La mirada y una puerta

Livier Fernández Topete

El otro mirándonos y una puerta que dé a un paisaje estelar, de pétalos de rosas rojas, de noches despojadas de nubes; crepúsculos no cruzados de brazos ni de piernas: abiertos a un racimo de cometas.

Los arcos iris de otro rostro lustrosos no por llanto sino por risa, por vida saliéndole por los ojos; su savia posando la mirada en uno, en nuestra existencia mariposa de alas frágiles, coloridas, cautivas dentro de sus propios límites y al mismo tiempo libres.

Azul y Rojo que no separen porque las perspectivas se obstinen de vez en cuando, que sepan regresar y regresen a lo que se mantiene resplandeciendo: las estrellas en la faz del amado.

El otro mirándonos, nuestra mirada enhebrando su hilo en los ojales del otro; y una puerta, siempre una puerta que dé a un paisaje estelar, de pétalos, de noches despejadas. Una puerta abierta al racimo de cometas de larga cola y cabellera que entre dos germina; siguiendo órbitas muy excéntricas alrededor del Sol.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

Imagen de portada: La mirada y una puerta, de Livier Fernández Topete.

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