Los huesos del Invierno

Gerardo Pérez Escutia

Actualmente el mundo de la novela negra es tan diverso y complejo que necesariamente se han creado múltiples categorías para poder darle algún orden y acceder a él de mejor manera. Dentro de las ultimas categorías que se han agregado a este universo está el Country noir, categoría que tiene insignes representantes como Brian Panowich (de quien ya hemos hablado en este bufete) y Daniel Woodrell de quien nos ocuparemos el día de hoy.

El country noir, como su nombre lo indica, desarrolla sus historias en las zonas rurales de Estados Unidos, en la América profunda, en las zonas olvidadas por la modernidad y la hiperconectividad; ubica sus novelas en las montañas de los Apalaches, en el Deep South, o en los Ozarks (entre los estados de Missouri, Arkansas y Oklahoma). Sus protagonistas son seres arraigados por generaciones a sus tierras, con lazos profundos hacia su comunidad, reacios y desconfiados de la “gente de ciudad”; herederos de costumbres y tradiciones que le dan identidad y una fatalidad propia, luchan por conservar sus lazos sanguíneos y de lealtad a través de generaciones, convirtiéndose en enclaves endogámicos.

Son historias de clanes familiares que arrancan desde los tiempos de la prohibición del alcohol y que en la actualidad “evolucionaron” a la fabricación de drogas sintéticas. Son relatos desencantados, en donde los protagonistas viven inmersos en un fatalismo secular, aceptan su destino, su lugar en la comunidad y en la familia (valores que rigen sus vidas), defienden y preservan esos valores ante todo lo que signifique una amenaza a un mundo construido a través de varias generaciones. Todo ello con el sabor del Bourbon casero, la música country y los añejos ecos narrados en las novelas de William Faulkner.

Así como hay muchas categorías en la novela negra, también encontramos múltiples clichés que se usan en demasía en las reseñas para tentar al lector y vender una novela, así leemos con frecuencia en éstas: ¡es un puñetazo en el estomago! ¡tiene una trama vertiginosa! ¡te deja sin aliento!, etc. Pues bien, en esta ocasión acepto estos clichés y creo que se quedan cortos con la novela que recomendamos el día de hoy.

Daniel Woodrell

Se trata de Los huesos del Invierno, de Daniel Woodrell. Este autor, oriundo de Missouri (EUA, 1953), es un novelista que ha escrito nueve obras, la mayoría ambientadas en los Ozarks y encuadradas dentro del subgénero, su obra más aclamada es la que reseñamos en esta ocasión.

Ree Dolly es una adolescente de 16 años que vive con su familia en un caserío enclavado en lo más profundo de los Ozarks, caserío en el que casi todos son parientes y en su mayoría se dedican a la misma actividad: producción de metanfetamina. Ree vive con su padre Jessup, con su madre que está inmersa en un proceso de rápido deterioro mental y sus dos pequeños hermanos de 8 y 9 años de edad. Así que Ree es quien lleva la batuta en la organización y control de su casa ante la imposibilidad de que su madre se haga cargo.

Jessup es un exconvicto que está libre bajo fianza y debe permanecer “disponible” para los oficiales que supervisan su “libertad”, pero a pesar de esto, Jessup con frecuencia desaparece por largas temporadas, quedando Ree totalmente al frente de su familia. Esta situación le ha forjado un carácter arisco y decidido con el que logra sacar adelante a su madre, hermanos y poner cierto orden en su hogar.

En uno de estos periodos en que su padre desaparece por varios días, Ree recibe la visita del agente Baskin, uno de esos policías de pueblo que andan solos y no son muy escrupulosos en cumplir todas las normas de la ley; Baskin pregunta por su padre,  ella dice que no está en la casa, pero Baskin le suelta la noticia que le cambiará su vida para caerle como un chaparrón helado en su cabeza: su padre ha puesto como garantía del pago de fianza, su casa y sus tierras, de no pagarse en 30 días, todas sus posesiones pasarán a ser propiedad del estado y quedará Ree junto a su familia en la indigencia e indefensión total, por lo que, o paga su padre, o en caso de haber muerto tiene que entregar prueba de ello a las autoridades para que no los desalojen.

Este es el punto que detona la historia, y esta novela se convierte en un vertiginoso tour de force en el que Ree hace hasta lo imposible por encontrar a su padre (o su cadáver, de ser el caso) para evitar el desalojo. Ree se enfrenta a la indiferencia y a la franca hostilidad de vecinos y parientes; nadie la quiere ayudar por lo que se ve obligada a trasladarse sola a otras poblaciones para encontrar alguna pista de su padre, todo en medio de un gélido invierno que hace intransitables los caminos rurales por los que se mueve, a la par, en esta historia aparecen una galería de personajes desencantados y marginales que le dan un carácter muy oscuro a la trama. Tanto la dureza de las circunstancias como la soledad en la que Ree emprende su periplo, la convierten en un personaje entrañable capaz de dejar una huella indeleble en el lector.

El autor retrata muy bien el lenguaje y los códigos no escritos que rigen estas apartadas zonas, donde el valor más preciado es la lealtad a la familia o clan, y donde casi todos se mueven en mayor o menor medida al margen de la ley, constituyendo núcleos cerrados casi imposibles de penetrar.

Ree conoce todos estos códigos y a pesar de ello se enfrenta al silencio de parientes y amigos de su padre durante la búsqueda, saca fuerzas de su flaqueza, de su soledad y sigue adelante con una voluntad inquebrantable.

Esta es una novela negra de principio a fin, con todos los elementos de intriga y tensión necesarios para mantenernos a los lectores al borde del sillón, pero además, nos brinda una vista privilegiada a ciertos sectores marginales de la población de EUA, aquellos que se quedaron al margen del progreso, de la ley y que rigen sus vidas por códigos y costumbres añejos, por si fuera poco, nos regala un personaje inolvidable Ree Dolly que le da un matiz totalmente diferente a los atormentados personajes a los que nos tiene acostumbrados la novela negra.

Esta historia fue llevada al cine en el 2010, ganó el premio principal en el “Festival de Cine Independiente de Sundance” y fue nominada a cuatro Oscar, entre ellos el de mejor actriz a Jennifer Lawrence por su interpretación de Ree Dolly. A la fecha ya se ha convertido en una película de culto.

Las opiniones expresadas en esta columna son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de el-artefacto.

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