Materia oscura: Paleorrino

Ricardo Martínez Cantú

En un ambiente irrespirable, habitado sólo por los seres vivos que lograrán salir adelante sin necesidad de narices, hemos llamado al paleorrino precisamente así porque conservará una trompa nasal; prueba irrefutable de su ascendencia zoológica, lo que no obsta para apreciar también que esta criatura habrá de tener gran semejanza con los actuales vegetales. Cuerpo boludo, compacto, pardo y escamoso; de escasos diez centímetros de diámetro y con sólo dos protuberancias: en el extremo superior, la trompa, y en el inferior, una larga cola ramificada de constante crecimiento que, insertada en el lodo de las zonas pantanosas que serán el hábitat de la especie, hará las veces de raíz que permitirá a la criatura obtener los elementos inorgánicos que constituirán su alimento. La trompa, rodeada en su base de cuatro ojos equidistantes siempre abiertos, no será un mero atavismo —como cabría suponer en principio—, sino que será funcional y su función —no respiratoria— habrá de ser, empero, indispensable para la supervivencia de la especie. Esta trompa —oscilante como girándula de jardín— se elevará a una altura aproximada de quince centímetros y terminará en un único orificio nasal carnoso, cuyos bordes se prolongarán adelgazándose en todas direcciones y se irán curvando hacia abajo a medida que pasarán a ser una especie de membrana flexible, transparente y semiesférica que cubrirá al paleorrino, sin tocarlo, a manera de paraguas o domo que lo protegerá de su propia ponzoña, ya que la labor de la trompa será estornudar con fuerza explosiva, esparciendo infinidad de microscópicas gotitas de una sustancia que, al contacto con el aire, se volverá extremadamente cáustica, capaz de descomponer y derretir en escasos segundos a cualquier posible predador que se aproxime a menos de medio metro del paleorrino.

Mizraím Cárdenas (Grabado)

* Datos tomados de la enciclopedia temática El mundo donde no estaremos, redactada e ilustrada por la Cofradía de los 78 Videntes, tomo 16, Ediciones Intempestivas, Nueva Época, Monterrey, 3415, p. 829.


Ricardo Martínez Cantú.

Narrador originario de Monterrey.
Ha publicado, entre otros, los siguientes libros:
Libro de la luna libre, 2001.
Luna de mascar, 2006.
Hasta agotar la existencia, 2007.
ANIM/alias, 2010.

Mizraím Cárdenas Hernández (Morelia, 1971).

Es licenciado en Artes Visuales por la Universidad de Guadalajara. Estudió dibujo, grabado y pintura con el maestro Alfredo Zalce. Asistió a los cursos de grabado en Centro de Formación y Producción de Artes Gráficas de Colima con los maestros Gilberto Aceves Navarro, Gabriel Macotela, Antonio Díaz Cortés, Jesús Martínez y Javier Juárez. Es miembro del Consejo Nicolaita de Arte y Cultura de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Recientemente, fue director del Museo de Arte Contemporáneo Alfredo Zalce donde generó una serie de proyectos expositivos como el homenaje al pintor michoacano radicado en Seattle, Alfredo Arreguín, “Diseños, Sueños y Naturaleza” y el homenaje Alfredo Zalce: “La lente y en entorno” de la cual se editó un catálogo.

En colaboración con poetas y escritores elaboró las carpetas “El vuelo del Pez” con Neftalí Coria, y “Saltopez del Aguamundo”, con Juan García Tapia.  Su obra ha sido utilizada como portadas e ilustraciones en libros y revistas.

Desde 1987 ha participado en más 140 exposiciones colectivas e individuales a nivel nacional e internacional en países como Alemania, Francia, España, Grecia, El Salvador, Argentina, Costa Rica, Nicaragua, Chile entre otros.

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