El grafiti es libre, debe estar lejos de los políticos: Spaik

Raúl López Téllez

Desde los 15 años de edad, “en la secundaria, veía a mis amigos que dibujaban cosas como letras, de forma vandálica, me gustó, también me metí en esa onda y de alguna forma lo hice de manera ilegal”, narra Israel Guerra, artista gráfico que en el ámbito del aerosol es más conocido como Spaik, quien señala que en su proceso de formación influyeron las obras de Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, “eso me nutrió para querer hacer cosas más elaboradas, con más composición”.

Sobre el carácter transgresor que es inseparable del grafiti bien entendido y respetado, y el cómo debe “conciliarse” lejos de lo vandálico, Spaik lo reconoce “como un tema muy complejo, ¿zaz?”, que deja en la iniciativa y criterio de quien decide plasmar algo en un muro. “Porque también no se puede generalizar a quienes hacen grafiti como vándalos, ante otros que lo hacen digamos de una manera más consciente, que pintan fábricas abandonadas, no sé, tiendas tipo Wall Mart, como que hacen cosas ilegales para empresas muy grandes; hay otros que sólo quieren pintar, aunque sea la casa del vecino y hasta de su abuelita”.

El grafiti siempre ha sido libre, remacha. Entrevistado en una pausa de la elaboración de su mural urbano en una de las esquinas de la Plaza de San Agustín, parte de la intervención que en el área de esta zona realizan 10 artistas urbanos dentro del Street Art Mini Festival; Guerra indica que el artista del grafiti busca compartir un mensaje, que a su juicio debe ser lo importante antes que hacer una pintura “bonita”, o incluso caer en los patrocinios de políticos o gobiernos para hacer un “grafiti oficial”.  

Originario de Tlaxcala, donde vivió hasta los 15 años de edad, luego de una errancia por varios rincones del país, Spaik se decidió a vivir en Morelia, donde ya lleva diez años.

“Ha crecido mucho el grafiti. Hay cada vez más chavos interesados en promoverlo en forma artística, como lo que ahora estamos haciendo”, dice sobre el ambiente en la ciudad, a la que también han llegado artistas de otras partes del mundo, con experiencias que van y vienen y que han servido para conocer “más estilos, más técnicas, más propuestas, a veces es lo que falta con los chicos, como no ven otra cosa, pues como que se estanca todo, pero cuando muestras otras opciones te crecen las ideas”.

Más allá de los jóvenes, dice que el evento de intervenir los muros en torno a la zona de San Agustín ha generado el interés de los propios ciudadanos y habitantes de la zona e incluso de algunos empresarios hoteleros. “Nunca en su vida habían visto esto y les cambias el chip de que todo el grafiti es malo; a lo mejor si no a un 100 por ciento le gusta lo que vio, a un 90 por ciento sí”, explica sobre el proyecto en marcha y que se espera esté culminado plenamente en esta semana. “Es darle una manita de gato a esta zona, que tenga otro tono”, apropósito del lugar, punto de reunión de adictos y prostitutas y que ha tenido resonancia en las últimas semanas por ciertos hechos violentos.

Sobre determinada tendencia de “jalar” a grafiteros mexicanos hacia otros países,comenta que no es general y se podría decir que hasta reservada a quienes tienen la capacidad de contactarse y viajar, sin subestimar una trayectoria que los avale. “Hay un millón de grafiteros en todo México y de esos que jalan serán 20, tampoco es así que ¡uuuuuyyy!, es bien contado que un buen festival te llame, voltee a verte”.

En su caso, se considera privilegiado por poderse dedicar de tiempo completo al grafiti, sin tener que relacionarse con trabajos ajenos al mismo para sobrevivir económicamente. “Tenemos suerte de que sólo hacemos esto; algunos hacen tatuajes, diseños digitales, pero siempre en función de la creatividad, como en cualquier profesión, los que sí se aplican pues viven chido”.

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