La veta escondida II

Carolina Herrejón

Notas sobre la eyaculación femenina, parte dos

Una veta es un camino misterioso a la espera de ser descubierto.  Líneas antiguas, ocultas desde el principio de sus propios tiempos recorren la geografía de la estructura que las mantiene; las vetas son como los secretos a voces,  se sabe que existen pero no se les cree reales hasta que se les descubre en una llamativa y estruendosa revelación. Para mí, la eyaculación femenina siempre fue una veta.

Antes de poder efectuarla me documenté sobre cómo descubrirla. Imaginaba que sería un hallazgo similar a las revelaciones de las minas de plata y oro en los siglos XVI y XVII, donde el asombro apenas diera cabida para palpar con la mirada y todos los sentidos una de tantas venas resplandecientes que oculta este planeta en su interior.  Donde aún no existían los instrumentos tecnológicos para develar vetas con dispositivos móviles, científicos, esos que traspasan el suelo firme y ubican el camino nativo que se bifurcó subterráneamente al fracturarse la tierra para acomodar este mundo que conocemos;  dónde la búsqueda era meramente sensorial e intuitiva. Pensaba en un acontecimiento colectivo. De repente mi amante palparía en mi interior una línea mineral, luminosa, definida, refulgente dentro de mis paredes y, con el acierto de su intuición haría que saliera de mí un géiser de sopor y placer reventado que le empaparía el rostro y el cuerpo. 

Leí diversos estudios sobre el squirt, revisé bastantes videos donde el único objetivo fuera esta expulsión exagerada de fluidos transparentes y blanquecinos, seguí paso a paso los tutoriales en youtube para obtenerlo; intenté asistir a dos talleres en la CDMX para aprender las artes de la masturbación efectiva y llegar por fin a la tan anhelada cascada ancestral donde reside la soberanía sexual de una mujer.

Y no lo logré.

Durante casi un año, la frustración y la búsqueda de esa veta escondida en mi propio cuerpo eran lo único que ocupaba mi mente respecto a lo sexual. Hasta que me rendí, siempre había una barrera que me frenaba. Un algo que no permitía que yo abriera el cauce de mi regodeo mineral. Dejé de intentarlo, asumí que lo mío eran las felaciones, los multi-orgasmos o cualquier otra cosa que se me diera muy bien en el campo erótico-sexual y opté por la resignación estoica de no ser una diosa eyaculadora.           

Considero que la mayoría de las mujeres pasamos por este tipo de desdichas: no lograr el orgasmo, no conectar con tu pareja, disfrutar el juego previo pero secarte y desanimarte al momento de la penetración, no animarte a masturbarte porque existe todo un tabú respecto a la mujer sola que se masturba sola y que no hay nadie para ella que la complazca. Etcétera, etcétera, etcétera.

La sexualidad sería más sencilla y placentera si desde muy pequeñas se nos dijera “está bien sentir bien”. No te escondas, no te achiques, no cubras tus formas y cuerpo de mujer que no es igual al cuerpo que nos han vendido en las pantallas. Pero el escondite, el no engrandecernos y el cubrirnos son un acto reflejo desde el miedo para la protección y que no nos hagan daño.

Si desde muy  pequeñas nos explicaran que las condiciones que tenemos dentro de nosotras cumplen funciones para hacernos mujeres plenas y satisfechas más allá de mujeres madres, la vivencia de la sexualidad sería menos abrumadora, culpabilizada y estresante. Esto va a cambiar, poco a poco está cambiando.

¿Recuerdan que en la primera entrega de esta columna dimos un receso para investigar sobre la estructura del aparato sexual femenino? En la educación básica (primaria y secundaria) Nos muestran el cuerpo humano desde una condición meramente reproductiva, entonces, todos los temas y programas respecto a la sexualidad tienen como eje central el cuidado de la reproducción humana, los cambios físicos por los que transitan las mujeres para convertirse en hembras aptas para la propagación de la especie y, del sexo masculino casi no nos muestran nada ya que todo se reduce a la producción de espermatozoides y lo que ello implica dentro del coito para la fecundación exitosa de dos células que desembocarán su proceso en la gestación de un tierno bebé.                                                                                                      

Los labios mayores, los labios menores, el clítoris y el famoso punto G, así como las paredes, recovecos y curvas que envuelven estos componentes del órgano genital femenino quedan totalmente aislados de las gráficas de anatomía de nuestro órgano sexual en cualquier libro de educación básica ¿Por qué? Todos estos componentes con su estimulación correcta pueden desembocar en la autonomía sexual de la mujer a través del placer.  Una mujer que se toca, es una mujer que se conoce, que sabe sus alcances, sus gustos y sus disgustos, que reconoce la fuerza que habita en el órgano más enigmático en la historia de la humanidad: La Sagrada Vulva.

Ahora, si bien sabemos cómo operan estas piezas para lograr un orgasmo ¿Cuáles son los componentes responsables de efectuar una eyaculación femenina? ¿Por dónde desemboca la furia artemisa de placer que habita en cada una de nosotras? Estudios recientes han comprobado que el clítoris es un órgano diseñado única y exclusivamente para el placer, no tiene otra función más que generar  vibraciones deliciosas para crear orgasmos. Los diversos tipos de orgasmos y cómo llegar a ellos serán también ejes primarios de nuestra columna que trataremos posteriormente. Se sabe que existen orgasmos con squirt y orgasmos sin ellos, dejaremos fuera los apelativos de orgasmos “secos” o “húmedos” ya que para un climax efectivo la mujer secreta líquido lubricante por medio de las glándulas de Bartolino (así es, otro mote masculino en nuestro órgano). Dichas glándulas se hallan en la entrada de la vagina, a ambos lados, en el espacio existente entre los labios menores y la pared genital.

Entonces los orgasmos son orgasmos independientemente de si se expulsa o no líquido a presión. ¿Qué es entonces lo que nos atrae tanto de la eyaculación femenina? El géiser de placer que se expresa en la expulsión del líquido. Como si ese movimiento reflejara un lúbrico y vital secreto que habita oculto en nosotras, pero que potencia nuestro poder, nuestro temple y determina hasta nuestra salud mental, corporal y emocional.  

Para liberar una eyaculación femenina se unifican en una serie de movimientos y oscilaciones el clítoris, la uretra, las glándulas de bartolino y las glándulas de skene; de las cuales, las últimas son las causantes del tan mítico squirt. Las glándulas de Skene producen y se llenan de un líquido que finalmente expulsan durante el orgasmo, aunque también suele ser expelido sin necesidad de alcanzar el orgasmo cuando las glándulas rebasan de fluido y como resultado lo dejan salir poco a poco. Dicho fluido no es orina, es un líquido alcalino segregado por las glándulas de Skene, compuesto de creatinina, enzima llamada fosfotasa ácida prostática FAP, la proteina PSA, glucosa y fructosa. Así, la eyaculación femenina no es orina.  Es decir que lo que nos vendió por años la industria pornográfica sobre el squirt terminó siendo, como todo en esa industria, un armatoste espectacular para idealizar, validar y mitificar el cuerpo femenino como un objeto ya no reproductor, sino como una perpetuación de estereotipos corpóreos ya no sólo externos, sino que alcanzaron el interior. Digamos que la escabrosa industria de la pornografía, a la usanza de los antiguos españoles,  encontró la fórmula de conocer la geografía de los terrenos (América, las mujeres) para ubicar las vetas, las cuales convirtieron en minas de explotación y así colonizaron el territorio (América, las mujeres). 

Se domina desde lo económico para obtener poder en lo geográfico y posteriormente lo cultural. Los españoles nos convencieron de que el oro y la plata eran valiosos, los dueños de la industria del porno nos convencieron de que eyacular a chorros mientras gimoteas como becerrita recién nacida es valioso. Y quien no chorrea y no gime hasta morir seguramente no está disfrutando, no es un buen objeto sexual y no es rentable para los fetiches que también nos fabricaron. Frente a este panorama despojado ¿Cómo podemos asumir con autonomía nuestra veta? ¿Cómo decidimos quién la descubre, quién la recorre y quién se beneficia de ella?

Ojalá podamos descubrirlo en la tercera entrega.

Nos leemos pronto, nos mojamos después. Besos húmedos.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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