El juego serio del Tarot

Livier Fernández Topete

El tarot se parece al arte, a la literatura, a la filosofía y a la psicología.

El tarot narra un fragmento de la historia del arte, partiendo de lo documentado, tanto de la comprendida entre el s. XV y el s. XX, en contextos italianos, franceses e ingleses, siguiendo su ruta cronológica, como la inscrita en los tiempos y contextos que abrazan las propuestas de cada artista que crea un mazo.

El sistema del tarot propone, entre otras cosas, un ejercicio de proyecciones y de lectura de imágenes artísticas/arquetípicas. La experiencia del tarot es como asistir a una galería o museo, pero no para leer al artista que participa en el mazo, sino, como termina ocurriendo también con el arte, para ser leído uno mismo a través de lo que de sí observa en tal creación.

Quizá la diferencia más importante entre tarot y arte, sea la de la simbología en ambos lenguajes; mientras que cada artista recrea su obra a partir de un micro universo de símbolos, es decir, trabaja a partir de sus propias representaciones mentales, cada escuela de tarot encarna un universo simbólico en común; podríamos pensar en 3 ó 4 escuelas, o sea, 3 ó 4 propuestas simbólicas cuya madre es Marsella, pero que cada una formula y protege una mirada sobre lo humano, aunque muchos artistas trabajen alrededor. Los artistas que colaboran en la creación de un mazo, sugieren matices a los arcanos, atravesados por sus líneas estéticas, pero deben constreñirse a un universo simbólico más o menos cerrado; dicho de otra forma, el creador de la gráfica de un mazo, no parte de cero, no trabaja con “sus” símbolos, sino con los de la escuela de tarot dentro de la que concibe. En este sentido, el tarot es como el arte porque ambos proponen tejidos simbólicos, pero el artista del primero conserva la esencia o el arquetipo y el artista del segundo es libre (dentro de los límites de su propia simbología e historia de sus procesos creativos).

Una lectura de tarot es un acto creativo que se construye in situ y entre dos partes: lector y consultante. Lo que se construye entre ambos es poiesis, es creación no material u objetual, sino discursiva y reflexiva, usando, eso sí, como detonante al objeto artístico que es el mazo.

Tal como el arte, el tarot encarna preguntas y respuestas provisionales, cimbra nuestras certezas y al mismo tiempo es plataforma para la edificación de nuevas.

El tarot interpela, como la mayéutica, a través de sus interpretaciones nacidas del pensamiento colectivo, grabado a su vez en cada arcano, a descubrir las verdades por uno mismo. El tarot se relaciona también con la filosofía y la psicología, pues exhorta al autoconocimiento.

El tarot es fuente inagotable de reflexión, permite mirarnos en el espejo de los arcanos, para repensarnos. Es un cristal de dos lados: a través de uno, que es la imagen de cada carta, se nos ofrece una cara de nosotros mismos y, a través del otro, que es la interpretación del tarotista, se nos ofrece otra cara para analizarnos. El tarot es un espejo doble, el de cada arcano y el construido por el lector a partir de su especulación: el reflejo de una carta más el reflejo de la interpretación. He aquí su parecido con la literatura, su potencial de especulación es infinito pero no arbitrario como en esta disciplina, sino desgajado de la simbología de su propio idioma.

El tarot es un juego, nos pone en contacto con nuestra necesidad lúdica y con el placer que nos produce. Al igual que el arte y la literatura, el tarot es un juego, divertimentos que, los tres, suelen tomarse en serio.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el artefacto.

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Un comentario sobre «El juego serio del Tarot»

  1. Miguel Marroquin

    Que interesante análisis Livier.
    Gracias por compartir y darte el tiempo de escribir estas palabras.

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