El cielo se ensombreció y las dejaron solas

Beatriz Rojas

Este año fue diferente. La violencia ensombreció la fecha que si bien conmemora una matanza, también engloba la fuerza de un movimiento y la constante exigencia de las mujeres por gozar de derechos básicos: como el de que sus parejas no las asesinen o poder salir a la calle a cualquier hora sin sentirse en constante peligro.

Una masacre en un velorio y un despliegue de brutalidad en un partido de fútbol sirvieron de marco a este 8M, que se tornaría más sombrío que cualquier otro en Morelia, como ya se anticipaba.

Esos eventos sirvieron también al gobernador del estado, Alfredo Ramírez Bedolla, para azuzar el enojo femenino y avivar la división social y fueron el alimento de la sarta de incongruencias que emitió en una rueda de prensa ese mismo día por la mañana, en que comparó a los grupos feministas con los hinchas alcoholizados que se agarraron a golpes, hizo gala de su basto conocimiento al referirse a “las casacas negras”, pensando en el bloque negro y culminó con la cereza del pastel: señalando a una colectiva específica como violenta.

Este contexto, aunado a la colocación cinco días antes de una muralla de láminas de metal alrededor del Palacio de Gobierno y a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, para quien las mujeres que exigen equidad son sus enemigas, conservadoras, contrarias a la “4T”.

Para algunos resultó irónico que precisamente los gobiernos emanados del partido que fundó el hombre que ocupó el zócalo de la Ciudad de México durante años ahora rechace a las manifestaciones. Pocos recuerdan esa alianza que hizo ese partido con otro, que es financiado por los grupos internacionales de ultraderecha.

Lejos quedó la euforia del 8M de 2020, cuando la capital del estado se pintó de verde y morado y predominaba la empatía en otros frentes. Esta vez, los comentarios en redes sociales, en los salones de clases, en los centros laborales, eran de rechazo, lo que no hace más que confirmar la necesidad de visibilizar la violencia machista.

No pudieron faltar los grupos provida que como siempre se colocaron frente a los templos con cara de mártires que darán su vida antes de que una gota de pintura toque la cantera manchada con caca de paloma que representa toda una ideología centenaria, machista, por cierto.

La fractura entre colectivas también fue latente, pues lo que pudo ser un gran contingente de miles de participantes -se estima que cerca de tres mil- se convirtió en cuatro, que partieron de distintos puntos, a distintas horas.

El comienzo fue similar al de otros años: mujeres, en su mayoría jóvenes, niños, bebés, mascotas, algunos hombres, caminaban por la avenida Madero entonando consignas, algunas con la fotografía o el nombre de sus agresores en cartulinas.

Solo uno de los contingentes alcanzó las vallas metálicas y en un primer momento la abrió con facilidad, pero se replegó ante la intervención de los policías estatales.

Otro grupo se quedó en el Congreso del Estado y fue cuando un tercero se disponía a celebrar un mitin en la avenida Madero cuando hombres encapuchados arremetieron contra las vallas que “protegían” el Palacio.

Balas de goma, gas, proyectiles, fuego, madera y todo tipo de proyectiles ensombrecieron el cielo, que ya oscurecía.

Al final se quedaron solas. Policías municipales procedieron a agredir a la prensa y a detener a los incitadores, pero también a varias jóvenes que no alcanzaron, que no supieron cómo salir de ahí, entre ellas una niña de 12 años.

Las dejaron solas y en su reclamo contra la violencia las violentaron, acallaron su grito, criminalizaron su indignación.

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