Hambruna roja

Gerardo Pérez Escutia

«Quien te obliga a creer estupideces ,
más tarde te obligará a cometer atrocidades…»
Voltaire

Una de las características de la “gran” novela negra es su imbricación con una época, una cultura, o una región, a partir de las cuales podemos echar mano e intensificar el sentido de veracidad y realismo de la historia contada, y gracias a ello, apropiarnos de la trama y disfrutarla de mejor manera. En mi anterior entrega del “Bufete Negro”, hablé sobre “El Niño 44”, novela que se desarrolla en la URSS estalinista y que comienza en un entorno terrible que por desgracia fue real y constituye uno de los peores crímenes del siglo XX, el Holodomor (genocidio u Holocausto Ucraniano), nombre que se le dio a la terrible hambruna que asoló a la URSS en los años 1932-33 y que se ensañó en Ucrania, causando sólo en esta región, 3.9 millones de víctimas según las cifras más confiables.

Desde que leí “El Niño 44” me quedó la inquietud motivada por la impresión de la lectura de los hechos novelados, de saber más acerca de lo qué pasó en Ucrania en esos años; hay sucesos que requieren una aproximación más acuciosa y documentada para lograr entender (aquí el verbo siempre será insuficiente) lo que pasó , ¿porqué pasó? y ¿qué o quién fue el causante?, esta inquietud me llevo al libro que recomiendo en esta entrega, un libro -de no ficción– que relata una historia más negra que cualquier producto de la imaginación del mejor novelista.

El libro es Hambruna Roja (Penguin Random House, 2017, ISBN: 978-84-9992-934-7) de Anne Applebaum (Washington, 1964). Anne Applebaum es periodista, historiadora, columnista y escritora especializada en el comunismo y en Europa del Este. Entre sus obras más destacadas están: El Telón de Acero (2014) y Gulag (2004), obra galardona con el premio Pulitzer en la categoría de No ficción. Actualmente reside en Polonia.

Este libro es exhaustivo en datos, estadísticas y referencias bibliográficas, que dan por mucho, para una compenetración mayor de acuerdo a las inquietudes y curiosidad del lector en turno.

Desde los tiempos de los zares, Rusia ha considerado a Ucrania como una colonia. Con la revolución bolchevique esta situación no cambió, al contrario, se fue intensificando. Situada al oeste de la URSS y colindante con Polonia, Ucrania ha sido famosa por sus fértiles tierras y su ubicación geoestratégica. Poseedora de una cultura y un idioma propio, Ucrania tiene una historia plagada de intentos nacionalistas y libertarios para preservar su identidad y cultura.

A finales de 1917, todas las potencias militares de la región desarrollaban planes para ocupar Ucrania, incluidos el recién creado Ejercito Rojo, los ejércitos blancos del anterior régimen y las tropas de Alemania y Austria. En este contexto, Lenin autorizó el primer ataque soviético a Ucrania en enero de 1918. A partir de este momento se sucedieron diferentes periodos de relativa independencia y de dominación Soviética; la autora relata con prolijidad y detalle esta época para darnos un contexto histórico de la situación en Ucrania y poder entender lo que que se vino en la siguiente década.

Muerto Lenin y con Stalin en el poder, Ucrania se convirtió en un asunto prioritario para los planes hegemónicos y económicos de la joven Unión Soviética, ya que dependía de su azúcar, cereales y carbón, por ello se tornó en una obsesión para Stalin acabar con todo intento independentista y de preservación de la cultura ucraniana. Así comenzaron las purgas estalinistas en las que se fusiló y encarceló a miles de opositores o sospechosos de tener cualquier prurito insurgente respecto a la URSS, llegando a prohibirse el idioma ucraniano y condenándose todos los libros que hablaban de su historia y cultura. Se sustituyó a los líderes locales por enviados de Rusia, y se instituyó un estado policíaco en el que cualquiera podía ser acusado de traición u actividades contrarrevolucionarias y caer en manos de la recién creada NKVD (antecedente de la KGB) y acabar fusilado o en los recién creados campos de trabajo en Siberia.

Por estos años, se estableció la política de colectivización de las propiedades rurales, lo que en la práctica representó para el régimen soviético, una excelente oportunidad para apropiarse de las fértiles tierras ucranianas y sus cereales, acabar con liderazgos locales y minar las bases campesinas que se pudieran oponer. Se les obligó a todos los propietarios campesinos (kulaks) a entregar sus tierras al estado soviético para que formaran parte de las granjas colectivas (koljós) que en en el proyecto bolchevique serían la base en la cual se sentaría la producción planificada que sacaría a la URSS de su déficit alimentario.

Esta campaña se aplicó de manera brutal en Ucrania, pues además de obligarse a los propietarios a entregar sus tierras, se les forzó a entregar el cereal almacenado para cubrir las cuotas que les pedía el estado para alimentar al ejército rojo y exportar cereal y así poder hacerse de divisas necesarias para alcanzar los objetivos de industrialización y desarrollo establecidos en los planes quinquenales.

De esta manera comenzó el proceso de pauperización y persecución del pueblo ucraniano, se fomentó el odio contra los “kulaks” acusados de enemigos de la revolución y se formaron brigadas que iban casa por casa decomisando todo cereal o ganado existente para cumplir con las leoninas cuotas impuestas por el Soviet. Todo aquel campesino que acumulara algún tipo de alimento se le consideraba un traidor y enemigo de la revolución. La autora recurrió a diferentes fuentes de información, tales como archivos desclasificados, artículos periodísticos y testimonios orales de sobrevivientes para documentar este “proceso” que lentamente se encargó de minar al pueblo de Ucrania.

Durante los años de 1932 y 33 por razones climatológicas, bajó la producción de grano de la URSS. A pesar de ello, Stalin se negó a bajar la cuota obligatoria que Ucrania tenía que aportar de cereales y ganado, esto intensificó la persecución de los “kulaks” y sobrevino… la hambruna.

Aquí comienza la parte más terrible de esta historia, pues en base a cientos de testimonios se configura un panorama dantesco en donde millones de ucranianos fueron orillados a la muerte por hambre, en donde familias enteras después de haber consumido sus últimas y preciadas reservas de alimento se tenían que alimentar de raíces, ratas, insectos, hervían zapatos y cinturones para hacer algún potaje con el cual engañar el hambre. En los momentos más álgidos de la hambruna (inicios de 1933), se dieron cientos de casos de gente enloquecida por el hambre que recurrió al asesinato y al canibalismo para sobrevivir (los relatos de primera mano son brutalmente impresionantes) y toda esta tragedia, en medio de la indiferencia de los jerarcas soviéticos que prestaron oídos sordos a los testimonios de lo que estaba sucediendo, pues para ellos primero estaba la razón de estado, el proyecto de la colectivización como base de la revolución y en su fanatismo, cualquier sacrificio era válido ante esta razón mayor.

Anne Applebaum

La autora es muy cuidadosa en documentar todo lo que describe en este libro, hay cientos de citas y testimonios verificables, se nota este especial cuidado ya que el “Holodomor” fue negado como tal durante muchas décadas, aún hoy día es “tabú” para los jerarcas rusos actuales, sin embargo, los testimonios son abrumadores y en la actual Ucrania independiente ya se le da la categoría de un hecho histórico, trascendental en su historia e identidad como lo es el “Holocausto” para los judíos.

Esta obra, no es un libro disfrutable en su contenido, al contrario, es un texto que nos pone cara a cara con varios de los peores aspectos del ser humano: el fanatismo, el fascismo, el asesinato en masa, la intransigencia e irresponsabilidad de gobernantes que no dudan en sacrificar a miles o millones, en aras de conseguir sus fines. Nos habla del miedo, del hambre, y de los abismos de abyección a que puede llegar el ser humano en una situación límite. Es un libro necesario para entender a lo que se puede llegar si se abre la puerta al radicalismo, a la intolerancia y al fanatismo.

Los invito a que lo lean, y sobre todo a que aprecien la exhaustividad en la labor de investigación y documentación hecha por la autora, para poder brindarnos una obra que documenta y sirve de testimonio de una de las páginas más negras en la historia del siglo XX.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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