Lety Servín, mi música más hermosa

Caliche Caroma

Lety Servín estuvo en Morelia el miércoles 14 y el viernes 16 de julio, el sábado 17 viajó a Pátzcuaro, MMXXI. Los dos primeros conciertos fueron en el Kitsch y el tercero en La Jacaranda, toquines en los que estuvo acompañada de la bella voz de Virginia Sánchez Machuca, alias La Vickynazul. Aprovechando la bonita ocasión de su visita a Michoacán, que siempre será su casa-teléfono, unas dizque preguntas. La autora de Sueños Rock y La Fiera Borrasca habló de lo vivido, «y quemarán mi choza con todos mis recuerdos». Hace unos meses, Lety extrañaba a Dante, pero hoy ya lo abraza y le canta: «Eres rama de canela / que lleva el aire / que abraza el tiempo». La mamá reverdece, la cantante reflorece, la mujer respira y retorna al mundo de las sonrisas el colibrí, de los «reíres» (cuatro más uno nombres con erre). Pero basta de presentaciones, éstas son sus palabras:

Tuchuacán, Nuestrochacán, Michoacán. Todo comenzó aquí, en estas tierras michoacanas, allá en la parcela de mi abuelo, cuando tenía siete años y me mandaban a llevarle el almuerzo, con unas tortillitas de maíz con sus frijoles, y en el camino me cantaba cinco discos, o siete; si tenía un poco más de tiempo agarraba un jitomate y les cantaba a las vacas. Soy hija de michoacanos, nací en la Ciudad de México. Estudié en el Conservatorio de las Rosas, antes pasé por unas malas secundarias. Tuve la oportunidad de hacer una carrera técnica de computación, en Uruapan, ahorita mismo no me ha servido para nada, pero en ese tiempo me levantó mucho la moral y con esa moral levantada me fui a estudiar música, la que tanto amo.

Mal aprendí la lección. Llegué al Conservatorio y conocí a Fernando Ortiz (con el que anhelo trabajar de nuevo), él me llevó con Teresa Sánchez. Inmediatamente nos pusieron a cantar, todos nos dijeron: “ah, mira, se ven bien las dos juntas”. Fernando estaba haciendo una especie de teatro de carpa, necesitaba a la Guayaba y a la Tostada, y por supuesto que me incluyeron. Considero una gran oportunidad ese inicio que tuve en el teatro, con mis maestros de la escuela, divirtiéndome en el escenario. Todavía no era una cantante, sólo una estudiante. Esto pasó entre 1995 y 1999.

Oníricos cotorreos. Con Teresa Sánchez tuve un encuentro piramidal, catedralicio, aún le agradezco la oportunidad de haber trabajado con ella. Yo siento que todo lo aprendí de Teresa, la veía que se sentaba y escribía una canción con la que te reías toda la semana. En esta mujer encontré mucha magia y sigo siendo su alumna. Luego conocí a otras grandes actrices como Ligia Mazariegos, artistas que fueron nutriéndome, un montón de personas críticas como Raúl Mejía, con el que aprendí de los libros, ¡me puso una chinga con los libros! También estuvo Sergio Camacho, Gerardo Charreton, tantos otros con los que luego-luego anidé y me dieron tanto, les doy las gracias infinitas por su amor y cariño.

La Fernanda. Yo estaba en la CDMX y en la casa del Mastuerzo conocí a la Fernanda Parranda Martínez, la escuché cantando y tocando su guitarra, inmediatamente nos convertimos en amigas. Luego hicimos una gira de México hasta Argentina, impresionante, fueron 26 conciertos, pasamos hasta por La Colifata (primera estación de Radio conducida por pacientes de un sanatorio mental) y el final glorioso donde Charly García nos abrió su casa. Hermoso, fantástico ese viaje. Considero a Fernanda mi compositora argentina favorita.

Juana retecolorada. No quería irme del todo, en ese tiempo me decía a mí misma: “soy michoacana”, porque crecí acá en muchos sentidos. Cuando vas a la Ciudad de México y la ves tan grandota, piensas: “uy, sí, como que sí soy de un rancho”. Sentía bastante nostalgia por Morelia, pero es lo que tenía que hacer, la neta, aquí ya había cansado al barrio, todos me conocían, no pasaba nada más. Parece que si permaneces como local, no puedes más que aspirar a telonear y yo digo, ¡cámara, qué pasó? De todos modos, yo creo que Morelia se ha nutrido de festivales y eventos chingones, me siento orgullosa porque me tocó una etapa importante de la ciudad; recuerdo que el Festival Internacional de Música de Morelia era gratis para los estudiantes del Conser, pero ahora ya cobran los organizadores…

Semilla. En esta primera etapa de la Ciudad de México puro rock and roll, me divertí mucho, me emborraché, la pasé bien, en ninguna me mal viajé, no hice panchos, y luego me aburrí. Siempre he buscado la creatividad como mi puerta, mi ancla para comunicarme, fui a muchos lados, viajé a otros países y me enamoré más de mi país. En ese momento, la verdad, pensé que lo mejor era decirle sí a la vida y acepté la maternidad. Eso me cambió totalmente, estoy muy agradecida con la naturaleza por eso. Mi hijo, Dante, es mi música más hermosa.

Nepantla. Sor Juana Inés de la Cruz es mi última maestra. Estoy enamorada de ella. Ya si me quieren decir Sor Juanita, está bien, o el músico de Sor Juana, mucho mejor. Hasta me tiembla la voz cuando la menciono. Últimamente he estado muy conmovida leyendo unos poemas que escribió de niña, son unas joyas, una ternura. ¿Cómo es posible? El principal que me llama la atención es un auto sacramental que escribió para un concurso y lo ganó. Son 286 versos en náhuatl y en español. Es muy complejo leerlo, no entendí nada, leí otra transcripción y tampoco entendí nada; me fui a la interpretación y menos entendí. Como consuelo, me metí a estudiar unos escritos que se llaman champurrados, escritos en náhuatl, español y latín. Estos me tienen fascinada, quisiera ya cantarlos. Hay uno que dice:


Sólo Dios Piltzintli

del cielo bajó,

y nuestro tlatlácol

nos lo perdonó.

(…)

Yo el Santo lo tengo

mucha devoción,

y de Sempual Xúchil

un Xúchil le doy.

Gorriones y otros pájaros que vienen. En la pandemia se quedó un recorrido por Chicago, uno de los ingenieros de Ray Charles que conocí hace uno años me propuso esa gira; ni él habla español ni yo inglés, pero entendemos la música en otro nivel, nos la pasamos oyendo música cuando nos juntamos, así nos entendemos. Ojalá que eso se reactive para poder tener unas vacaciones con mi chamaco. Me encuentro feliz de poder cantar la alegría de ser madre y de tener a mi hijo conmigo, como las gallinas con sus pollitos. Estoy haciéndole su primer disco a mi Dante, le escribí muchas canciones, música para que los chiquillos se entretengan, rolas inteligentes, que les cuesten trabajo aprendérselas a los niños, pero que se diviertan más. En esto ando y lo de Sor Juana, buscando unas becas para esto, porque sinceramente este proyecto me puede llevar unos veinte años de mi vida, y si me dan dinero, pues unos diez, pero si no, no me importa, lo hago.

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