Hijos de la derrota

Horacio Cano Camacho

Yo era un niño cuando el golpe de estado que derrocó a Salvador Allende en Chile, pero ello no me impidió percibir el desconcierto y la sensación de impotencia en los mayores que me rodeaban. Mis padres, mis hermanos y profesores hablaban de las noticias terribles que venían de allá. Más adelante fui entendiendo la dimensión real del hecho y muy a mi manera, me considero también un hijo de la derrota, de esa y de muchas otras…

Dicen los rumores que cuando el tirano Pinochet y la cúpula militar entendieron, por la fuerza de la presión social, que debían dejar el poder, establecieron un pacto entre la derecha, los militares y la centroizquierda ascendente. Este pacto consistía en juzgar a unos pocos milicos e ir eliminando a la oposición de izquierda más radical. Para lograrlo, establecieron una “Oficina” cuya misión era borrar las huellas de las atrocidades cometidas por los fascistas y eliminar a la disidencia más insumisa. En gran parte, esta entidad es responsable de que no conozcamos plenamente la tragedia sufrida por Chile.

Poco a poco las víctimas han comenzado a hablar y vamos entendiendo el infierno en el que convirtieron los militares a este país y cuyas secuelas estamos viendo con la revuelta social de las ultimas semanas. Y para hablar se han buscado infinidad de recursos, desde el testimonio directo, hasta la literatura.

A este último pertenece Luis Sepúlveda. Varios de sus libros buscan dar cuenta de lo vivido y sus secuelas en todos los protagonistas que conforman el grupo de los derrotados. Sepúlveda, antes de ser escritor era un joven militante del Partido Socialista en donde fue seleccionado para formar parte de la escolta del presidente Allende ante la desconfianza en las fuerzas armadas y la policía. Formó parte del GAP (Grupo de Amigos Personales) encargado de su seguridad y que combatió en La Moneda hasta el final.

Sufrió la prisión en las cárceles de la dictadura y luego salió al exilio, fundamentalmente en Europa, en donde ha desarrollado su carrera como escritor de novelas y relatos. Sus preocupaciones son diversas, en particular la crisis ambiental, el desastre ecológico y el futuro de la humanidad, temas que ha plasmado en muchos de sus textos más afamados, en particular el exitoso Un viejo que leía novelas de amor (TusQuets, 1992) que mereció varios premios, asi como Mundo del fin del mundo (TusQuets, 1994).

A las preocupaciones ambientales le han seguido los relatos sobre la tragedia chilena del golpe contra la democracia. Para ello ha incursionado en la novela negra como recurso. Comenzó con Nombre de Torero (TusQuets, 1994), novela que nos cuenta los avatares de Juan Belmonte, antiguo militante de la izquierda radical chilena, exiliado y derrotado de multiples causas.

En 2009 publicó La sombra de lo que fuimos (Espasa. Premio Primavera 2009), un libro que es una fabulosa reivindicación de los perdedores, emotiva, reflexiva y que no obstante la amargura que narra, nos logra sacar carcajadas cuando miramos los errores cometidos por la izquierda chilena de los años de Allende.

Publicó varias historias policiacas más, todas muy recomendables, pero ahora regresa con Juan Belmonte el de nombre de torero (el verdadero Belmonte fue un matador de toros español de los años 50´s y es un recurso simpático que usa Sepúlveda). Belmonte, tiene mucho en común con el propio Luis Sepúlveda y este decidió retomarlo en la nueva historia y al parecer prepara ya una tercera entrega. Se trata de El fin de la historia (TusQuets, 2017. ISBN 978849664216). Belmonte, ex guardia de Allende, ex guerrillero siempre derrotado, vive retirado en el sur de Chile justo a su esposa, ex presa de las cárceles del terror de Pinochet,  hasta donde lo alcanza la sombra de lo que fuimos en la persona de Kramer, un oscuro personaje ya presente en Nombre de torero, un tipo del pasado, de la sombra de lo que fuimos y bajo amenazas lo retira de su retiro…

Belmonte debe frustrar una misión emprendida desde Rusia para liberar a un militar, preso por torturador durante la dictadura. Nuestro amigo se ve inmiscuido en una trama que roza la historia del Siglo XX y va mostrando los vasos comunicantes entre la dictadura de Pinochet, el nazismo y el ultranacionalismo europeo. No les cuento más para no revelar los secretos de esta estupenda historia.

El fin de la historia es una novela negra en toda la línea, pero tiene un estilo muy peculiar, muy de Sepúlveda, entre ficción y neorealismo. Los hechos históricos que narra son rigurosamente ciertos e introduce la ficción con ciertos personajes y escenarios. Es de una escritura muy sencilla, directa y rápida. El libro no pasa de 150 páginas, como todos su anteriores libros.

Resulta muy interesante que Sepúlveda vuelve a adentrarse en aquellos terribles años y nos va desvelando la realidad vista desde el lado de los perdedores. De aquellos que empeñaron todo, comenzando por su propia vida, por una causa que fue derrotada a sangre y fuego. Nos va mostrando como esa útopia devino en “el acomodo de antiguos dirigentes, las conversiones de revolucionarios metamorfoseados en paladines del neoliberalismo o en simples parásitos del Estado, que se dedicaron a administrar la desesperanza”.

Luis Sepúlveda, como muchos de nosotros, somos la generación que nació en la segunda mitad del Siglo XX, llena de esperanzas, sueños, útopias y …derrotas. A decir de él, cargamos con la sombra de lo que fuimos y resulta indispensable contar la historia desde el lado no de los vencedores, que está alli, en los diarios, en la cotidianeidad. Es indispensable pensarse en la visión y la razón de los derrotados y recuperar la integridad moral.

Juan Belmonte se convierte así en un mediador para que los chilenos se miren a sí mismos y todos nosotros veamos nuestro pasado y podamos cerrar circulos y emprender nuevas utopias puesto que nadie puede escapar de la sombra de lo que fuimos.

La historia es ficción, pero parte de hechos muy reales, terriblemente reales. Hay un suceso que da cuerpo a la novela y es un elemento veridico, pero bizarro, ocurrido en el año de 2005. Hasta el Palacio de la Moneda, frente a la Presidenta Bachelet, se presentó una delegación cosaca, ataviada a la usanza antigua, para exigir la liberación de uno de los principales criminales de Pinochet, responsable de cientos de asesinatos, violaciones, torturas y toda clase de vejaciones y que purgaba una condena de varias cadenas perpetuas…

Resulta que tal personaje es el Capitan Miguel Krassnoff, nieto de Piotr Nicoláievich Krasnov, Atamán de los cosacos y uno de los principales dirigentes de los ejércitos blancos que pelearon y fueron derrotados por el Ejercito Rojo en la revolución rusa y que luego encabezó la alianza con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial en la invasión a la Unión Soviética… hasta allá alcanza la sombra de lo que fuimos. Mejor lea la novela, seguro le encantará.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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