hacer a su amistad y a su generosidad”).

Caminito de la formación. Terminando la primaria, ingresé, en 1961, a la secundaria llamada Escuela de Iniciación Universitaria Femenil de la UMSNH, ubicada sobre la avenida Madero Poniente esquina con Rayón, a dos cuadras y media de la cual vivía yo con mi familia. Allí cursé 1º y 2º para pasar, en 1963, al Colegio de San Nicolás, donde se llevaba el 3º ya mixto.

Otra vez Pepe. En 1968 cursaba la licenciatura en historia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, el dirigente era Roberto Escudero. Ahí llegó, desde el principio del movimiento, José Revueltas, se instaló a vivir en la facultad. Tuve la oportunidad de estar cerca de él, se la pasaba escribiendo ensayos, hacía volantes, presidia las asambleas generales, participaba en las reuniones del comité de lucha. Así lo vi y pasé aquellos días junto a este gran escritor y pensador.

La cárcel. Conviví con Enrique González Rojo y su familia, ellos estuvieron una temporada en Morelia cuando yo era niña. Conocí también a Efraín Huerta. Más adelante, a partir de que detuvieron y encarcelaron a mis papás (del 8 de octubre al 28 de diciembre de 1966), me entrevisté, en la búsqueda su libertad, con David Alfaro Siqueiros, Juan José Arreola, Henrique González Casanova, Gastón García Cantú, Thelma Nava… Thelma fue la primera que le editó Otoño Encarcelado a mi papá.

La Poesía. Nuestros padres nos involucraron en lectura de la poesía desde chiquitos a mis hermanos y a mí (María y Ramón). Mi mamá y mi papá estaban muy influidos por los sucesos en la Madre Patria, la Guerra Civil, los Niños de España, mi niñez transcurrió cantando esas canciones de la lucha española, leyendo el Romancero gitano de Federico García Lorca y escuchando el homenajeque compuso Silvestre Revueltas al Poeta en Nueva York; en alguna parte de esta pieza musical hay un sonoro tatata-tatá que los cinco de la familia acompañábamos con un amable recordatorio a la progenitora de Francisco Franco.

El recuerdo poético. Hay un poema muy bonito que seguido me viene a la memoria cuando tengo que tratar con personajes criticables, es de su primer poemario, fechado en 1941, Al pan, pan y al vino, vino, dice (de memoria y transcrito así mismo): “Es una cosa amor de la chingada / saber que nuestra suerte la barajan / los que nada saben, pero todo atajan”.

Citlali Martínez y su nieto Horus

Cuéntame tus historias. Estas son mis memorias, un poco de ellas, me ayudó a editarlas mi nieto Horus. La primera parte de este libro incluye lo que fue mi formación, el compromiso con las luchas libertarias que hasta ahora mantengo, siempre bajo la influencia de mis papás y de todos los amigos con los que compartí experiencias. Después viene mi ingreso al Colegio de San Nicolás, que hasta la fecha es para mí un recinto sagrado, venerable, que quiero mucho. Mis inicios como luchadora social, defensora de los derechos humanos y activista.  Relato mi participación en el movimiento universitario de 1963 en Morelia, cuando quitaron de la rectoría al doctor Eli de Gortari y el ejército asesinó al estudiante Manuel Oropeza García. Años después participé en el movimiento de 1966, donde mataron a otro estudiante, Everardo Rodríguez Orbe. A partir de esta represión, allanaron nuestra casa, detuvieron a toda la familia, nos llevaron al cuartel, a mis padres los consignaron en la penitenciaria, estuvieron tres meses detenidos y papá dos años suspendido como profesor de la UMSNH. En 1968 anduve bastante activa en el movimiento estudiantil. Este es el primer tomo de mis memorias, en el segundo narro lo acaecido en 1969, mis visitas a los presos políticos en el Palacio Negro de Lecumberri, especialmente a José Revueltas.

El otoño moreliano. Yo sigo sintiendo ese compromiso que sembraron en mí mis papas, y todos los que me formaron. Sigue presente el cariño que ellos me inculcaron hacia la universidad michoacana. En últimas fechas, la UMSNH ha sido muy lastimada por los gobiernos estatales y federales, en 2006 estuve en la resistencia universitaria, dentro de las tomas de las instalaciones. Atenta, a través de redes sociales, de las luchas sociales, comento y publico recuerdos. Estoy leyendo libros actuales, releyendo otros que leí en la adolescencia. Leer es un vicio que no se me quita desde que era niña (Ciltali está rodeada de libros).

No podían faltar las recomendaciones. La casa de los espíritus, Isabel Allende. La fiesta del Chivo, Mario Vargas Llosa. Cien años de soledad, Gabriel García Márquez. La poesía de Marcos Ana, poeta español que fue el preso que más tiempo duró encarcelado durante el franquismo.  Y de mi papá, aunque se habla más de La patología del ser, libro de lectura difícil, complicada; considero que hay otros más accesibles, La vocación de Job es uno de ellos, él se identificaba con este personaje bíblico, tal vez porque mi papá sufrió demasiado con la enfermedad que él tenía, éste es un libro recomendable para introducirse a la literatura de Ramón Martínez Ocaranza.

Epílogo. Citlali sale a despedirnos hasta la calle, nos cuenta que lo único que queda de original de la casa de su padre es el muro de cantera que llama la atención a los que pasan por ahí, toca la piedra para acentuar la memoria. Su cabellera color de la nieve hace juego con el rosa de la cantera. Un hasta luego y se cierra la puerta.

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2 comentarios sobre «De una canción profunda: Citlali Martínez»

  1. Ligia Mazariegos Ramos

    Citlali Martínez Cervantes es una persona extraordinaria por su trayectoria cultural, política y social, además de ser sumamente generosa y humana. Su figura representa una de las más importantes entre quienes, con su honesto testimonio, nutren nuestra memoria desde el punto de vista de la izquierda revolucionaria en México. De eso y de la valiosa aportación periodística de Caliche Caroma, resulta una entrevista amena y puntual, aunque, para mi gusto, demasiado corta. Felicidades y abrazos.

    1. Graciela Andrade

      Citlali, con una aparente fragilidad, su fuerza estriba en una vida ligada a las mejores causas… arrullada por brazos comprometidos, creció mirando el horizonte de las alternativas y hacia allá ha andado toda su vida. ❤️

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