¿Frente al Islam?

Liliana David

El día de ayer, en las noticias de Radio Francia Internacional recordaban a la audiencia que se han cumplido cinco años tras los atentados terroristas, cometidos el 13 de noviembre del 2015, en París. Este suceso ha pasado a la historia como la peor masacre ocurrida en territorio francés después de la Segunda Guerra Mundial. Y es a propósito de este reciente acontecimiento que veo pertinente hacer alusión a una obra, sobre cuya publicación en el sello editorial Biblos, recibí noticias hace apenas unos días. Se trata de la obra filosófica Crítica de la radicalidad islamista. La verdad confiscada, la libertad interceptada, de Francisco Bucio Palomino, Doctor en Filosofía por la Universidad de Lovaina y Maestro en Sociología por la Universidad de Montreal. En ella, el autor nos brinda una perspectiva crítica sobre los atavismos incrustados en el agresivo Islam de nuestros días y defiende la urgencia de un aggiornamento que propicie la integración de esa gran cultura en las sociedades democráticas. Cabe mencionar que este libro tiene distribución y acceso a través de las librerías de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

La reciente edición del libro y el hecho de no encontrarme en México en el instante de su publicación han hecho que no me haya sido posible leerlo en su edición definitiva, antes de escribir estas líneas. Mi lectura parcial del texto completo me ha hecho dudar sobre la conveniencia o no de publicar una invitación a su lectura. A los motivos para la duda se añadía la complejidad del tema, repleto de matices y recovecos que hacen sin duda inevitable la polémica, tanto como su relevancia. Precisamente, esa importancia del asunto, así como mi constancia de la seriedad y el espíritu crítico que definen las reflexiones del profesor Bucio, son las razones que finalmente me han decidido a invitarlos a acometer su lectura. A estas razones se añadía, además otra, que creo no exenta de importancia: mis propios matices y discrepancias con algunas tesis del libro que sí pude leer y sobre las que tuve la ocasión de meditar. Pero, si la lectura fragmentaria del libro del profesor Bucio era un inconveniente subsanable a la hora de sugerir su lectura, ¿cómo podría en cambio animar a alguien a que leyese una obra con alguna de cuyas ideas principales yo misma no estaba del todo de acuerdo? Pues, justamente, por eso: porque el mérito no está en buscar la imposición del acuerdo, ni el silencio como castigo, sino más bien la dialéctica de los argumentos en una discusión libre y dichosa.

De entrada quisiera aclarar que el libro no se plantea como un ataque contra el Islam, sino más bien como una defensa de algunos valores occidentales que han constituido –a juicio del autor- el alma de la civilización a la que pertenecemos y que por más periférica que sea, no ha resultado históricamente menos decisiva. Pero dado que los senderos de Occidente y del Islam se han cruzado más de una vez en el trazado de esos decisivos momentos, y hasta se han llegado a fundir en algunos casos –con mayor o menor intensidad-, nos concierne intentar pensar si la influencia de un Islam radicalizado y manifiestamente amenazante –como ocurre con el islamismo salafita presente hoy en varios lugares del mundo- puede llegar a cambiar la vida cultural de los países del sol poniente.

La crítica del islamismo que efectúa el profesor Bucio no pretende por lo tanto mostrarse despectiva, puesto que conoce bien la historia luminosa que también han llevado consigo muchos instantes de la cultura islámica. Basta con voltear la mirada hacia España y admirar la majestuosidad de La Alhambra o, simplemente, repetir con calma el nombre Andalucía, y abrirse a las resonancias aún vivas del étimo árabe original –Al Andalus-, para darse cuenta de ello y de la enorme impronta que esta cultura ha dejado en las artes, las ciencias y los saberes occidentales. Pero lo que al autor le preocupa en esta obra no son tanto esos refinamientos pasados, sino los fundamentalismos presentes, cuya radicalidad surge, a su modo de ver, de una aplicación rigorista que está de alguna forma prevista en la literalidad coránica, pues “en el libro sagrado del Islam, el Corán, se exige que la creencia y fe sean totales y que se rechace toda duda”. Este hecho merece una atención particular para el autor puesto que, con ello, entorpece la posibilidad que tendrían muchos musulmanes de intervenir con espíritu crítico en el porvenir de su propia fe y de la expresión de sus vidas en el seno de su propia cultura. En su lugar, se instala una intransigente versión del Islam que toma como un “pecado mortal” el tener la simple tentación de dudar acerca de cómo deberían interpretarse las revelaciones del Libro Sagrado y las enseñanzas del Profeta.

En su argumentación, el profesor Bucio considera que ese violento camino hacia la radicalización islámica actual encuentra sus raíces en una característica congénita al propio Corán, y que se torna manifiesta en algunas de sus palabras. A este respecto –nos ha confiado el doctor en una intervención oral-, “de lo primero que somos conscientes es de que el Islam no está naturalmente abierto a la crítica, y de que cultiva un rechazo visceral del libre examen. La fobia islamista a la crítica es una característica que ponen de relieve las condenas de quienes, en los mismos países musulmanes, la han intentado”. Con esta inquietante tesis –muy controvertida para unos y completamente inaceptable para otros-, el autor emprende un estudio crítico de los fundamentos del Islam y de sus principales ideas constitutivas, en lo que es un vasto análisis del problema. Visita las concepciones y revisa los valores que nutren sus bases. Al final del trayecto, le parece comprobar que en el Islam -sin que pueda tomarse como una debilidad privativa de esa cultura-, parecen existir semillas de extremismo que lo acompañan desde el comienzo –desde la Hégira del Profeta- y que lo empujan a radicalizarse para alcanzar así su realización.

No hay que restar importancia al hecho –continúa argumentando el profesor en su intervención- de que “para los islamistas, el Corán representa una dictadura absoluta, algo que nos desvela el término mismo Islam, que sirve tanto para dar nombre a su civilización como a su religión. Su obediencia debe ser de completa sumisión. Y como en el Corán existen mandatos para todos los momentos de la existencia, el ser humano necesita obedecerlos, por lo que no queda margen para iniciativa alguna que pueda ser considerada. Antes bien, todo debe ser pautado por las prescripciones coránicas. Esto sin duda supone una diferencia con la práctica habitual de la fe cristiana” y, muy claramente, con los principios retóricos que se han declarado desde la civilización occidental, cuando afirma estar constantemente abierta al matiz. Sobre este punto, el autor considera que a lo que al islamismo le resulta especialmente alérgico es el análisis crítico de sus dogmas. De ahí que su fe se convierta con mayor facilidad en fanatismo y en una aceptación ciega de lo que dice el Corán avant la lettre.

Con todo y esto, hay que insistir en el hecho de que, a pesar de las controversias inscritas en la literalidad coránica -¿no existen otras tantas en el Antiguo Testamento que comparten cristianos y judíos?-, no es el Islam el auténtico problema, sino el camino de violencia que han tomado algunas tradiciones en la interpretación del Libro y la ley moral o Sharia. La violencia nace, precisamente, del intento de aniquilar toda interpretación posible. Creo que esta idea –o algo de ella- también se encuentra en el fondo de las contundentes palabras del Primer Ministro francés Jean Castex quien, con ocasión de los más recientes atentados,  afirmó que “el enemigo tiene nombre y se llama islamismo radical. Un Islam que desfigura la religión musulmana y da la vuelta a sus textos y dogmas para imponer su dominación mediante el oscurantismo y el odio”. 

Como anticipé en el inicio, no hace falta estar completamente de acuerdo con todas las ideas vertidas por el profesor Bucio Palomino para hacer desde aquí una invitación a la lectura de su libro. Solo el desacuerdo mueve la polémica y solo la polémica –según Heráclito- mueve el mundo. Por ello esperamos que esta invitación a la lectura de una obra crítica con el Islam sea a su vez una incitación a la crítica de dicho libro y de su lectura. Creo que puede ser el mejor y más merecido homenaje a una obra que reivindica el valor incuestionable de los principios de la discusión, a partir de los cuales podamos cuestionar todo lo demás. Queda planteada, pues, esta sugerencia y abierta esta discusión.

Las opiniones expresadas en esta colaboración son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.


Imagen de portada: Imagen de Afshad Subair en Pixabay

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