Juan Alzate, esto es lo que hay

Caliche Caroma

Después de agradecerle a su tocayo y a Lester Young por la inspiración, Julio Cortázar escribe en las primeras líneas del tomo 1 de La vuelta al día en ochenta mundos (Siglo XXI Editores, vigesimoquinta edición de bolsillo, libro deshojado, pág. 7): “…sentí más que nunca lo que hace a los grandes del jazz, esa invención que sigue siendo fiel al tema que combate y transforma e irisa”. Más que para presumir, esta cita contextualiza, tampoco gratuita llega. Las siguientes son las palabras de Juan Alzate, menos que más editadas, transformadas e irisadas. No se intenta “resumir” ni “abarcar” al saxofonista michoacano, un mero acercamiento a él y al jazz, ¿cómo entender al uno sin el otro?

La vida como jazz. Llevo 41 años en este desmadre. Ha sido muy bueno y positivo, en eso ha versado mi vida, no he hecho otra más que tocar, con todo tipo de agrupaciones, y cosas aledañas. Esta ha sido mi existencia desde hace muchos años. Mi primer grupo de la infancia, a los siete-ocho años, en donde era el baterista, agarraba y le daba a los botes y a las latas. Cuando estaba en Venezuela también toqué la batería con la banda en la que participaba, porque el baterista siempre llegaba tarde, el primer set me lo aventaba yo. Haber tocado la batería me dio nociones rítmicas, coordinación y todo lo que implica tocar un instrumento como éste.

Encuentros (1). Mi primer grupo formal fue el Quinteto de jazz de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), a mediados de la década del ochenta, 1983-1984. Este Quinteto se dio en un periodo cuando no había cuarteto de jazz en la universidad, no sé por qué razón.  En esa época, Gaspar Aguilera era secretario de Difusión Cultural en la UMSNH. Él había sido mi maestro de literatura en la preparatoria, así coincidimos, porque yo a la prepa llegaba con mi instrumento, después de las clases me iba a Bellas Artes a estudiar y Gaspar me preguntó un día: “¿Y tú qué tocas?”. Le contesté que el saxofón y que me gustaba el jazz. Me prestó El perseguidor de Cortázar, mi primer acercamiento a este autor se lo debo a Gaspar Aguilera.

Encuentros (2). Estaba un día afuera del salón de clases leyendo El perseguidor, pasó otro maestro, Gustavo Chávez, y me dice: “Ah, tú eres el chavo que toca el saxofón”. A raíz de este momento hicimos una buena amistad entre Gustavo Chávez, Gaspar Aguilera y yo, mis mejores amigos de la prepa fueron mis maestros y no mis compañeros, con ellos agarramos tremendas fiestas. A través de su amistad conocí fenomenal discografía de jazz, además de muy buena literatura, eran grandes melómanos y lectores de excelente literatura.

Encuentros y desencuentros. Cuando llegó Gaspar Aguilera a la UMSNH me invitó para conformar el Quinteto, nos impulsó muchísimo. Éramos una banda de chavitos tocando, yo era de los más inexpertos, debo reconocerlo, había músicos consolidados en ese grupo: Miguel Villicaña, que ya tocaba tremendo; Javier Michel, un súper baterista; en el bajo estaba a veces Pablo Pérez y otras Fernando Cervantes; y Tito Próspero (fallecido el 12 de enero de 2018) en la trompeta, ahí fue donde nos conectamos. Después del Quinteto, la manera en que yo me financiaba mis proyectos jazzísticos era a través de un grupo versátil, se llamaba Compañía Musical Morelia, uno de los grupos más importantes en la capital michoacana, con muy buenos músicos. En aquel entonces comenzaba aquella práctica común de “toca ahora, te pago diez años después”, como aún lo es hoy, por eso el grupo versátil me sirvió mucho para apoyarme económicamente, ahí sí pagaban a tiempo y podía seguir tocando jazz.

La escena. A finales de los ochenta se creó la primera peña, realmente peña, que hubo aquí en Morelia, El Árbol, donde se mezcló la música con la literatura, exposiciones de pintura, conferencias, infinidad de cosas. Los dueños eran una francesa y un chavo moreliano que vivió en Cozumel. El canto nuevo estaba de moda, antes de la trova, había también salsa y jazz. Conformamos una banda que sonaba muy bien, hacíamos experimentaciones, renunciamos a la universidad, Gaspar había dejado de ser secretario, lo suplió Salvador Jara, con el que también tuvimos buena relación; después de Jara vinieron otros secretarios que lo último que les interesaba era la cultura, tuvimos conflictos con ellos y por eso decidimos separarnos de la UMSNH. Creamos Jazzteto; la característica con esta banda es que hacíamos jazz latino, tocábamos toda clase música en este subgénero del jazz.

Panas. Posteriormente me fui a Venezuela, fue mi experiencia más importante como músico y también como persona.  Tomaba clases aquí, con gringos que venían a la ciudad, algunos jipiando, a uno de ellos le cambiaba clases por el pago de la habitación de hotel en la que se quedaba. En Venezuela, afortunadamente, desde que llegué hasta el día que me fui tuve mucho trabajo. Llevé a la práctica todo lo que aprendí en México. Toqué por primera vez con bandas de rock ya en forma, salsa y, por supuesto, jazz. Venezuela significó el punto de inflexión más importante que tuve, tanto en mi carrera como en mi vida personal.

Esto es lo que hay. El ambiente en el jazz moreliano es extraño, por decir algo. Cuando comencé a gestar espacios para el jazz, los gestioné para mí. Recién llego de Venezuela y me encuentro con que Morelia estaba en ceros, demasiado plano todo, no había nada.  Yo venía de un ambiente y un movimiento brutal. Incluso tuve problemas de ansiedad, de repente bajar la velocidad para mí resultó muy difícil. Los únicos que encontré para trabajar fueron Gerardo Cárdenas, que en ese momento era el director del Conservatorio de las Rosas; un cuate que ahora está en Guadalajara, Roberto Barnard; y Efrén Capiz. Ellos ya tenían una agrupación, el Trío Michoacano de Jazz. Me uní al trío y formamos el cuarteto. Por diversas circunstancias, cada quien agarró por su lado y finalmente Efrén y yo fuimos los que hicimos mancuerna, durante muchos años, no encontramos con quien más tocar y lo hacíamos con bases electrónicas.  

Apoyos y talleres. No había dónde ni con quién tocar, como dije antes, esto nos llevó, de manera involuntaria, a buscar lugares y, aprovechando que para entonces yo estaba trabajando en el Conservatorio de las Rosas, también pudimos abrir espacios para la enseñanza del jazz (hablo de Efrén y de mí, por eso me entristece la actitud de Efrén, pero yo no le guardo rencor a nadie). Desde el primer día que llegué al Conservatorio estuve dale y dale con la enseñanza del jazz. Obtuve una beca para hacer un disco, descubrí los apoyos del gobierno y me dije “de aquí soy”. Después tuve dos becas muy importantes e hicimos dos talleres de jazz con superjazzistas, en este sentido somos lo pioneros, en la transmisión de conocimientos jazzísticos a través de enseñanza más formal.

Las escuelas. La intención era abrir el jazz a la academia aquí en Morelia. Los alumnos del Conservatorio querían hacer otras cosas, pero los obligaban a tocar siempre lo mismo. Por eso muchos de los que hoy andan en el jazz, pasaron por mi aula. Luego llegó Guillermo Portillo, que se convirtió en la otra ala de la enseñanza del jazz, más free, lo que te salga del corazón, ¡róncale! Digamos que yo estoy en la parte más académica. Y esto polarizó, y no lo digo en mala onda, las posiciones en el ámbito del jazz. Se generaron dos escuelas, en lugar de unir esfuerzos e intercambiar información. Surgieron más grupos free que clásicos, por llamarlos de alguna manera. Lo que provocó que, al momento de estudiar jazz de manera más seria, los músicos se daban de topes por sus carencias, no podían acceder a más conocimientos. Esto es parte de esa escena local del jazz.  

Licenciado en jazz. En 2014, junto con Flavio Meneses, Mario Patrón, Roberto Vizcaíno, Efrén Capiz, Óscar González y Michael McLaughlin, integramos el cuerpo académico para la licenciatura en jazz dentro del Conservatorio de las Rosas. Esto coincidió con el regreso de Luis Jaime Cortés, él lo tomó como una prioridad, quería renovar el Conservatorio y cambiar esquemas. Se aprobó dicha licenciatura, pero desgraciadamente la realidad pudo más. Las broncas internas, la grilla del sector clásico que siempre impidió que hubiera algo más, sólo lo que enseñaban ellos, más la falta de dinero, todo esto echó abajo los esfuerzos realizados. Afortunadamente ya daba clases en Querétaro, donde sí existe una licenciatura enfocada al jazz. Allá estoy realizando lo que pudo haber sido aquí en Morelia y no fue.  

 ¿Qué es el jazz? Tengo dos definiciones. La primera es académica: Es un estilo musical que surgió en el sur de los Estados Unidos, producto de la fusión rítmica y cultural; rítmica en cuanto que era música del Caribe con lo que quedaba de lo africano, más la influencia religiosa europea, sin olvidar los cantos que venían de África y las raíces mexicanas que también tiene. El caldo de cultivo se dio en Nueva Orleans por ser un puerto muy importante en ese momento de surgimiento del jazz. La segunda definición es personal: El jazz es mi vida, es mi medio de expresión. No he encontrado, dentro de la música, otra manera más libre y directa que vaya en concordancia con mi pensamiento y mis actos. He tenido la suerte de interpretar otro tipo de música, por necesidad, aprendizaje, experiencia, pero todo lo enfoco a través del jazz. Es fundamental, una disciplina, mi desarrollo. Lo que me gusta mucho del jazz es que no estás supeditado a tocar de tal o cual manera, a pesar de leer lo escrito, puedes cuestionar y dar tu visión del asunto, tomas las referencias dadas, pero al final lo haces como quieres, como te nace. Cortázar tiene un estilo muy parecido en su obra, toma una frase y logra sacar varios sentidos de ella, contar dos historias al mismo tiempo.

Recomendaciones. Louis Armstrong, sobre todo sus grabaciones de 1923. Duke Ellington, Charlie Parker, John Coltrane, Miles Davis, y de los actuales, Sonny Rollins. Creo que esto es la base de lo que está pasando ahora, en el saxofón hay un regreso al sonido oscuro, viejo, con conceptos muy modernos, ya no el saxofón brillante como en la época del jazz rock.

Jazztival XVIII. En esta nueva anormalidad, como le llamo, la música no puede estar y ser en vivo, entonces, ¿qué pasa con los músicos? Pensamos en una estrategia desde hace un año para tener más presencia en los medios, registrar los conciertos, porque antes no hacíamos las grabaciones con nuestro propio material, sólo las memorias como la del disco Jazztival en el tiempo 2014-2019, lo demás lo registró el público, y nunca hemos tenido bronca con eso. No lo habíamos hecho por falta de dinero, es mejor pagar a los músicos. Resulta que con este asunto todo se trastoca, dijeron que en mayo estaría el regreso, luego en junio, julio, diciembre y ahora que hasta el año que entra.

Se planteó seguir con esto, obviamente los recursos se redujeron al máximo. La secretaría de cultura de Michoacán, tengo que reconocerlo, nos ha apoyado, su titular ha hecho las gestiones para que no se suspende este festival. Este año el Jazztival, por primera vez, sólo se concentrará en los grupos locales, con el afán de que se contribuya con la gente que aquí vive, sabemos que no es mucho, pero hay personas que no tienen absolutamente nada de ingresos, esto será un apoyo, para algo servirá. Les pedimos un video en donde aparezcan tocando, a cambio les daremos una cantidad que va en proporción con el presupuesto disponible del Jazztival. Hasta ahora, hemos invitado a 7 bandas de manera directa. Uno de los acuerdos que hicimos con la Secum fue que no queremos que se haga el festival y que nos paguen siete meses después, pago en lo corto, después de presentar el video, sin hacer esperar a nadie. 30, 31 de julio y primero de agosto del año del Covid-19 son las fechas del Jazztival.

Algo de la discografía de Juan Alzate

Bajo el signo del jazz, 1999.

Autorretratos, 2001.

Hablar en Jazz, 2005.

Minnewanka, 2008.

Premonición, 2009.

El jazz y la furia, 2010.

Variaciones, 2014.

En el conservatorio…, 2014.

Jazztival Michoacán

INFO


Loading

También le venimos ofreciendo:

Danos tu opinión: