Llegó a Morelia y nadie fue a recibirlo

Texto: Caliche Caroma
Foto: Wendy Rufino

Morelia, capital de Michoacán, ciudad de cantera rosa, colonial y señorial, vallisoletana urbe que alberga muchas universidades, escuelas y centros de estudio; en Morelia sobran los festivales artísticos, gastronómicos, la cultura se desborda por sus dos ríos, El Grande y el chiquito. Al mismo tiempo, lugar de desigualdad, frase trillada pero verdadera. Los indigentes duermen en las bancas de las plazas, las calles son camas, los asaltos en pleno Centro Histórico no paran, las políticas partidistas barruntan un porvenir poco esperanzador. Entonces, como plaga apocalíptica, llega el Covid-19, mejor conocido por su descripción morfológica, coronavirus.

El coronavirus ya está en Morelia, pasea por el Acueducto, come unos tacos al pastor, se esconde en los besos de los amantes, alguien lo bendice junto a la figurilla del santo católico. El coronavirus observa a los peatones, se toma un café, va al mercado con su bolsa de rayitas, postea en Facebook: “Morelia es una ciudad muy bonita”. El coronavirus ha vaciado los museos (¡!), restaurantes, iglesias y hasta los policías le tienen miedo; dicen que Memo Valencia lo está buscando y en el Audi ya se vende la cura en pomada.

Se ha dicho que es la enfermedad más terrible en lo que va del siglo XXI. Los paisanos que viven en los Estados Unidos extrañan Michoacán, ellos saben que el coronavirus ha llegado a la tierra de los ates, vuelven a estar atrapados, porque allá donde están llegó la pandemia con la fuerza de un tsunami.  “Esto apenas comienza, hay que estar preparados para lo peor”, le advierte un anciano a su compañero, el perrito mueve la cola y consuela a su amo.  

Lo que se recoge de los comentarios, los menos catastrofistas, hablan de un nuevo comienzo, replantearse las relaciones humanas, el optimismo monetario, otra economía es posible, que la distribución de la riqueza (¿?) ahora sí sea equitativa, gritan con Britney Spears. “No me quiero ir, señor Stark”, bromea el joven que en lugar de tapabocas porta un paliacate, al estilo guerrillero Power Ranger.

Morelia está en calma, en algunas partes, colonias populares sobretodo, los niños juegan al fin del mundo, mientras las señoras discuten los castigos celestiales y los hombres toman caguamas para aminorar las penas sanitarias. Serán los pobres, al contrario de lo que se cree, quienes más sufrirán, y esto no es ningún descubrimiento y tampoco se debe al Covid-19.

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