El misterioso retrato de Jeannine Xochicale Solís

Caliche Caroma

Rosa Jeannine Xochicale Solís dibuja, hace estampa, pinta, observa los rostros que la rodean. Originaria de Maravatío, Michoacán, nació en 1997, tiene dos gatos llamados Tiger y Kitty, en sus ratos libres escucha a Chéjere. Participó en 2020 en el Encuentro Estatal de Pintura y Estampa Efraín Vargas y en el Salón Estatal de la Acuarela, en ambos certámenes ganó el premio de adquisición en ese año pandémico. Considera que tampoco es de vida o muerte estar en los concursos, pero es importante para la carrera de un artista producir constantemente y, ya encarrerados, meter obra para seguir en la ruta de la creación, se gane o no, puede ser un buen empujón motivacional y, ¿por qué no?, económico: “Son de las pocas oportunidades que tenemos los artistas, hay que aprovecharlas”.

Con menos de 24 años dejó de ser una joven promesa para convertirse en una fresca realidad, una mujer que no se quedó con el mote de artista emergente, pudo salir, emerger, y ahora se prepara y le echa ganas, conoce sus puntos débiles, la ingenuidad no cabe aquí, le da duro a la talacha para mejorarse, renovarse y no repetirse. Estudia el posgrado en Artes y Diseño de la UNAM, prepara su tesis, aunque a veces se distrae con Ramón López Velarde, pero sólo un poquito. Jeannine piensa en lo que sigue, el arco tenso, las flechas apuntando hacia el porvenir, el pulso fijo, sin temblar. Contra la incertidumbre y el azar, la técnica y la imaginación, la idea como salvavidas. Quedan para Jeannine las palabras de Concha Méndez: “La vida es ciervo herido sin remedio, que las flechas le dan veneno y alas”.

Le gusta la “luz suave de las tardes” y leer poesía manufacturada por escritoras (Rosario Castellanos, Rosalía de Castro, et al), la literatura del siglo XIX y el modernismo; escucha a Satie, Chopin, The Beatles (sus favoritos), aunque el son jarocho la emociona hasta las lágrimas y ni qué decir de la música gitana; también ve películas, sobre todo las adaptaciones de las obras de sus escritoras favoritas (Cumbres Borrascosas, Sentido y Sensibilidad, La edad de la inocencia, etc.), pero a lo que se aferra, su pasión, es a dibujar, boceto tras boceto, así todo el tiempo desde chiquilla (aún lo es), ensayando, practicando, haciendo estudios, trazando rostros, sus favoritos, acariciando a Kitty en la hoja de papel, repitiendo una y otra vez las difíciles manos, reproduciendo objetos, las transparencias de la cristalería y los envases, el dibujo constante antes que la palabra precisa: “Hay personas que perciben y dan cuenta de la realidad de manera verbal, yo soy más visual, así me comunico, así soy”.

Jeannine platica acerca de sus primeros trazos en la edad de oro: “Creo que esto comenzó cuando era pequeña, de niña me gustaba dibujar, llenaba libretas y libretas de dibujos, sin parar, como ahora. Sin embargo, en ese momento no lo consideré como una posibilidad para estudiar porque en Maravatío no llega esa información, o no llegaba; eso de que se podía hacer una licenciatura en artes visuales en un pueblito chiquito como el mío no era una opción. Hasta que en la preparatoria cursé el taller de dibujo, el maestro que daba el taller egresó de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, y así me enteré de la existencia de esta licenciatura y decidí que me iría a Morelia para estudiar Artes Visuales”.

Y acerca de lo que Jeannine crea, del fondo de su alma, de los intereses creativos: “Analizándome un poco, generalmente hay en mi obra sólo rostros y cuerpos femeninos. Fui criada en un ambiente de puras mujeres, mi mamá, mi abuela. Mis padres se divorciaron y crecí sin la figura paterna. Y bueno, también tiene que ver con mi formación, porque en la historia del arte las mujeres siempre fungieron como el objeto de inspiración, en los libros que consultaba veía los cuerpos y las caras de las mujeres que pintaban los franceses, ingleses, alemanes, y me acostumbré a ellos, a ellas. Yo me siento muy cómoda dibujando y pintando mujeres, por decirlo de alguna manera, es un diálogo de mujer a mujer”.

Por sus rostros las conoceréis: “El retrato es lo de los géneros visuales el que más atrae, el que más disfruto dibujar y pintar (nos muestra su libreta llena de caras, todas mujeres, cabelleras rizadas, lacias, manos que se mueven, ojos que hablan). A través del rostro puedes decir muchas cosas, la expresividad se encuentra en los gestos, la mirada, busco plasmar la personalidad del individuo en los ojos, la boca, la nariz, las cejas; me parece que el rostro humano es un gran medio de comunicación, tienes los factores psicológicos, sociales y, en especial, el rostro de la mujer esconde grandes misterios”.

Las influencias, maestros, referencias, guías: “La etapa de la escuela me sirvió bastante, al principio yo tenía muchas expectativas respecto a lo que ahí me podían enseñar, pensé que sería más técnica y académica la educación, pero no fue así, entonces busqué por fuera lo que necesitaba para crecer. Con el tiempo uno va cambiando y también cambian los intereses. Los maestros de la escuela te dan consejos, ya sea para bien o para mal, esto crea una influencia en ti, quieras o no. He tratado de trazar mis horizontes en una línea más actual. Una de mis pintoras favoritas es Carmen Mansilla, española, ella trabaja la feminidad y el feminismo. Otro artista al que admiro es Nicolás Uribe. Ambos creadores son excelentes dibujantes y pintores, técnicamente sólidos, pero con contenido, llenos de conceptos, sin olvidar que no somos filósofos, sino artistas visuales, ellos logran equilibrar la balanza. Eso intento hacer también con mis obras”.

La ruta de Jeannine, caminante de la luna: “Hasta el momento, a pesar de tener varias ofertas para exponer en galerías y museos, no estoy muy segura de que esos sean mis intereses actuales. Claro que sí quiero darme más a conocer, y sé que esos círculos son los espacios idóneos. Sólo que tengo que pensar bien qué es lo haré con lo que ya tengo. Lo que sí me gustaría es compartir mis conocimientos, dar clases en algún momento. Siempre estamos en un proceso de formación, durante toda la existencia que somos. Ahora estoy tratando de decir algo con mis dibujos y pinturas, qué es lo que puedo comunicar, sigo en la batalla por lograr el equilibrio entre la forma y el contenido. Y claro, tienes que entrarle a la parte intelectual, leer teoría, para que se vea reflejado en tu quehacer. Estudiar la maestría está fortaleciendo esta parte en mí, me es muy útil, trae a mi mente cosas que nunca había pensado ni imaginado. Me siento bien, en una buena etapa, retroalimentándome con las charlas que tengo con otros artistas, amigas, compañeros, las lecturas técnicas y no técnicas, todo esto ha propiciado que reflexione y transporte este pensamiento a lo que hago, los retratos”.

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